C3: ¿Te casarías conmigo?

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Fuyumi tenía un resfriado.

La albina con rebeldes mechones rojos, su hermana, estaba postrada en la cama con la cara sonrojada por la fiebre, mocos en su respingona nariz congestionada y una palidez enfermiza. Su padre ordenó que Fuyumi se quedará en casa, que el doctor ya venía y él no podía ocuparse, que debía trabajar y que Shōto también debía hacerse responsable de sus deberes, demasiadas cosas que, sinceramente, no prestó atención.

El patriarca Todoroki siempre andaba ocupado, era un padre que variaba de lo estricto a negligente, siempre exigiendo demasiado y nunca prestando atención. Pero eso importaba ahora. Si Shōto odiaba o no a su progenitor, no importaba en éstos momentos. Fuyumi estaba enferma y Shōto no sabía qué hacer para cuidarla.

Si tuviera que colocar un nombre en el registro civil para señalar a sus familiares, sólo pondría a Fuyumi como uno de sus padres, su hermana significa tanto como una madre, la única figura materna que estuvo durante su infancia, y si se iba, Shōto sería infeliz para siempre.

—Shōto, suéltame. No es muy importante, ve a la escuela, yo voy a tomar alguna pastilla e iré a mis prácticas más tarde. Vamos, haz caso a tu hermana mayor —dijo con ternura, con la voz ronca y acariciando con cuidado la mejilla izquierda de Shōto.

—¡No, estás muy mal! Onee-san, no puedes salir, estás muy débil—regañó, sentado tercamente vestido uniforme de secundaria junto a la cama, listo para ir a la escuela pero negándose a abandonar a Fuyumi—. Me quedaré aquí hasta que venga Natsu-nii.

—No asistir a la escuela es de niños malos, Shou.

—Soy muy malo, entonces.

Fuyumi soltó una risa débil, negando con diversión, y dice—: Tengo que ir a mis prácticas, Shou. Yo soy grande, si soy mala, me castigarán.

—Ya escondí la llave, nadie va a salir.

—Ay —se quejó Fuyumi, suspirando ante la fiebre—, pero si mi supervisora se da cuenta que no fuí, me van a reprobar. ¡Solo me falta una nota! ¡Shōto, no seas malo! —gimió el nombre en delirio, quejándose—. ¿Sabes? Luego onee-san va a terminar su carrera y podremos comprar dulces con el sueldo de mi trabajo.

Fuyumi estaba balbuceando, la fiebre aumentaba y su cabello se pegaba a su frente, sudoroso. El doctor no demoró en llegar, pero Fuyumi todavía quería escapar hacia sus prácticas, murmuraba aun cuando le dieron el tranquilizante y dormitaba de cansancio.

Lo que sea que debía hacer su hermana, era muy importante. Shōto lo supo incluso si la albina no lo diría, entonces, si ella no puede ir, irá él.

Shōto encontrará la manera de ayudar, quizás haya sido algo inapropiado que tomará el celular de su hermana y buscará la dirección a dónde debía ir; pero Shōto no tenía a quién pedir ayuda. Natsuo se fue a la universidad por ser etapa de exámenes, Touya desapareció temprano por la mañana y su padre no era opción.

Y así fue cómo terminó frente a una guardería, teniendo una maestra confundida y siendo asistente de un salón de infantes. ¡Onee-san iba a estar orgullosa!

Solamente había sido la insistencia del niño bicolor, terrible insistencia, la cuál había convencido a la docente. No era un trabajo difícil, pero no sabía cómo iban a reaccionar los infantes al ver otra no muy mayor persona como profesor asistente. Afortunadamente, la respuesta fue positiva y todos los niños cantaron en coro, acercándose a él con curiosidad y revoloteando a su alrededor.

—¡Qué guapo!

—¡Tiene ojitos de diferente color, hasta tu cabello es de dos colores! ¡Asombroso!

—¿Qué ésto? Un piline, son cinco. ¡Cinco pilines!

Sí, la respuesta fue muy positiva.

Prestó atención a todo lo que le indicaba la docente, después de todo era el futuro de su hermana el cuál corría riesgo.

—Toma lista e interactúa con ellos mientras continúan el proyecto de las flores de papel, estamos en primavera y Fuyumi ya estaba terminando. Solo ayúdale a terminar de pintar a los que faltan, es sencillo, ¿no? —dijo la docente, entregando una lista en sus manos y sonriendo para luego sentarse en una esquina a observar.

Era fácil.

O lo sería, si tan solo Todoroki tuviera idea de cómo hacer una flor de papel.

—¡Shō-chan, Shō-chan! Ya terminé, quiero hacer una rosa, ¿me ayudas? —En ese instante, Shōto se congeló, arrepintiéndose de no haber prestado atención a su taller de manualidades— ¿Shō-chan?

—¡Deku tonto! Yo te enseño, no molestes al mitad-mitad—una voz infantil apareció desde atrás, acercándose a ellos y comenzando regañar al niño peliverde y con pecas. La discusión fue irrelevante, infantil y entretenida. Entonces, el niño intruso, lo miró con aquellos ojitos rojos y dijo—: Niño bonito, si tú no sabes. ¡Mira y aprende!

El grupo era pequeño, pero todos se juntaron como hormigas a la miel, a mirar. Fue divertido. Shōto se divirtió, mostrando una sonrisa de dientes cuando el niño cenizo terminó presumiendo su trabajo.

El cenizo, misteriosamente, se sonrojo.

Calidez bonita, quizás, en ese momento, Shōto comprendió por qué a Fuyumi le gustaba su trabajo. Era agradable estar rodeada de la ingenua amabilidad de los niños, a veces eran tediosos de lidiar, pero al fin y al cabo, eran buenos.

(Incluso, el niño de ojos rojos, le regaló un dulce. Fue un gran día, y quizás podría decirle a Fuyumi que aprobó por ella, seguramente le iba a felicitar.)

Al finalizar el día, Shōto tuvo que cargar con varias “tareas para casa” para su hermana. La profesora a cargo le dijo que esos papeles le entregará a su hermana y que se cuidará para la próxima. Sinceramente, durante toda la mañana no pensó demasiado en su hermana, en la gravedad en la cuál estaría, aunque confiaba en los sirvientes, estaba preocupado.

Recordó enviar un mensaje al chófer de su padre para que lo recogiera y, soltando un suspiro, se quedó esperando distraídamente en las puertas de afuera de la guardería de niños.

—Oye, niño bonito.

De la esquina del ojo observó al inquieto niño de ojos rojos, Bakugou Katsuki, cerca a su cara y escondiendo algo a sus espaldas.

—¿Qué haces aquí, tus padres no vienen o qué? —preguntó Katsuki.

—Ya vienen, ¿y tú?

—La bruja se quedó conversando con la maestra, demorará como siempre —contestó.

Hubo un minuto de silencio, Shōto, con lo denso que es, percibió un comportamiento extraño en el niño que estaba misteriosamente nervioso.

—¿Estás bien?

Katsuki enrojeció, su labio interior estaba temblando, traga saliva y entonces, lleno de valentía, sacó las rosas que hizo con anterioridad y se las presentó a Shōto.

—¡Maldita sea! ¿Te casarías conmigo?

Créditos al artista ✨: Soraru Todoroki en Facebook, ¿no?

Créditos al artista ✨: Soraru Todoroki en Facebook, ¿no?

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