Capítulo 54: Fuera de control

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El gusano que sobresalía al cuello de Brand, comenzó a convulsionar, emitiendo lo que Ana pensó parecía una risa.

—Qué criatura más inusual...

«¡La cosa asquerosa habla! —pensó Ana, horrorizada»

—¿Tú sabes qué cosa es? —Brand la señaló, mirando al gusano que se columpiaba sobre su piel.

—Lo sé, puedo sentirlo. Es un ser de fuego cuyas llamas se extinguieron a merced de la desgracia. Tiene apenas un ápice de luz, pero la mayor parte de ella es oscuridad pura y perfecta. Tiene que ser mía...

—Si es lo que quieres, te la daré, siempre y cuando yo tenga lo que quiero. —Brand volvió a mirar a Ana con frialdad.

—Brand, ¿hiciste un pacto con uno de esos seres? —preguntó Ana, mirándolo con desprecio—, esos monstruos errantes que no pertenecen a nuestro mundo.

—Tú no eres mejor que yo, querida —ronroneó Brando con deleite—, tienes ese poder extraño y que, claramente, es una aberración. ¡Eres un ser monstruoso!

El brazo izquierdo de Brand se hizo más grande, envuelto con aquella masa negra y pegajosa. Cinco garras que destilaban una sustancia apestosa y púrpura, se abalanzaron sobre la Teini.

—¡Ana! —gritó Yamell horrorizado, pero se detuvo de ir por ella cuando los tallos dorados emergieron del suelo y crearon una pared protectora frente a Ana.

El monstruoso brazo de Brand dio un zarpazo sobre estas, pero no les provocó ningún daño, en su lugar, sus garras se rompieron y cayeron como añicos en el suelo. El brazo volvió a su tamaño normal y el Kontorora miró sorprendido la pared espinosa que se había alzado frente a ella.

—No se rompen... —observó—. Son demasiado duras.

Los tallos comenzaron a mecerse y se abalanzaron sobre Brand como si tuvieran vida propia.

—¡Usa el control! —gritó el gusano.

Una poderosa descargar de corrupción emanó del cuerpo de Brand, como relámpagos de tres colores distintos: negro, rojo y púrpura. Con su mano, arrojó esa descarga sobre los tallos de Ana y aunque no se rompieron, se quedaron inmóviles, mientras la energía corrupta corría sobre ellos.

Ana cayó de rodillas, sintiendo un profundo dolor en sus raíces, al tiempo que su cuerpo volvía a enfriarse súbitamente. Vio a Mei, alejándose de ella después de que Ana le dijera que la detestaba, la pequeña Daniela entrando a casa, escoltada por su abuela, con la mirada rota y una sola raíz cayendo sobre su cara. Finalmente, se vio a ella misma parada sobre el puente peatonal de aquella noche, mientras las palabras de Brand hacían ruido en su cabeza:

«¡En realidad deseas que sean los otros los que salten del puente y no tú!».

Las lágrimas cayeron sobre sus mejillas y el dolor se hizo presente, amenazando con convertirse en odio.

—¡Dorada!

Un destello de luz azul se abrió paso en medio de sus delirios y un calor dulce recorrió su cuerpo. Levantó la mirada y vio a Lano sujetando sus tallos dorados, los cuales le impidieron el paso hacia ella, pero Ana igual percibió su tacto a través de ellos, como si fuera su piel la que estuviera tocando. Lano la miró angustiado desde el otro lado.

»¡No pierdas! —dijo, sorprendiendo a la Teini—. ¡Jamás perdiste un duelo sin importar lo que se cruzara en tu camino!, ¡haz que ese marcador diga Ana uno...

—¡Y Brand cero! —exclamó Ana, sonriendo.

Lano le devolvió la sonrisa y los dos se miraron, expresando con esa conexión visual todo lo que sentían el uno por el otro. Ana se incorporó lentamente y los tallos dorados volvieron a moverse, sin importar la energía corrupta que pretendía invadirlos. Ana sintió logró percibir ese frío que quería meterse en su piel, pero fue capaz de mantenerlo fuera de ella.

Mágicos Inesperados: Dorada (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora