Capítulo 8: Criminal

35 5 91
                                    

Ambelax atravesó el pueblo corriendo hasta que llegó al portón de la escuela, en donde, tuvo que abrirse paso a empujones entre el tumulto de espectadores: había tanto estudiantes como gente externa a la escuela.

Todos se hicieron a un lado, empujando a Ambelax, para permitir que los adultos sacaran en una camilla a Irén. Iban a transportarlo en un auto hasta el pueblo vecino, dónde si había un hospital, no como en Houyo que carecía de casi todos los servicios básicos.

Tan pronto como Irén desapareció de la mirada de la muchedumbre, los ojos del juicio se posaron en Ambelax, quien, con una expresión desafiante se abrió paso entre el gentío que parecía hacerse cada vez más pesado para impedirle pasar. Sin embargo, a pesar de lo diminuta  que era, logró escurrirse entre la gente. Se detuvo cuando percibió a Luka, atrapada en la misma situación que ella. La kitsune trataba de acceder al otro lado, pero la multitud se resistía y la empujaban de regreso; alguien incluso se atrevió a reclamarle:

—¿Por qué quieres ir con él? Casi mata a tu novio.

—Irén y yo ya no salíamos —replicó Luka frustrada.

Ambelax intervino abrazando a Luka por la espalda. Ella la miró desesperada y la joven mujer no hizo más que sonreír con ternura para tranquilizarla, acto seguido, dejó a Luka allí y siguió avanzando hasta el centro de la multitud.

Lano estaba sentado en el suelo, rodeado de profesores, quienes se encargaban de mantener a los espectadores al margen. Apenas lo vio, Ambelax sintió un fuerte dolor en el pecho, pues el joven sostenía una frívola expresión, ligeramente molesto por la gente que lo rodeaba y no dejaban de juzgarlo. Tenía los nudillos reventados, el uniforme escolar empapado de sangre y algunos restos de carne humana entre las uñas.

La directora Agnes estaba parada junto a él, con los brazos cruzados y una mirada desafiante puesta en la muchedumbre, advirtiendo que se meterían en problemas si se acercaban demasiado. Ambelax tenía una buena relación con Agnes, por ello, pese a todas las dificultades en las que Lano se metió desde la escuela primaria, jamás fue expulsado de ninguna escuela. Agnes tenía una presencia feroz y una gran influencia.

—Hola, Ambelax. —Agnes la saludó con un tono imparcial, mientras Ambelax se reunía con ella—. Supongo que ya te imaginas la gravedad del asunto.

Ambelax miró a su hijo, quien hacía una mueca y fruncía el ceño, aparentando molestia; no obstante, evitaba mirar a su madre, como si en verdad se sintiera avergonzado... Siempre daba la impresión de ser un chico arrogante, orgulloso y rebelde, pero nadie lo conocía mejor que su madre y ella sabía que en realidad, era un joven sensible. Dejó de mirarlo y volvió a fijarse en la directora.

—¿Han podido hablar con él? 

—Ya conoces a tu hijo —respondió Agnes ligeramente frustrada—, jamás da explicaciones de nada.

—¡Ambelax! —Escuchó un grito desesperado detrás de ella, una voz femenina que reconoció sin necesidad de voltearse: era la madre de Irén—. Todos en este pueblo nos abstuvimos de meternos con tu hijo en consideración a ti, pero, esto ya sobrepasa los límites de lo debido. Voy a meter una denuncia, ¡¿me oyes?!

Por los temblores de sus gritos, Ambelax supuso que estaría forcejeando y que alguien allá atrás la estaría reteniendo. No la miró y se limitó a saborear la amenaza, sintiendo una ferocidad que ardió cual llama salvaje en su interior.

«Contrólate, Ambelax —se dijo a sí misma».

—¡Dame la cara! —gritó la mujer desesperada—. Te jactas de ser una santa, pero, es obvio que eres una cualquiera y ese hijo tuyo es un reflejo de lo bajo que has caído...

Mágicos Inesperados: Dorada (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora