- ¿Pero qué te pasa? - preguntaba mi madre desesperada.
Rafael bajó muy mal, estaba chapeado de la cara y sudando frío: tenía fiebre.
- Creo que me siento mal - musitó. Apenas y podía decir una palabra.
- Créelo de verdad - bromeé. Mi madre sólo me miró al oír esa respuesta -, ¿Pero no habías quedado en irte con Victoria? - pregunté cambiando de tema.
- Por eso mismo tengo puesto el uniforme pero no sé si podré ir - se sentó a la mesa doloroso.
- Por supuesto que no irás - ordenó mi madre. Rafael y yo la miramos sorprendidos -. Tan sólo mírate, estás enfermo.
- Tienes razón - aceptó Rafael y me miró después -. ¿Podrías ir con Victoria? No quiero que vaya sola, hermano.
Me sorprendió su propuesta y de pensar que iré solo con Victoria me hizo sentir mariposas en el estómago sonrojándome a la vez.
- Claro - acepté.
Después de unos minutos, ya estaba listo para salir cuando tocaron a la puerta. Abrí y era ella, estaba preciosa y con una sonrisa brillante.
- Hola - saludó -. ¿Y Rafael?
- Él está enfermo, no podrá venir a la escuela - conté saliendo y cerrando la puerta a la vez.
- Que mal, está mejor que se quede descansando. Entonces iremos los dos.
- Sí - dije empezandome a sonrojar.
Apenas estábamos dando unos pasos y mi cabeza no paraba de pensar en un tema interesante para entablar una conversación con ella. La miraba de reojo y me encantaba cómo siempre, al caminar, ponía tanta atención a las cosas que pasaban a su alrededor. De vez en cuando se tenía que alzar o ajustar los lentes para sentirse cómoda; se miraba tan linda a las primeras horas de la mañana.
- ¿En qué piensas? - mencionó y me di cuenta que todo este rato me estaba mirando. En ese momento yo estaba sonriendo a la nada.
- hmm recordaba unos momentos divertidos con Dimitri - En realidad sólo contesté lo que se me vino a la mente en ese momento.
- ¿Dimitri es el amigo con el que siempre estás? - creo que ella sabía entablar una mejor conversación que yo.
- Sí, en realidad es más que mi amigo; es como mi hermano.
Sonrió y me miró.
- ¿Qué pasa? - pregunté entre una risa nerviosa.
- Sé que aún no te conozco, pero a simple vista parece que tienes bonitos sentimientos, y eso me gusta al conocer a una persona.
Había quedado maravillado. Era tan tranquila su compañía, me sentía en paz y perfectamente podía ser yo ante ella sin ser juzgado. Eso me gustaba.
Sin darme cuenta, ya habíamos llegado. Caminamos hacia la entrada y la dejé pasar primero, y estando los dos dentro, nos dirigimos hacia nuestros salones correspondientes.
Estábamos subiendo los escalones en silencio cuando su celular sonó. Lo sacó de su bolsillo y lo miró: era un mensaje, y ella no tardó en responder. Yo, miré de reojo, abría una conversación con una amiga y contestó un simple mensaje. Y cuando terminó, vi que en una aplicación antes, estaba su Facebook y pude ver su nombre.Finalmente llegamos y ella un poco distraída me miró.
- Bueno, me gustó ahora irme contigo. Aunque no hablemos mucho, a veces también me encanta el silencio - sonrió.
- A mí también me ha gustado - sonreí.
- Bueno, que te vaya bien - dijo e inmediato entró al salón.
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Siempre fuiste tú.
Roman pour AdolescentsEsta historia describe el amor insuperable de dos jóvenes eternamente enamorados.