III

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-ARCONTES QUE ALGUIEN ABRA.. -grito un desesperado omega manteniendo con su mano el parche que comenzaba a caerse de su cuello.

-Kaeya deja de ponerte histérico, nos sacarán de un momento a otro. -dijo tranquilo, haciendo al contrario reir, su celo estaba a tan solo un día o dos, el aroma de Diluc solo hacía que se adelantara, tenía un único supresor encima, pero no podía ponerselo frente al alfa, si no, toda mentira creada se vería destruida al segundo.

-No lo entiendes, necesito salir de aquí. -y golpeó la puerta una y otra vez hasta que se cansó. -Caballeros inútiles.. -murmuró enfadado y aquello último desde luego sorprendió al pelirrojo.

-¿Tú hablando mal de tu caballería? ¿Seguro que no estás delirando? -lo estaba, desde luego estaba delirando, pero no para mal, si no que se sentia tan abrumado por el aroma del alfa que era como si se emborrachara.

-Me da igual, joder, yo no quería ser un maldito caballero, saquenme de aquí..

-Vale Kaeya, esto ya es raro. -dijo el mayor acercandose al moreno, éste penso en huir, su omega le llevó la contraria, debilitando sus piernas ocasionando que el pelirrojo lo tomara en sus brazos fuertemente. -¿Que es lo que te ocurre?

-Bolsillo izquierdo.. por favor.. -fue lo unico que dijo antes de jadear al sentir la mano del alfa tocarle levemente, buscando aquello que el peliazul suplicaba hasta que finalmente lo encontró.

-¿Un supresor, para que Kaeya? ¿¡De que nos servirá?! -exclamó perdiendo los estribos sin dejar de sostenerle.

-¡Maldita sea Diluc! ¡Son mios joder! -grito entre sollozos y jadeos, todo su cuerpo dolía exigiendo ser tocado y aliviado, sensación que no tenía desde hacía 5 años, desde que se entero de que era un omega.

-¿No eran de Rosaria? Ella dijo..

-¡Se lo que dijo Diluc, lo sé! Lo dijo para encubrirme.. soy un omega.. -reveló finalmente ante la vista perpleja del alfa. -Me entere una semana después de que te fuiste.. ahora.. ponme el supresor.. -pidió suplicante, agarrandose a la chaqueta de Diluc intentando mantenerse cuerdo.

-Ya te lo dije Kaeya, ésto puede causar la muerte. -dijo lanzandolo al otro extremo del habitáculo.

-¡No! -gritó intentando ir hacia él siendo retenido por los fuertes brazos del pelirrojo quien le impidieron moverse.

-No dejaré que te dañes frente a mí, ni menos voy a ser yo el causante.

-Duele.. -masculló en un gemido tembloroso, lo único que lo impedía caer al suelo era el mayor que lo sostenía con fuerza.

-Lo se. -susurró acariciando la cintura del omega para después dejarlo con cuidado en el suelo del dominio para seguidamente quitarse su chaqueta roja y tirarla sobre el mismo. -Tumbate. -ordenó, su voz demandante acompañada de un gruñido hizo que el omega obedeciera sin rechistar.

Lo siguiente que supo era que el alfa estaba sobre el besándolo salvajemente, como si quisiera devorarlo, como si quisiera recuperar todo el tiempo que no beso sus labios, sus manos moviendose rápidamente por el cuerpo del omega con urgencia hasta desnudarle, hasta tocar su piel deseoso por acariciar su piel canela

Kaeya supo que lo que estaba sucediendo sería su perdición, se martirizaba asegurandose de que Diluc no lo perdonaria y que de nuevo seria cruelmente abandonado y lo peor, sentía que se lo merecía, pero decidió ser egoísta por una vez, decidió ahogarse entre el aroma del alfa, decidio perderse en el placer, decidió que si moría, estaba dispuesto hacerlo solo si era en brazos del mayor.

Healing Wounds [Luckae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora