Capítulo 26: ¡Victoria!

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El tiempo transcurrió con lentitud, los artículos de la alacena ya estaban en perfecto estado y la cocina estaba muy bien pulida, a pesar de ello, el día continuaba haciéndose muy largo y Ambelax no encontraba en qué distraerse para disipar su inquietud.

Acabó por vaciar la mermelada vieja en el frasco de la nueva para poder lavar la recién vaciada; abrió el grifo y empezó a tallar. La acompañaron las gotas de agua que salpicaron y el sonido del chorro vertiéndose con estruendo, sin embargo, ese tenue contacto con la realidad, no fue capaz de sacarla de sus divagaciones, por lo que siguió tallando, ignorando que el frasco ya estaba limpio. Se empapó con lo angustiante de sus recuerdos y la razón por la que quizá, Estela Namikane la evitaba. Frustrada, Ambelax se dio la vuelta y arrojó el frasco contra la pared, donde se hizo añicos, emitiendo el estridente chirrido del cristal rompiéndose.

—¡Maldito seas Mikeshe! —bufó en el acto y al haber sacado esa furia contenida, se giró suspirando solo para cerrar el chorro de agua.

Se apoyó sobre el lavabo y cerró los ojos, intentando disipar su paranoia y volvió al núcleo de sus preocupaciones. No era el pasado el que la estaba atormentando en ese momento, sino el inminente porvenir que no podía seguir aplazando. Se decía a sí misma que debía dejar de esconderse en su cómoda mentira y decir la verdad antes de que algún otro fuera a hacerlo.

Le agobiaba mucho pensar que su hijo fuera un joven introvertido y solitario, incapaz de comunicarse abiertamente o de relacionarse con otros. No sabía muy bien a qué se debía su personalidad antipática, pues, en realidad, había sido así desde que era un bebé. Ella quería esperar a que ese sufrimiento se disipara; que él mismo se superará e hiciera amigos en los que pudiese confiar.

«Pero no puedo esperar más —se repetía constantemente, atormentándose y temiendo del inminente porvenir».

Fue por la escoba y el recogedor para limpiar su propio desorden, todavía pensando, divagando y reflexionando; remontándose cada tanto en el pasado y anhelando que su hijo tuviera la posibilidad de acceder a mejores oportunidades, no como a ella le había ocurrido. Escuchó la puerta principal y Ambelax supo que esa era la nota de sentencia, la que advirtió que había llegado el momento. Así que salió de la cocina.

—Lanito... —Lo llamó suavemente y se interrumpió allí, porque lo vio entrar con Luka.

No podía abordar el tema delante de ella, además, se distrajo viendo que ellos dos ingresaban conversando en una mutua conversación que no alcanzó a escuchar, puesto que los dos se detuvieron al verla.

—Hola, señorita Ambelax. —La saludó Luka alegremente.

—Hola —respondió Ambelax, fingiendo una sonrisa infalible—. Me sorprende verte, Luka, creí que estarías ocupada adelantando trabajos.

—Decidí darme un tiempo solo por hoy para verlos.

Lano, mientras tanto, se dirigió al sillón y allí depositó su mochila, un mínimo detalle que Ambelax no dejó pasar por alto, pues sabía que lo normal sería que Lano se apresurara a pasarlas de largo para dirigirse a su habitación. Que dejara su mochila ahí, solo podía significar que tenía intención de permanecer en la habitación y en efecto, así fue. Se quedó allí, haciéndose el tonto, observando los volúmenes del pequeño librero que por lo general trataba como invisible.

Ambelax continuó su conversación con Luka, al mismo tiempo que observaba y analizaba a su hijo.

—Me pone muy contenta que te abras el tiempo para estar con nosotros —comentó—, pero no te sobre exijas demasiado, cariño.

—No se preocupe, señorita Ambelax, esta dinámica de adelantar clases y trabajos, están dedicadas al resto de los de mi clase. Lo digo en serio, recuerde que soy la número uno, no me subestime.

Mágicos Inesperados: Dorada (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora