9. Abrázame

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Nada más salir de la discoteca me desplomé en el suelo. Quedé sentada encima de la nieve solo con mi vestido. Los copos de nieve se quedaban en mi pelo y piel, helando cada parte de mi cuerpo, pero yo no era capaz de reaccionar. Tenía la mirada perdida y no me movía. Me sentía como si estuviera sola en ese lugar. No escuchaba ningún ruido, no veía nada, no sentía nada... Parecía que de un momento a otro la nieve y yo nos volveríamos uno debido a lo que nevaba.
De repente, noté como unas cálidas manos se posaron en mi cara. Traté de enfocar, pero fue imposible. Entonces conseguí escuchar algo.

—¡¿Nala, que te pasa?!—dijo Matías angustiado.—¡Nala por favor, respóndeme!¡Contéstame, por favor!

Matías parecía que estaba muy asustado. Me agitaba y me daba golpes en la cara para que despertara de ese trance. Yo hice mis mayores esfuerzos.

—E-el chi... El chic-co e-ese...—dije susurrando.
—¡Muy bien! ¡Sigue diciéndome!—se alegró de que respondiera.—¡lo estás haciendo bien! ¡¿Que te ha hecho el chico ese?!

Entonces se me empezaron a entrecerrar los ojos. Sentía que me iba a dormir.

—¡NO, NO, NO! ¡NALA, NO CIERRES LOS OJOS!—noté como sus manos, que me sujetaban con fuerza para que no me cayera para atrás, empezaron a temblar.—No cierres los ojos, por favor.—dijo esta vez susurrando, en un tono desesperado.—¿Que te ha hecho?
—Yo apenas tenía fuerzas para hablar, pero como pude solté el último hilo de voz que me quedaba. —D-dro...g-ga.
—¡HIJO DE PUTA!—respondió Matías.

Justo en ese momento los demás chicos salieron de la discoteca. Al verme tirada en el suelo y a Matías agarrándome se acercaron corriendo.

—¡¿QUÉ PASÓ?!—dijo Juani, agachándose junto a
Matías para quedar enfrente mía súper preocupado.
—La han drogado.—respondió este.
—¿Sabes de que?—dijo Pipe, también preocupado al igual que todos.
—Ni idea, pero Nala está muy mal.

De repente, empezó una tormenta de nieve muy fuerte haciendo que también bajara la temperatura diez grados y dejándonos a -26° a las 4 a.m. Sin pensárselo dos veces Enzo me cargó en brazos, ya que menos el y Matías los demás iban un poco bebidos.

—¡Tenemos que irnos de aquí ya!—dijo este alzando la voz ya que con el sonido de la tormenta se escuchaba poco.
—¿La llevamos al hospital?—dijo Pipe.
—Va a ser imposible bajar de la montaña con esta tormenta, sería súper peligroso. Vamos al hotel. ¡Rápido!

Entonces, todos salieron corriendo hacia el hotel. Cuando consiguieron entrar en recepción no había nadie.

—Chicos, ustedes vayan a sus habitaciones a descansar. Nosotros llevaremos a Nala a su habitación.—dijo Enzo, todavía cargándome. Todos le hicieron caso.

Cuando llegamos a la puerta de mi habitación Matías buscó mi tarjeta para abrir la puerta y en cuanto la encontró abrió la puerta.

—Me quedaré yo con ella, vos váyase a dormir. Te ves cansado. —le dijo a Enzo.
—¿Estás seguro?—le preguntó.

Matías asintió y Enzo me pasó a los brazos de Matías. Yo me aferré a él como pude.

—Cuida de ella.—le dijo Enzo a Matías.
—Confía.

Entonces Enzo se fue y Matías y yo entramos a la habitación. Se acercó a la cama y me tumbó. Estaba empapada por la nieve y el vestido me estaba haciendo daño, así que Matías cogió mi pijama, que se basaba en una camiseta enorme de mi hermano y unos pantalones largos, y me ayudó a cambiarme. Una vez cambiada me metió dentro de la cama y me tapó con la mata. El se sentó a mi lado. Al ver que abrí los ojos su rostro cambió a uno menos angustiado.
De repente, empecé a temblar causa de el frío al que había estado expuesta. Estaba pálida como la nieve y tenía los labios morados.

—Mati...—dije, sin fuerzas.
—Dios mío, estás helada.—dijo tocándome el brazo.

Entonces, conseguí un segundo de conciencia y bajé de ese trance por un momento. Vi que el también parecía estar helado de frío y temblaba.

—Ven, por favor.—dije, levantando un poco la manta.—Abrázame.

Matías no se lo pensó dos veces, se quitó el traje ya que lo tenia empapado y se metió en mi cama, quedándose a mi lado. Me acerqué a él y me apoyé encima de él, rodeándolo con los brazos y apoyando mi cabeza sobre su pecho descubierto. En ese momento noté como su cuerpo dejaba de temblar y entraba en calor, transmitiéndome este a mi también. El me rodeó también con sus brazos para transmitirme más calor aún, lo que hizo que yo también dejará de temblar. Y ahí nos quedamos, los dos metidos en mi cama, tapados con la manta y abrazándonos el uno al otro. De repente, mi corazón se aceleró como nunca.

Demasiadas emociones || LSDLNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora