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Kaeya podía asegurar que ese mes y los dos siguientes fueron los peores de su vida, el abandono de su alfa lo hundió en una espiral de oscuridad, pero justo una semana después, cuando ya tenía asumido que era un completo beta a pesar que aquella voz en la pelea lo hizo dudar todo se dió la vuelta, su celo llego, los curanderos dando un resultado definitivo, un omega, esa semana fue la peor de su vida, su cuerpo de por si ya dolía, ahora era el doble al exigir ser tocado, pero el problema es que no lo queria con cualquiera, todos los olores le daban repugnancia y a pesar de los advertimientos de las curanderas y de las suplicas de Jean, el peliazul optó por parches que ocultaban su olor a Lucettas y uvas; y a pesar de las constantes advertencias de que aquello podría ocasionarle problemas de salud, también escogió los supresores.

Durante un año forjó una máscara plasmada en su cara como beta, llegó al puesto de capitán de Favonius, pero todo aquello era lo que era, una máscara, enmascaraba el dolor, las ansias de tener un resquicio de Diluc consigo que no fuera únicamente su visión, pero su omega lloraba y gritaba sobre todo por las noches, exigía que su alfa volviera pedia al arconte anemo que toda aquella pesadilla fuera eso, una pesadilla transformada en realidad, hasta que finalmente su omega se silencio, se cansó de pedir algo que no le podia ser dado.

Fue en septiembre del año siguiente que hubo una persona que vio el lado más roto del moreno después de Jean, esa fue Rosaria, la monja pasaba todas las noches con el peliazul bebiendo en la taberna y tras conseguir confianza fue un simple abrazo de la pelirrosada quien derribo la pared, dejando a un omega aterrado, borracho, temblando y llorando sobre sus brazos, no eran tan distintos, ella camuflaba que era omega con un perfume que la hacía parecer alfa, el contrario ocultaba su omega, ocultaba todo su ser con una mascara feliz y despreocupada de beta, pero ambos habían sido golpeados, hundidos y abandonados, estaban rotos, tan rotos que si acercabas la mano te cortarias al instante por los fragmentos tan minusculos que había, tal vez fue aquello por lo que conectaban tan bien.

Despues de esos hechos fueron casi inseparables, salvo por los deberes que cada uno tenía, pero cuando caia la noche ambos podían desahogarse, beber y llorar tranquilos sin peligro a que nadie los juzgara.

Y el día que más temía tanto Jean como Rosaria llegó, el omega se encerró a si mismo, seguía siendo la misma persona feliz y orgullosa frente a todas las personas, pero al anochecer, cuando nadie podia verle ya no lloraba, ya no abrazaba la visión, ya no sentía..

Mas tarde fueron arrojadas las enfermedades, se descuido al punto de quedar en los huesos, siendo obligado a comer por la rubia y la bruja quien llego hace varios meses y tampoco juzgo su historia, fue que consiguieron mejorarle un poco, de la mano vino la anemia y para finalizar la ansiedad constante.

Las tres chicas llegaron a la misma conclusión, se estaba castigando, se estaba castigando pensando que todo aquello era su culpa, si era cierto que Kaeya no revelo en ningun momento sus heridas, ni de quien eran provocadas, lo único de lo que estaban seguras era de que se estaba castigando a sí mismo.

Fue tras cinco años después de la partida de Diluc que Kaeya se vio envuelto en una busqueda y captura de un supuesto justiciero enmascarado y tras días y días de busqueda lo encontró, dando muerte a uno de los tantos campamentos fatuis.

-Ou.. con que tu eres el justiciero enmascarado. -murmuró sarcástico el peliazul saliendo de su escondite asustando al de máscara quien en seguida lo apunto con su arma. -Causaras más problemas si me matas que si no me haces daño. -advirtió tranquilo.

¿Alfa?

Su sonrisa cayó de inmediato al escuchar la pregunta de su omega, fue entonces que se fijo, esos ojos rojos tras la máscara eran inconfundibles, se pasó años admirandolos, no era tan ciego.

Healing Wounds [Luckae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora