6. Tienes que ponerme al día.

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Abrí los ojos lentamente. Todo seguía igual que anoche. Matías estaba durmiendo en mi cama, la comida en el escritorio, el hielo derretido en la mesa y yo sentada en la silla. Me acerqué a Matías, que dormía boca abajo, para revisarle el hombro. Estaba bastante morado y las heridas seguían abiertas, así que me dispuse a coger el botiquín que siempre llevaba encima y me puse a limpiárselas. El ni se inmutó. Volví a bajar a recepción a pedir hielo y al regresar a la habitación se lo coloqué en la zona afectada.
Todavía me sentía mal por lo sucedido. Entonces, como si perdiera totalmente el control de mi cuerpo, me senté a su lado y empecé a acariciar su espalda, que lucía al descubierto.

—Mmm...—de repente, Matias movió la cabeza de lado y pude contemplar lo cómodo que estaba. Luego, abrió los ojos y me miró.—Nala...—dijo con la voz ronca.
—Buenos días.—le sonreí.
—Te ves cansada. ¿Has dormido?—Preguntó, pasándose las mando por la cara y quedándose boca arriba de manera que, como estaba acariciando su espalda, al girarse quedó mi mano es su costado.
—Lo que pude, teniendo en cuenta que te quedaste en mi cama y esa silla de ahí no es muy cómoda, que digamos.—dije mientras seguía acariciando la zona donde se encontraban sus costillas.
—¿Por qué no te acuestas?
—Porque estás tú.
—Tampoco muerdo.—soltó una risita.
—¿No crees que es muy pronto para acostarnos en la misma cama, Recalt? Que prisas.—Ironicé, soltando una carcajada a la vez que Matías.—Soy más de ir lento, con calma.—volví a ironizar.
—Lo siento, doña con calma. Entonces aprovecharé esta cómoda cama para mi solo.—dijo haciendo la estrella.
—De eso nada, campeón.—El impulso se apoderó de mí y pegué un salto en plancha, cayendo en la parte de la cama donde había más sitio aunque acabé prácticamente encima de él ya que la cama no era muy grande.

Empezamos a reírnos sin parar y acabamos uno al lado del otro mirando hacia el techo. Me giré, dándole la espalda, y me invadieron los pensamientos.
¿Qué estás haciendo, Nala? ¡Solo lo conoces de unos días! ¿Por qué te preocupas tanto por él? ¿Por qué sientes lo que sientes? ¿En que momento has acabado con un tío en la cama?
Entonces, me quedé dormida.

Pasaron unas horas más, hasta que los rayos de luz entraron por la ventana. Mi móvil no para de vibrar. Fui a levantar el brazo para cogerlo cuando me di cuenta de que no podía. Estaba rodeada por otros brazos y tenía un cuerpo pegado a mi espalda. No sé en qué momento llegaron a ahí, pero era la cosa más cómoda que había experimentado jamás. Igualmente, me dio tanta vergüenza que me deshice de ellos sin despertar a Matías y me vestí rápido para bajar a desayunar. Cogí el móvil sin leer ni un solo mensaje y salí corriendo de la habitación pegando un portazo lo suficientemente fuerte como para que él se despertara.
Bajé a el comedor, donde la gran mayoría estaban desayunando. Vi de lejos a Juani y me acerqué a ellos.

—A alguien se le pegaron las sabanas...—Me dijo Fran, con su preciosa sonrisa.
—¿Qué pasó anoche?—Juani me miró muy preocupado.
—Estaba cansada y decidí irme al hotel a descansar—intenté decirlo de la manera menos apenada posible.
—¿Vos sola?—Continuó Enzo.
—Si... bueno, no.
—¿Viniste vos sola?—Volvió a preocuparse Juani.
—Solo durante un tramo, luego me encontré con Matías y me acompañó el resto del camino.
—¿Por cierto, donde está él?—comentó Pipe.
—Está en mi habitación. —No me di cuenta de lo más que sonó.
—¿Que...?—soltó Blas.
—Tuvo un pequeño accidente y vino a mi habitación a que le pusiera hielo.—Dije rápidamente, para que no pensaran cosas raras.—Al final se quedó dormido y ahí sigue.
—¿Pero que le pasó?—dijo Enzo.
—Oye, esto no es un interrogatorio.—Empecé a cabrearme un poquito. Entonces todos se callaron y seguimos comiendo.

Todo iba bien hasta que el mismo chico, el cual había dormido en mi habitación, acababa de entrar por la puerta. De repente, la vergüenza me invadió dejándome cabizbaja. El se sentó al otro lado de la mesa y el desayuno continuó como si nada. Entonces, cuando estábamos acabando, se acercó Bayona.

—Chicos, hoy subiremos a Sierra Nevada, donde se está montando el set. Abrigaros, que hace frío. —dijo en un tono entusiasmado. Todos asentimos.

Bayona tenía razón, hacía muchísimo frío fuera. Subimos todos juntos en las telecabinas y bajamos los actores, ya que los demás tenían que quedarse más tiempo, después de dos o tres horas. La verdad es que estaba con bastante energía, ya que amo la montaña.
Al bajar, fuimos todos juntos a dar una vuelta por ese pueblo tan bonito en el que se encontraba nuestro hotel y por tanto, en el que pasaríamos mucho tiempo. Íbamos paseando por la plaza central y, de pronto, sonaron a lo lejos dos vocecitas familiares. Entonces me giré y los vi.

—¡Nalaaaa!—Gritaron mis dos hermanitas pequeñas al unison mientras venían corriendo hacia mi.
—¡Peques!—Yo también salí corriendo a abrazarlas, con la necesitad urgente de acercarme lo máximo que pudiera a ellas.—¡Dios mío, cuánto habéis crecido!

Y por fin las abracé. Llevaba meses deseando hacerlo. Las apreté con todas mis fuerzas mientras ellas se aferraban a mi como garrapatas. Ellas lloraban y yo simplemente me fundía en ese abrazo que tanto había esperado. No me creía que las estaba tocando.

—¡Te hemos echado tanto de menos!—Dijo Violeta, una de las gemelas.

Me separé de ellas y miré más adelante. Ahí se encontraban mis hermanos mayores: Sofía, la mayor y con la que me llevaba ocho años; Marc, el siguiente y con el que me llevaba seis; y Martín, con el que me llevaba cinco. Me miraron y yo quedé paralizada. Entonces fue cuando Sofía se me acercó y me dio el abrazo más sincero que jamás me había dado. Yo la abracé de vuelta.

—No sabes lo mucho que te he echado de menos.—dijo ella, con su cabeza apoyada en la mía ya que, como siempre, había sido la más bajita de los 4 más mayores. Entonces se separó y me agarró de la cara.—Tienes que ponerme al día.—Me sonrió. A ella le contaba TODO.

Después de eso, mi hermana dejo vía libre para que los otros dos me saludaran. Pensé que me abrazarían, pero no fue así. Vinieron hacia mi y entre los dos me levantaron en peso, como chicos Fitness que eran.

—¡Nuestra pequeña Lita ha vuelto!—dijo Martín sonriendo. De repente, empezaron a lanzarme al aire mientras reían a carcajadas.
—¡PARAAAAR!¡BAJARME YAA!—Empecé a gritar, ya que sabían perfectamente que odiaba que me hicieran eso.

Tras lanzarme unas cinco o seis veces me bajaron al suelo y les di a cada uno un puñetazo en la barriga, aunque ni lo sintieron.

—¿Que ha sido eso?—dijo Marc, entonces soltaron ambos una risotada.
—Idiotas.—rulé los ojos, aunque no pude evitar esbozar una sonrisa.

Otra vez, las dos pequeñas se me acercaron y las subí a ambas a caballito ya que tenían seis años y pesaban bastante poco. De repente, me acordé de los demás y me giré. Todos seguían allí, mirándonos. Me dispuse a ir hacia ellos y me siguieron. Mis hermanos me miraron con cierta extrañeza.

—¿Quiénes son ellos?—dijo Juani, con curiosidad y un poco sorprendido por la situación.
—Sus hermanos.—dijo rápidamente Martín.
—Los mejores—siguió rápidamente Marc.

Todos se me quedaron mirando algo extrañados. Yo simplemente sonreí forzadamente.

—¿Nala, que está pasando?—Dijo Sofía, con el cejo fruncido.
—Es una historia muy larga.—Intenté evitar poner cara de "la he cagado", pero fue imposible.—Vamos a tomarnos algo...—les dije a mis hermanos. Entonces me giré hacia mis compañeros de cast.—Iros a el hotel, luego iré yo.

Demasiadas emociones || LSDLNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora