Martes, 06 de diciembre de 1960.
Estefano no se había levantado ese día de buen humor. Estaba nevando y no le gustaba demasiado el frío, esa era una de las cosas que no le gustaban cuando estaban en las épocas navideñas.
Era su cumpleaños, unos días antes había hablado con su padre de lo tenebroso que se le hacía crecer y cumplir quince años, pero nada se podía hacer ante las leyes del destino, y su padre no era el mejor de los consejeros en ese tipo de situaciones.
Y para completar, llevaba una semana completa sin verse con su mejor amigo porque habían tenido una fuerte discusión, que si lo pensaba con detenimiento, la razón le parecía bastante estúpida. En parte había sido su culpa por no pensar bien sus palabras antes de hablar.
El mismo día de la discusión ambos estaban en la casa del árbol en el bosque. El lago estaba congelado en su totalidad, y los dos estaban amenazados de forma severa en jamás pisar el lago para evitar accidentes de los cuales se lamentaran.
Estaban comiendo la merienda que aún estaba tibia, entonces Estefano decidió hacer un comentario sobre el próximo año cuando iniciaran las clases. A Lucien no le fascinaba la idea de estar en un nuevo salón, con un nuevo profesor y probablemente con niños nuevos alrededor, pero tendría que acostumbrarse.
Estefano quiso hacerle una pequeña broma, y le dijo que tendría que estudiar muchísimo más por si llegaban alumnos nuevos, si es que no quería perder los primeros puestos entre los estudiantes más aplicados de toda la escuela.
Otra de las cosas que Lucien más odiaba, era sentirse en riesgo de perder su título como mejor estudiante. La sola idea lo molestaba, decía que nadie podía ser mejor que él porque siempre daba lo mejor de sí. A diferencia de otros niños, él disfrutaba siempre de hacer sus tareas y no las hacía solo porque sí.
Como era de esperarse en Lucien, se molestó, y Estefano no pudo terminar de explicarse bien y de pedir disculpas cuando el menor ya estaba bajando las escaleras de la casa del árbol y se fue solo a su casa. Los siguientes días que había intentado ir a verlo, la señora Benz solo decía que no estaba en casa o que todavía seguía molesto con él, y aún así, cuando estaba a punto de irse, siempre veía una cabellera roja asomarse desde la ventana del segundo piso, en la habitación de Lucien.
—Hijo, ¿Aún estás discutiendo con Lucien? No te ves para nada bien —dijo su padre mientras ambos comían el desayuno.
El señor Norwood se había esmerado en hacer un desayuno delicioso para su hijo, y qué mejor que hacerle panqueques con batido de plátano que tanto le encantaba. Sin embargo, Estefano comía con lentitud y de vez en cuando jugaba con el tenedor en sus manos en tanto se distraía.
—¿Es muy obvio? —Estefano comió un gran bocado de sus panqueques y masticó casi sin ganas—. Lo extraño.
—No hables con la boca llena.
—Lo siento, pero sí, lo extraño mucho.
—¿Y si vas de nuevo? De todas formas no tienes nada que hacer hoy, tú decides, sigue siendo tu cumpleaños.
—¡Es que es muy terco! Y lo peor es que la señora Benz le hace caso y no me deja verlo tampoco, es demasiado caprichoso, testarudo y un rabietas de primera.
—Bueno, deberías probar suerte. No puede vivir enojado por una tontería.
—Es Lucien, es tan capaz de todo.
—Y tú eres Estefano, y yo no crié a ningún pesimista.
Estefano, refunfuñando, volvió a meter otra enorme cucharada de su desayuno a la boca con un gran trago del batido de plátano.
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Y si pudiera amarte...
RomantikEn un pequeño pueblo cerca al Bosque Eterno, Lucien y Estefano forjan una amistad inquebrantable desde la infancia. Su vínculo comienza en un lago escondido, donde se encuentran regularmente para pasar el tiempo después de clases. A medida que crece...