𝟏𝟏

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Francisco.

La brisa cálida de Buenos Aires golpeaba suavemente mi rostro mientras caminaba por el jardín, mis dedos rozaban las hojas de los arbustos y observaba las rosas que estaban plantadas ahí, así como las distintas flores que estaban plantadas ahí y que yo había ayudado a plantar. Me crucé de brazos cuando observe una de ellas comenzar a marchitarse y de alguna forma, mi corazón se oprimió ligeramente como si fuese una corazonada en mi pecho.

Faltaba poco para la fiesta, dentro de unos días más se llevaría acabo, después de casi dos meses de nuestro matrimonio. El padre de mi marido había estado muy al tanto de todo, de los preparativos y de cómo se llevaría acabo cuando por fin nos presentáramos ante la sociedad capitalista de Argentina como un fuerte matrimonio, o simplemente la farsa que ambos demostrábamos.

—¿Otra vez buscando en que meter tu cabeza?

La voz de Matías se escuchó a lo lejos y yo gire para mirarlo, había venido esa mañana a verlo y cuando recién había llegado, me informaron que recién se había despertado, lo cual era muy raro, Matías siempre era de los que se levantaba más temprano y con muchos más ánimos que nunca, sacando a relucir sus comentarios sarcásticos e irónicos.

Matías y Enzo se habían quedado un tiempo más en Buenos Aires aunque al parecer había sido más decisión de Matías que de Enzo; no había nombre para lo que ellos tenían, no sabía si eso era amor o que nombre colocarle, pero sabía que había algo, salvo que ellos seguían de necios sin llegar a admitirlo abiertamente.

Aunque a mi parecer y mi opinión, Enzo siempre parecía haber estado al pendiente de Matías, aunque Esteban decía que era todo lo contrario cuando decidí preguntarle sobre el aparente interés de Enzo hacia Matías hace dos años y medio atrás.

—Quiero terminar de escribir mi libro —murmure antes de acercarme a él—. ¿Qué te pasa, ah? Me dijeron que estabas dormido cuando llegue, vos no sos así.

Sus mejillas se sonrojaron y sonrió—. Nada, solo quiero dormir.

Fruncí mi ceño pero asentí antes de verlo esperarme cerca de la glorieta en medio del jardín, me acerque hasta él y observe el desayuno ya preparado sobre la glorieta, había apenas desayunado cuando salí de casa luego de que Esteban se fuera al trabajo; tomé asiento en una de las sillas y luego lo vi sentarse a él, usando una ropa más holgada de la que usualmente usaba.

—Hay algo que no me cuadra —murmure con una sonrisa cuando Matías me miró.

—¿Qué?

Encogí mis hombros—. No lo sé.

Tome una de las tostadas y le puse queso crema, observando el mousse de chocolate que seguramente Matías había pedido para mi junto al café negro, sonreí internamente y le di un mordisco a mi tostada antes de mirarlo y observarlo comenzar a desayunar.

—¿Hay algo que querés contarme?

Matías miró su plato y se encogió de hombros, sabía que no era él, había algo que sucedía y que no me cuadraba en mi cabeza; Matías no había sido el mismo desde aquel accidente que sufrió, un mes antes de que me casara con Esteban, hace casi tres meses atrás. La única consecuencia que le quedó, fue el costo de su carrera, una de sus piernas había sido dañada y aunque no poseía la misma cojera mía o el mismo problema, no podía estar mucho tiempo de pie sin que doliera demasiado o sintiera incomodidad.

Pero no era eso lo que le notaba, por primera vez, durante todo ese tiempo, había un leve brillo en sus ojos y lo había notado desde que llegaron a la casa de campo de Esteban, en aquel asado donde ambos nos sentamos a tirar indirectas muy directas a Felipe y hablar de lo bien que se encontraba Juani en el extranjero.

Un corazón de cristal (LIBRO #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora