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Un estruendo lo aturdió todo, una tormenta cubrió los fríos y solitarios campos de aquél solitario lugar arbolado, arrasando hasta acallar por completo la escasa quietud que segundos antes lo envolvía. Ceniza del cielo descendió hasta cubrir por completo los rosales y lagos cercanos. La naturaleza pronto se vió marchita y turbada por su presencia, la cuál de inmediato provocó un efecto, uno inusual, uno que nunca antes se había percibido...

Confusión, desesperación y miedo... fue lo que pronto se respiró en el ambiente, este ya había sido profanado por aquella desconocida aura, pues la criatura que ahora se encontraba retorciéndose de dolor ahí... apenas era capaz de comprender dónde se encontraba.

<<¿Qué es esto? ¿Por qué luce tan oscuro? ¿Dónde están los demás? ¿Qué me ha pasado? ¿Por qué... me siento tan diferente?

¿Dónde...?

¿Dónde están mis alas?

Oh no...

No...>>

La criatura, aún sin poder absorber por completo el dolor que la envolvía por el fuerte impacto que había tenido contra el suelo lodoso, se atrevió a hacer un pequeño movimiento para inspeccionarse a sí misma, pues ya se había percatado de la ausencia de sus dos imponentes compañeras de plumas blancas. Ya no estaban, ya no había rastro de ellas, ni de nada que conociera.

El pánico pronto lo envolvió y empezó a hiperventilar.

<<No...

¡¿Qué me ha pasado?! ¡¿Por qué estoy en este lugar tan extraño?! ¡¿Por qué no están mis...?! >>

Se detuvo al escuchar un crujido detrás suyo.

Su cuerpo empezó a temblar, apesar de su escasa experiencia con el exterior y con los peligros que podía encontrarse en él, algo dentro suyo le advirtió, pues rápido se alarmó y ante un intento de prevención se percató de que efectivamente había algo de qué temer.

O más bien... de alguien.

Todo su ser se paralizó al ver una figura entre la oscuridad del bosque dónde estaba, esta no era muy alta, pero le perturbaba sentir su mirada de alguna manera. Al ver que se acercaba, intentó retroceder, no podía ponerse de pie, no sabía de todos modos cómo hacerlo, nunca había tenido la necesidad de usar sus piernas, pero en esa ocasión era la mejor opción el recurrir a ellas, pues el extraño intruso se estaba acercando más y más hasta donde estaba. Sin embargo... eso no era lo que sólo lo atormentaba de él, sino más bien lo hacía también el arma punzante que tenía entre las manos.

<<Oh no...>>

Ya la había visto, era tan parecida a la que usaban aquellos imponentes Arcángeles a los que él obedecía en el paraíso. Siempre les había tenido miedo, pero ahora sentía más que eso al hallarse tan vulnerable ante una criatura que desconocía.

O tal vez no lo era tanto.

La oscuridad seguía ocultando el rostro de su amenazante, pero la criatura igual empezó a negar con la cabeza, asustada.

<<No...

No me hagas daño...

Por favor, por favor no lo hagas...

Yo no sé lo que...>>

Pero el desconocido frente a él sólo movió la cabeza en una negativa y, acto seguido, hizo algo que dejó a la criatura más confundida.

Extendió dos enormes alas blancas...

Dos enormes alas... que se parecían mucho a las que antes tenía.

Luzbel. (En Curso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora