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No tenía idea de cómo había llegado a esta situación, pero ya estaba allí y no había vuelta atrás. Se había comprometido a flechar al sujeto que supuestamente tenía un alma pura, pero ahora se encontraba ante un problema que nunca había anticipado.
—¿Si me acerco mucho, podría verme? —se preguntó a sí mismo con fingida despreocupación. Desde donde estaba, no podía ver claramente el rostro del chico. "No debía hacerlo", ese pensamiento intrusivo se repetía una y otra vez en su cabeza, mientras la curiosidad por conocer físicamente a aquel joven lo consumía hasta los huesos.
Harto de tanto pensar y finalmente decidido, Katsuki tomó una de las flechas que tenía guardadas en su cilindro de piel y madera. Ajustó la flecha en su arco, enfocando toda su concentración en un punto específico. Entrecerró los ojos para lograr una mejor precisión. Se consideraba un arquero muy hábil, pero sabía que cualquier interrupción en su concentración podría causar un gran problema.
Mientras tanto, Izuku estaba sentado afuera de un local, acompañado por una chica castaña que sonreía a menudo, dejando mal parado al pecoso que rara vez le devolvía una sonrisa o hacía algún gesto. Katsuki frunció los labios con frustración; el chico de cabellos verdes no se giraba y eso lo estaba desesperando. Estaba a una distancia considerable, pero los sonidos de autos, pájaros y voces parloteando sin parar no le eran muy agradables, recordándole cuán cerca estaba de los mortales.
Después de esperar un rato más, por fin el chico se levantó. Katsuki parpadeó varias veces, asegurándose de que no se trataba de una alucinación. Sostuvo la flecha con fuerza, decidido a no fallar en el único intento que tenía. Pero justo en el momento en que el chico de cabellos verde musgo se giró para aproximarse a la salida, Katsuki se detuvo en seco.
—¿Qué mierda? —susurró, incrédulo.
Katsuki se encontraba paralizado, con los ojos clavados en el ser ante él. No era solo un humano corriente; irradiaba una presencia que parecía sobrenatural, como si estuviera imbuido de la esencia misma de los dioses griegos. Cada movimiento, cada gesto, era una danza de gracia y poder que dejaba a Katsuki incapaz de apartar la mirada.
Aquello no era un simple humano. ¡Era un mismísimo dios griego! Katsuki no podía moverse, fascinado por lo agraciado que le parecía aquel mortal. ¿Acaso se trataba del protagonista de alguna serie que los humanos disfrutaban ver? No lo sabía, pero su creciente interés en aquel pecoso de ojos jade lo confundía más de lo que le gustaba, y al mismo tiempo, lo aterraba.Sus ojos jade brillaban con una intensidad que parecía iluminar el lugar, atrapando la atención de Katsuki como si estuviera hipnotizado. ¿Era posible que este ser fuera el protagonista de alguna leyenda o mito, traspasando los límites entre lo humano y lo divino? La pregunta se quedaba flotando en la mente de Katsuki, enredándose con su creciente fascinación por el misterioso desconocido.
No podía evitar sentirse atraído hacia él de una manera que iba más allá de lo físico. Era como si su mera presencia resonara en lo más profundo de su ser, despertando un interés que lo confundía y aterrorizaba al mismo tiempo. El chico no era simplemente hermoso; su belleza trascendía lo terrenal, como si estuviera moldeado por las manos de los mismos dioses.. o ese era su punto de vista exacto.
Katsuki sacudió la cabeza bruscamente, como si intentara sacudirse el hechizo que aquel ser había tejido a su alrededor. Negó para sí mismo, tratando de reafirmar su propia realidad en medio de la confusión y el miedo que sentía. Pero incluso mientras intentaba convencerse de que todo era simplemente una ilusión, una parte de él sabía que ya no podría mirar al mundo de la misma manera después de este encuentro.
"No pienses en eso, recuerda lo que pasó la última vez que alguien te gustó."
Suspiró y regresó su vista al chico. Extendió su brazo hacia atrás, jalando la cuerda y preparando la flecha que pondría fin a todo esto. Este encuentro debía terminar, y todo el asunto debía ser olvidado. Dio una última miradita para asegurarse de que la flecha estuviera bien colocada y la soltó. Cerró los ojos y suspiró nuevamente, confiado en que había acertado y deshecho del problema. Grave error.
Al abrir los párpados, se encontró con la flecha a casi centímetros del rostro del pecoso. El objeto temblaba y, en ese preciso instante, Katsuki supo que era momento de volar lejos de allí. Tragó saliva y titubeó en su lugar por unos segundos más.
—N-No t-te atrevas...
Se engañaba a sí mismo. Al terminar esa oración, la flecha se dio la vuelta y, con una velocidad increíblemente anormal, comenzó a dirigirse hacia él con todas sus fuerzas. No esperó ni un minuto más; había comenzado la persecución para la cual se había preparado durante meses enteros. Este era el momento en el que decidiría su futuro, un simple pedazo de madera traicionera.
—¡¡Carajo!! —gritó, esquivando la flecha con agilidad mientras se abalanzaba hacia él. La flecha se incrustó en el suelo de mármol del edificio. Sonrió victorioso para sí mismo, pensando que había pasado la prueba con facilidad, pero no tuvo tiempo de respirar. Al instante, la flecha se despegó del suelo por sí sola de manera inexplicable. Se dio la vuelta y su rostro palideció por completo; no tenía escapatoria.
Al menos lo intento..
Ni siquiera tuvo tiempo de respirar cuando la flecha ya iba tras él, evidenciando las claras ganas que tenía de incrustarsele encima. Sus descalzos pies pasaron de un edificio a otro repetidas veces, y a veces ni siquiera tocaban el suelo, reemplazándolo por sus alas. Volteó nuevamente hacia atrás y contuvo la respiración al divisar que la flecha había dejado de seguirlo.
—Maldita, por fin se cansó... —dijo, pasando saliva y bajando la guardia momentáneamente, tratando de regular su agitada respiración. Sus pupilas no descansaron, viajando de un lugar a otro, alerta por cualquier movimiento en falso.
Esperó al tanto de su alrededor durante varios largos minutos. Finalmente, se enderezó y suspiró de manera temblorosa, mientras una amplia curva se formaba en sus labios.
—Flecha estúpida —soltó una carcajada sonora y se cruzó de brazos, comenzando a mover sus alas y elevándose, aun con su expresión arrogante.
Acomodó su cabello y se dispuso a buscar al chico que lo había hecho suspirar momentáneamente, pero que ahora quería hacer desaparecer antes de que se hiciera tarde y otra flecha lo localizara.
—Veamos a dónde te fuiste...
Regresó al mismo lugar donde se había posicionado para flechar al chico, y extrañamente ya no se encontraba allí. Lo buscó con la mirada por todo el lugar, entre las mesas y los puestos de comida, pero no encontró rastro alguno. Se resignó, gruñendo, pero antes de perder todas las esperanzas, lo vio salir de un local y volver a sentarse junto a la chica con quien había estado hablando hace un rato. Se llenó de alivio y, sin esperar más, volvió a preparar otra flecha.
Lanzó una o dos hacia lugares irrelevantes solo para asegurarse de que la maldita no lo volvería a perseguir. Ya con todo preparado y con su vista fija en el pecoso, soltó la flecha que, esta vez, pondría fin a ese reinado del mal.
Observó cómo la flecha daba justo en el blanco, el pecho del chico. Pero antes de que pudiera celebrar, un dolor insoportable inundó una zona que había descuidado.
—¡Mghh! —gruñó, abriendo los ojos a más no poder, girando la cabeza y percatándose del palo de madera que ahora estaba incrustado en medio de sus omóplatos.
—N-No... esto, no puede.. —susurró, sintiendo cómo la desesperación comenzaba a apoderarse de él, estaba más que jodido.
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Espero les halla gustado, comenten xq me gusta leerlos.
-Muakk
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𝓐𝓵𝓪𝓼 𝓱𝓮𝓻𝓲𝓭𝓪𝓼 --DekuBaku
FanficEn el crepúsculo del siglo XVIII, a la tierna edad de diecisiete años, Katsuki Bakugou encontró su destino trágico en un desgarrador acto de desesperación, lo asesinaron a sangre fría. Su joven vida se vio segada por la mano de su amante, en un act...