Capítulo 1: Acoso

107 11 165
                                    

Inexplicablemente, la joven se encontró en la oscuridad y caminó sobre esta con desoriento. Alzando las manos temblorosas, mientras trataba de tocar lo que sea que le ayudará a sostenerse, pues con el desasosiego, le fallaba el equilibrio y se tambaleaba. Buscó a tientas y no encontró nada más que el vacío y la penumbra.

—Aquí es donde perteneces, mi preciosa portadora del caos —habló una misteriosa voz femenina.

La chica giró sobre su lugar, tratando de ubicar el origen, pero aquella voz rebotó en el eco de la infinita nada.

De pronto, comenzó a sentir un inmenso calor que le recorrió el cuerpo, iniciando sobre su pecho y expandiéndose como fuego por cada rincón de su ser, quemándola. La chica se arqueó hacia delante, respirando dificultosamente y en el acto, fuertes arqueadas salieron de su boca, mientras hacía un esfuerzo por succionar algo de aire.

—Maldita eres —dijo la voz—, malditos tus ojos y malditas tus espinas.

—¡Heiiit! —logró emitir un grito desgarrador y se irguió sobre la cama.

Descubrió que había tenido una pesadilla, pero la inquietud y la desesperación no se desvanecieron, al contrario, el pánico no hizo más que incrementar al desconocer el lugar donde se encontró. Desconoció la suavidad de la cama donde se encontraba, la lejana ventana por la cual se filtraba una luz genérica que proyectaba sombras tenebrosas que parecían remolinarse unas sobre otras y el montón de retratos hechos con grafito que decoraban la pared; rostros extraños que parecieron juiciosos en aquel momento de pánico. Miró sus manos temblorosas y comenzó a sollozar.

—¿Dónde estoy? —preguntó— ¡¿Quién soy?!

—¡Ana!

La puerta de la habitación se abrió con brusquedad y una mujer de larga cabellera castaña se abalanzó sobre ella. La mujer trató de sujetarla, pero la joven se resistió, arrastrándose sobre la cama y soslayando a la recién llegada.

—No, aléjate de mí. ¡No te me acerques!

La mujer la sostuvo fuertemente de los brazos que trataron de apartarla y la miró a los ojos con una desesperación llena de intensidad, como si quisiera penetrar en su mirada.

—¡Ana, soy mamá! 

La joven se contrajo entre los brazos que la sujetaron y levantó los ojos desorbitados a quien le sirvió como un ancla para no caer en la locura. Así pues, toda la información taladró en su cerebro como si de un reinicio se tratara.

«Soy Ana Namikane. Soy una híbrida mágica aparentemente humana. Tengo 15 años y sí, la mujer ante mí es mi madre».

—Ma-má... —balbuceó Ana con la voz temblorosa. Escudriñó los ojos castaños de su madre e intentó, por todos los medios, acabar de reconocerla. Luego rompió a llorar—. ¿Qué me sucedió?

—Ana... —Su madre titubeó y la miró lastimosa—. Mei desapareció.

—¡No! —Se arqueó sobre la cama llorando, mientras comenzaba a empaparse con los recuerdos. Esos malditos recuerdos que ojalá nunca se hubieran restaurado.

El diagnóstico: Trastorno de estrés post-traumático.

El diagnóstico: Trastorno de estrés post-traumático

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Mágicos Inesperados: Dorada (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora