Anécdotas de kebab

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En la pequeña librería podían verse altas estanterías llenas de libros de todos los tamaños y colores.

También algunas mesas, donde podía verse aún más publicaciones, de colores más llamativos y portadas interesantes a la vista.

En su conjunto, el interior de la pequeña tienda se veía algo caótico, pero encantador.

Freen revisaba nuevamente la caja registradora y los recibos, mientras un posible comprador paseaba entre los mínimos pasillos.

—¿Tiene por casualidad algún libro de Dickens?— preguntó el señor de aspecto aburrido, vestido de traje tweed y un paraguas colgado en su antebrazo.

Freen lo miró por un momento, intentando entender qué parte de "Libros de Viaje Co." no se entendía.

—Mmm, no. Vendemos libros de viajes únicamente— explicó cortésmente.

El hombre miró distraídamente alrededor, casi como si no escuchara.

—¿Y algo de Edgar Allan Poe?— insistió, volviendo su vista hacia ella.

—Pues...no. Porque Poe no escribió libros de viaje. Sólo vendemos...libros de viajes— explicó nuevamente, ahora haciendo un duro esfuerzo por no responder con sarcasmo.

La campanilla de la tienda volvió a sonar, advirtiendo de la entrada de una nueva persona.

—Gracias a Buda— murmuró para sus adentros, distanciandose del exasperante cliente que parecía dar por concluida su búsqueda.

—Hola, ¿puedo ayudarle?— ofreció amable, a la mujer que había entrado y ahora se mantenía de espaldas a ella observando los libros.

Al girarse, pudo apreciar su rostro, dejandola momentáneamente sin oxígeno en el cerebro.

Una mujer castaña, de impresionantes ojos caramelo, con la piel blanca de porcelana la observaba a través de sus gafas de sol no tan oscuras, bajo una elegante boina negra.

Era la mujer más divina, sutil y hermosa del mundo: Rebecca Armstrong.

—No, gracias. Sólo estoy mirando— respondió, muy segura y contenida.

—Bien— contestó Freen, con timidez y algo avergonzada.

La observó mientras deambulaba, como miraba de soslayo algunos títulos, y paseaba elegantemente sus dedos por los lomos de los libros con parsimonia, tomando uno pequeño.

—Ese libro realmente no es bueno, simplemente...en caso de que, ya sabes, la búsqueda se convierta en compra. Estarías desperdiciando tu dinero— informó, intentando sonreír con seguridad, aunque más salió como una mueca de incomodidad.

—¿En serio?— preguntó Rebecca.

—Si. Este en cambio, — dijo, tomando uno del mostrador donde se encontraba —es muy bueno. Creo que el autor de hecho fue a Turquía y todo, lo cual es útil. También incluye un divertido incidente con un kebab— explicó, ahora si sonriendo un poco más confiada.

—Gracias, lo tendré en cuenta— respondió algo indiferente, mientras seguía mirando.

Freen entonces se detuvo a observar un movimiento extraño en el pequeño monitor del mostrador.

—¿Me darías un segundo?— se disculpó, para dirigirse a la parte posterior de la tienda, donde se hallaba un caballero de aspecto desgreñado y rostro poco confiable.

—Disculpe— pronunció al verlo.

—¿Si?—

—Malas noticias— anunció Freen con tranquilidad.

—¿Qué?—

—Tenemos cámaras de seguridad en este rincón de la tienda— explicó.

—¿Y entonces?— inquirió el ladrón, disimulando.

—Que vi que puso un libro en sus pantalones— continuó paciente.

—¿Qué libro?—

—El que tiene en sus pantalones— afirmó.

—No tengo un libro en mis pantalones— se defendió, sin engañar a nadie.

Rebecca observaba la escena, ligeramente impresionada y divertida por la actitud de la chica de la tienda.

—Bien, entonces tenemos algo como un callejón sin salida. Te diré que— indicó, ya girando hacia el mostrador nuevamente —Llamaré a la policía... y ¿qué puedo decir? Si me equivoco en mi suposición del libro en los pantalones, yo realmente me disculpo— propuso.

—Ok...pero...¿qué pasaría si yo tuviera un libro en mis pantalones?— preguntó el desaliñado hombre con cautela.

—Bueno, idealmente, cuando vuelva al escritorio, quitaras la Guía Cadogan de Bali de tus pantalones, lo limpiarás y colocaras en su lugar, o lo comprarás. Nos vemos en un segundo— y salió de aquella sección, completamente confiada en que el inofensivo ladrón simplemente se iría.

Volviendo al escritorio, Rebecca estaba mirando un libro de portada azul, y levantó la vista cuando Freen se aproximó.

—Lamento eso...— se excusó, sintiendose apenada por el episodio.

—No, está bien. Estaba por robar uno para mi, pero ahora cambié de opinión— bromeó con una sonrisita irónica —Firmado por el autor— mencionó, levantando el libro que sostenía.

—Si, no pudimos detenerlo. Si encuentras uno sin firmar, seguro vale una fortuna— respondió, rogando que la actriz entienda el tono de sarcástico, porque a decir verdad Freen era algo torpe para bromear.

Rebecca la miró unos instantes antes de sonreír complaciente, antes de que el presunto ladrón reapareciera junto a ellas.

—Disculpe— dijo, dirigiendose a la actriz.

—¿Si?—

—¿Puedo tener tu autógrafo?— le preguntó, extendiendo un pedazo de papel andrajoso.

—¿Cuál es tu nombre?— consultó, tomando el papel.

—Cheng—

Rebecca firmó, y le entregó el papel, pero el hombre se detuvo a leerlo antes de preguntar.

—¿Qué dice?—

—Bueno, esta es la firma...y aquí arriba dice "Suerte en la cárcel"— explicó con normalidad.

—Gracioso...— respondió —¿Quieres mi número de teléfono?— preguntó coqueto.

Rebecca lo miró de arriba a abajo, con una expresión divertida e irónica.

—Tentador...pero no, gracias— concluyó.

Cheng, levemente avergonzado, se retiró entonces de la tienda en silencio.

La actriz le pasó a la vendedora el libro que Freen le había recomendado no comprar.

—Llevaré este— indicó, mientras buscaba cambio en su billetera.

—Claro, ok, pensándolo bien, quizás no sea tan malo. Casi que puede ser una obra maestra...nada de infantiles anécdotas de kebab— respondió, sin poder detener la verborragia producto de sus nervios —Te agregaré uno de estos gratis, son perfectos para iniciar incendios o envolver pescado— explicó mientras ponía otro libro más pequeño dentro de la bolsa.

La actriz volvió a mirarla, casi intrigada por ese extraño personaje frente a ella.

—Gracias— dijo antes de salir de la tienda.

Freen se quedó algo aturdida observando como la mujer más hermosa del mundo se alejaba para siempre de su vida.
Era casi como encontrarse con un cometa, ese tipo de eventos que parecen imposibles, y que sabes que no se repetirán jamás.

Nonthada Village | FreenBeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora