Capítulo 3 - Winchester, Brann

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— Ya bueno, no es agradable que un lobo te pique el hombro con las garras.


La muchacha había ido a primera hora de la mañana a la iglesia del pueblo en busca del padre Robert o el padre Damian. Ellos habían supervisado su entrenamiento desde siempre, y ahora el hombre calvo le examinaba la herida del hombro tras una discusión más bien acalorada.


— Además, no era un hombre lobo normal. —volvió a repetir la muchacha, soltando el brazo de manos del padre Damian. Las marcas de las garras seguían ahí, pero estaban sanando anormalmente rápido. Ella no se había fijado, aún frustrada por no haber detenido al lobo, pero los monjes intercambiaron una dura mirada.— Una bala de plata no lo mató... ¿Cómo es posible?


Mientras ella divagaba, acabaron de vendarla justo cuando alguien llamó a la puerta de la sacristía. Cheryl se puso rápidamente su chaqueta de cuero oscuro y se levantó de la silla, viendo a Robert abrir la puerta.


Dos figuras trajeadas aparecieron: una casi de dos metros y la otra algo más baja. En cuanto se quitaron las gafas de sol los reconoció.


— ¿Sam? ¿Dean? —murmuró con incredulidad. Aunque ellos parecían aún más pasmados con la presencia de la rubia allí dentro.— ¿Qué hacéis aquí? —se ajustó la pañoleta que llevaba al cuello aquella mañana, con un estampado de la bandera de Estados Unidos.


— ¿Cheryl? —Sam se bajó las gafas de sol y apuntó con sus ojos verdes cenicientos a la muchacha, que le sostuvo la mirada.


— ¿Por qué vais vestidos para un entierro?


— ¡Cheryl, no seas grosera! —la riñó el padre Damian y la chica se mordió la lengua en una mueca culpable.


— Eh... —parecía que la rubia había trastocado los planes de los dos hermanos.— Investigamos las desapariciones de los chicos que ha habido últimamente. —tuvieron que sincerarse, al menos en parte. Dean se mantuvo mirando a la muchacha por detrás de las gafas, con interés. Aquel estilo le recordaba al suyo propio, aunque el chico aún se estremecía pensando en las perrerías que ella le había hecho la noche anterior.— Veníamos a hacer algunas preguntas a los padres.


— Oh. —los labios de Cheryl formaron una 'o' casi perfecta. Recogió su mochila.— En ese caso yo me voy, necesitáis encontrar lo que podáis. —dijo falsamente, dirigiéndose hacia la puerta. Flanqueó a Dean y se dirigió a la salida de la iglesia dejando a los cuatro hombres atrás. Mierda, esos dos estaban metidos en todo. Y tenía que encontrar a Daniel, esperando que esa cosa no le hubiese arrancado el corazón.


Cuando salió del edificio sagrado para coger el coche, se dio la vuelta al escuchar las puertas de la iglesia y vio a Dean salir, llamándola.


— ¡Eh! Cheryl, ¿no? —la muchacha lo miró con sospecha, pero no se movió del sitio.— ¿Qué hacías ahí dentro?


— Confesarme. —respondió rápida y secamente.


— ¿Con dos sacerdotes? –insistió el ojiverde cortándole el paso cuando vio que ella comenzaba a andar. Cheryl frunció el ceño, apartándose de él con una mirada de recelo.

[Sobrenatural] || Ala blanca, ala negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora