𝟎𝟒.

5.7K 648 1.2K
                                    

Esteban.

Lo había conocido hace casi seis años atrás, nuestras familias siempre habían sido un poco cercanas debido a los negocios y en una de sus tantas reuniones lo conocí o más bien, los conocí.

Los hermanos Romero.

Mucho se hablaba de ellos pero poco se conocían, Adrián Romero era el hijo mayor del señor Romero, un omega con una actitud y personalidad impecable, educado y grato, luego estaba Francisco Romero, el hijo menor de él, un pequeño chico de actitud inquebrantable y vivaz, siempre estaba lleno de vida, de felicidad e irradiaba la pureza que desprendía por sus poros, su risa causaba cosas inimaginables entre las personas y tenía más personalidad, algo que sin duda opacaba a Adrián por su actitud fría y distante, recatado y modesto.

Ambos eran polos opuestos, cuando yo los conocí, Francisco era un niño, un cachorro, mientras que Adrián ya era un adulto de veinte años, conocía el mundo de los negocios, como se movía el mundo y cómo manejarlo también, ambos eran hermosos y opacaban a cualquiera que estuviera en el mismo salón que ellos, sin embargo, debía decidir por uno cuando mi padre me dijo que en algún momento de mi vida, tendría que unir nuestras familias de la manera más antiguada posible.

Los matrimonios siempre habían sido acuerdos viables para crear negocios, uno de los mejores acuerdos, desde hace años los negocios podían manejarse así y una vez que la modernidad entró a la sociedad, esas costumbres quedaron atrás, sin embargo nuestras familias no eran así, creían que al crear una unión fuerte, fortalecerían los negocios y lazos entre las familias negociantes.

Así que decidí cortejar al mayor de los Romero, siempre supe de los sentimientos infantiles y soñadores que Francisco tenía hacía a mi, pero era muy pequeño para entrar en mi mundo y se sentía mal hacer algo con alguien de su edad, iba en contra de toda mi ética y moral, porque sabía que lo dañaría y lo que menos quería era apagar su luz.

Adrián era totalmente distinto a él, creí que sería fácil, ambos haríamos un acuerdo en común y todo terminaría de esa manera, pero no fue así, nos enamoramos y nos perdimos en ese limbo sin duda alguna; su padre me prohibía mirarlo a solas, siempre estábamos detrás de una puerta por cualquier precaución, era totalmente distinto cuando estábamos a sola, porque cuando estábamos frente a todos, ambos nos comportábamos de una manera distinta.

Aún así, el amor surgió y no pudimos hacer nada para controlarlo. Para detenerlo.

Que el enterarme de su muerte, había sido un golpe doloros; esa noche había recibido una llamada, Adrián y Francisco habían tenido un accidente, dejé todo lo que hacía para llegar hasta el pasillo donde se encontraban los de trauma, y me quede ahí, por un momento, dijeron que uno de los hermanos estaban más grave que el otro, agonizando y en ese momento tan doloroso, deseé que el que estuviera en esa posición fuera Francisco.

No sabía si odiarme por pensar en eso o sentirme tan egoísta por querer que el omega que amaba, viviera.

Pero no fue así, cuando supe que quien había fallecido fue Adrián, no pude evitar sentir una rabia incontrolable hacia Francisco, culparlo de su muerte y sentir un poco de resentimiento hacia él. Cuando mi padre me informó que Francisco sería quien tomaría el lugar de Adrián, no dude en aceptar, quería hacerlo sentir culpable por todo lo que había hecho, destruirlo, agonizarlo en su propio infierno, olvidando toda mi ética y toda mi moral.

Verlo así, auto despreciándose y odiándose así mismo por lo que había hecho, no me causaba nada, pero la imagen de ese dulce y vivaz omega regresaba a mi cabeza que no podía evitar sentir un poco de pena, pero mi duelo y mi dolor parecían ser más fuertes que cualquier otra cosa.

Un corazón de cristal (LIBRO #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora