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No era un secreto para los familiares de Lucien de que él era, de alguna manera, especial.

Tenía tantas cosas que ponían a dudar a su familia de su propio estado mental, en especial al señor Benz. Nunca decía nada al respecto con su esposa, pero el simple hecho de que Lucien empezara a tomar prestados los libros de su esposa, que se mirara en el espejo por tanto tiempo, que se molestara por el simple hecho de no verse bonito a cualquier lugar que fuera, entre otras cosas, le preocupaba.

Empezó a considerar que la señora Benz lo estaba consintiendo demasiado, o que pasaba mucho tiempo con ella para que él tuviera esos comportamientos. 

Pero no lo creía del todo posible, porque desde muy pequeño, Lucien había sido muy diferente del resto de niños en todo el pueblo. Cuando Lucien había cumplido los nueve años, él junto a su esposa habían decidido llevarlo a un centro médico para evaluar su salud mental, pero recibieron una respuesta por parte del especialista que los dejó con demasiadas preguntas sin responder.

Es difícil de explicar, es entendible que ustedes quieran saber más de su hijo y el por qué se comporta así —les había dicho el especialista—. No es la primera vez que veo a un niño actuar de la manera en que lo hace Lucien; créame, en la ciudad tengo un caso similar, por lo que no hay que descartar de que Lucien padezca el trastorno del espectro autista, aunque de una manera mucho más leve de lo que antes pude ver. Es algo muy reciente y confuso, él puede comunicarse con otras personas, hace cosas por su cuenta e incluso tiene un amigo, por lo que pudo contarme. Pero sigue teniendo síntomas, como estrés al ruido o luces demasiado fuertes, no le gusta el contacto físico sin su consentimiento, muy pocas veces repite palabras una o dos veces, y está obsesionado con los libros grandes y de mantener su rutina.

»Yo les diría que no se preocupen demasiado, es un niño bastante independiente que no tiene dificultades para hacer cosas por sí mismo, es muy inteligente y entablamos una buena conversación por un largo rato, aunque se le notaba un poco molesto. Lo único que les recomiendo es tenerlo vigilado algunas veces, y si sus hábitos sociales y personales empiezan a cambiar, por favor, vengan conmigo.

Desde ese día los señores Benz habían tratado de mantenerse al tanto de todo lo que hiciera Lucien mientras estuviera con ellos, porque no podían permitirse seguirlo todo el día cuando estaba de un lado a otro por el pueblo con Estefano. 

Confiaban en Estefano para cuidarlo, era un muchacho responsable y trabajador al igual que su padre, y siempre se encargaba de llevar a Lucien a casa cuando se les hacía tarde. 

Ese día en que todavía era el cumpleaños de Lucien, la pareja estaba aún preparando el pastel de cumpleaños. El señor Benz ayudaba a su esposa a ordenar la sala con algunos globos y confeti para constatar con el ambiente. Pierre, quien para ese entonces ya tenía siete años, estaba en el comedor dibujando un paisaje como tarea de la escuela.

Ambos padres sabían que Lucien estaba en el lago, ya estaban acostumbrados a que todos los días fuera con Estefano a ese lugar, y mantenían tranquilos si estaba con él. 

Sabía que ambos eran amigos inseparables y esperaba que siguiera siendo de esa manera. Hasta ese momento, no habían tenido ni una sola discusión o conflicto con ellos dos, alguna que otra rabieta cuando Lucien se escapaba de casa sin permiso, pero aparte de eso, nada, y eso para los señores Benz estaba más que perfecto.

Ya se habían hecho las cinco de la tarde aproximadamente, solo querían que los niños no fueran a llegar después de que las campanas de la iglesia sonaran.

Mientras que Lucien y Estefano, en el lago, ya estaban terminando de cambiarse de ropa y de colocarse los zapatos para poder irse a casa. Lucien fue el primero en buscar su maleta y colgarla en su espalda, luego Estefano hizo lo mismo y también fue a buscar el cohete que había dejado cerca. 

Y si pudiera amarte...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora