𝟐𝟑

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Omnisciente.

Francisco se encontraba en una de las habitaciones de aquella mansión donde se habían estado quedando los últimos meses de su relación, después de todo lo que había pasado entre ellos y aquel ataque que había tenido, sólo aquellas paredes eran testigos de todo lo que había acontecido los últimos días dentro de ese lugar junto a las pocas personas que trabajaban allí.

Sin embargo, los nervios habían incrementado un poco más después de que Esteban estuviese recibiendo llamadas tras llamadas. Sabía que su esposo había intentado ocultar todo lo que había pasado incluyendo sus atentados y la noche donde Esteban pasó cuidando de él hasta que la fiebre se terminara y su cuerpo tomara vida propia.

Su relación había avanzado demasiado, aunque había cosas que Francisco no sabía si deseaba descubrir.

Las últimas semanas había presentado náuseas y mareos, el incremento de apetito y sin faltar, la fatiga. Quería dormir todo el tiempo y casi no disfrutaba de leer o escribir, dormía y bebía café un poco para tratar de mantenerse despierto pero nada de eso parecía ayudar lo suficiente como para mantenerlo despierto al cien por ciento, siendo encontrado algunas veces por Esteban mientras él dormía plácidamente en algún sofá del salón o en la biblioteca.

Había una verdad a voces que su cuerpo estaba gritándole y que él intentaba hacerse el ciego y sordo para no verlas ni escucharlas.


[...]

Durante una de las mañanas lluviosas en aquel lugar, Francisco observó a través de la ventana y su mirada fue hasta los establos donde Clouds se encontraba recuperándose de lo que había sucedido días atrás. Esteban le había prohibido salir sin él y por lo que sabía, había movido unos cuantos contactos para asegurar la finca y vigilar cada rincón de ella.

Deslizó su dedo sobre la ventana empañada y dibujó una carita antes de sentir ese suave mareo nuevamente. Sus ojos se quedaron fijos en algún punto y sus dedos temblaron antes de llevarlos hasta su camisa.

—Es que no puede ser verdad —murmuro para él solo deslizando su dedo sobre el borde de su camisa.

«¿No puede ser verdad? ¿Sos boludo? Nos cogió sin misericordia y ¿así lo dudas?».

Su subconsciente parecía recriminarle el que siguiera dudando mientras su omega chillaba cada vez que sentía esa calidez ensanchándose cada vez más en su vientre.

Su teléfono sonó y su mirada fue hasta el móvil que se encontraba del otro lado de la mesa, porque claro, para Esteban tenerlo quieto y calmado, había dejado que construyeran una pequeña oficina dentro de la mansión y fue remodelada a gusto y petición del omega quien quedó fascinado con el resultado.

Camino hasta el escritorio y tomó su celular encontrándose con el nombre de Matías grabado en la pantalla y sin dudarlo, contestó.

—¿Mati? ¡Que gusto escucharte de nuevo! —sonrió tomando asiento en su silla pero la emoción del otro lado no fue la misma.

—Fran, creo que estoy un poco mal.

Francisco frunció el ceño al escuchar a su amigo y se incorporó un poco de la silla.

—¿Qué sucede? ¿Te está pasando algo? ¿Vos y tu bebé están bien?

Habían pasado meses desde que no supo más de Matías, Esteban era el único que mantenía contacto con Enzo sin embargo, lo último que supo de Matías era la noticia de su embarazo y después de ello, desapareció como si la tierra se lo hubiese tragado por completo.

—Sí, mi bebé y yo estamos bien. Estoy entrando al sexto mes, de hecho pero hay algo que quiero decirte y es urgente —lo escuchó decir y Francisco asintió sintiendo la preocupación sobre su pecho al escucharlo.

Un corazón de cristal (LIBRO #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora