08: Este cuerpo es mío

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"Todavía creo que nuestro mejor diálogo a sido el de las miradas"

- Mario Benedetti





— Me estoy congelando – dice abrazándose a si misma.

Cierro la puerta del armario mientras me río. Charlie está de pie junto a la puerta del baño esperando pacientemente que le dé una toalla y ropa seca. No sé que tal vaya a quedarle mi ropa pero al menos evitara que le dé un resfriado. Le prestaría ropa de Raisa pero ella no tiene nada que abrigue.

— Es tu culpa por empujarme a la piscina – le recuerdo.

— Es la tercera vez que te pido disculpas – refunfuña quitándome la ropa de las manos.

Suelto una carcajada cuando noto que está haciendo un mohin con los labios. En cuanto oye que me río por su expresión me fulmina con la mirada y entra al baño casi que corriendo. Trato de contener la risa cuando oigo la puerta cerrarse de un portazo.

En el silencio de la habitación puedo volver a escuchar el ruido de la fiesta, la música, la gente gritando y riendo. Estar aquí se siente completamente diferente, como otro mundo. Allá afuera está mi escape a toda la mierda que pasa en mi vida y aquí dentro soy solo yo con mis demonios.

Me quito la camisa empapada para darme cuenta de que debo cambiar las vendas. Había olvidado que las tenía, entre el alcohol y la maria dejo de dolerme pero ya se me a pasado casi todo el efecto, solo estoy mareado. La sensación de la venda empapada desprendiéndose de mi piel me da asco y hago una mueca.

Tal vez si no me hubiese metido entre Dev y Raisa no me hubiesen casi que apuñalado. A quien engaño, tuve que hacerlo. No me niego que lastime a Raisa, a qué la toque si quiera, es solo un rasguño lo de mi brazo, se curará.

He sentido la inclinación a obligarme, casi de una manera demoníaca, a ser más fuerte de lo que en realidad soy y debería.

— ¿Rasmus, que fue lo que te paso?

Me sobresalto cuando oigo a Charlie ¿En qué momento salió del baño y por qué no la escuché? La miro sobre mi hombro, lleva puesta una de mis sudaderas y unos pants, le quedan más grandes de lo que esperaba, se ve diminuta. Se acerca hasta mi y examina detenidamente mi brazo. Me a estado preguntando toda la noche por la venda, sabía que se iba a dar cuenta en cuanto me viera pero mantenía la esperanza de que no.

— Me caí – miento.

Me mira con una ceja alzada, claramente no me cree nada.

— ¿Dónde están las vendas? – pregunta examinando la habitación.

Señalo la cómoda de mi cama y ella no duda en moverse hasta allá y sacarlas haciéndome señales para que me siente en la cama. La miro con curiosidad cuando vuelve hasta mi y se sienta a mi lado.

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