Amor despues de la muerte

Sanemi, mi buen amigo

La primer clase del azabache término muy tranquila, más tranquila de la que Obanai esperaba. Se quedó en el salón corrigiendo las tareas de sus alumnos mientras cabeceaba del sueño, hasta que su amigo de las cicatrices se acercó con un café para darle.

- ¿Otra vez dormiste mal?, me hubieras dicho y me fijaba para remplazarte hoy -dijo el albino entregándole el café-

El de barbijo tomó el café de las manos de su amigo y le dio un sorbo- Gracias, pero no me podes remplazar, que yo sepa no sabes nada de química -hablo el azabache-

- Puedo mantener una clase con lo más básico, pero ahora decime porque dormiste mal -se apoyo en la pared con los brazos cruzados, esperando que su amigo hable-

- Bueno, no se si era un sueño o estaba muriendo, pero apareci en un espacio blanco, sin salida alguna -el azabache le empezó a contar todo al albino, desde el uniforme extraño hasta la chica que vio ahi- era una chica un poco más alta que yo, de pelo... rosa y verde en las puntas, si no mal recuerdo.

- ¿Pelo rosa y puntas verdes?, que extraño, pero me resulta conocido... -dijo el albino rascandose la nuca-

- Cuando trate de acercarme y tomarla del hombro para ver su cara, el piso debajo mio cayó y desperté, sigo sin entender que clase de señal es esa -dijo y tiro el vaso de café después de terminar de tomarlo-

- Bueno, almenos no te estabas muriendo o algo por el estilo -dijo el albino y se separó de la pared- ¿sale ir a tu casa?

- Te estas autoinvitando, pero no tengo problema. Si Kaburamaru te muerde de nuevo no me podes decir nada -dijo alzando las manos-

- Por suerte ese bicho no es venenoso -agregó el albino, suspirando  de alivio-

- Entonces nos vemos a la salida -hablo el azabache para levantarse de su asiento y tomar sus cosas, para moverse a su próxima clase-

Ese día fue muy tranquilo para Obanai, no hubo reunión, Sanemi no grito ni se quejó de nada... Es más, hasta comenzó una charla con Kanae, y el azabache no tiro a ningún alumno por la ventana. A la salida se cruzó con el albino de las cicatrices y se fueron caminando a la casa Obanai.

- Te apuesto 500 pesos a que no te lavaste la cara antes de salir -hablo el albino caminando al lado del más bajo-

Iguro saco la billetera y le dio los 500 pesos, para seguir caminando a su casa junto a su amigo.

- dinero fácil -sonrió victorioso Sanemi y le pegó suavecito en el hombro-

Estaban caminando muy tranquilamente mientras charlaban de su día y sobre el sueño de Obanai, pensando porque el tenía puesto el uniforme ese y la chica dando la espalda.

- Nunca me dijiste que estabas enamorado -sonrió burlonamente Shinazugawa-

- Porque no me gusta nadie, así que no molestes o hago que Kaburamaru te muerda de nuevo -le dijo algo enojado y agregó- aparte no la conosco, ¿no escuchaste que no le llegue a ver la cara?

- Bueno, solo decía -alzó los brazos el albino-

Después de esa pequeña "discusión", llegaron a la casa de Obanai, el cual volvió a recibir un ratón de parte de su serpiente

- ¿Te sigue trayendo ratones?, no entiende más este loco -se agachó Sanemi a acariciar con algo de miedo a la serpiente-

- Si, se lo digo y me los trae igual... Pero yo se los tiro en el patio al vecino -soltó una pequeña risita el azabache-

- Hoy me toca a mi -hablo el albino para recibir el ratón, asomarse al patio, y tirar el ratón a la antena de señal del vecino. Entró a la casa riendo a carcajadas- ¡¡le baje la antena de wifi!!

Ambos se reían a carcajadas mientras Obanai cocinaba y Sanemi jugaba con Kaburamaru, para después, sentarse a comer y charlar del... ¿Bebe del vecino?

A los minutos terminaron de comer y Sanemi se fue de la casa de su amigo, despidiéndose con un saludo de manos que al azabache le salió mal.

- Nos vemos mañana, Iguro -sonrió el albino y se fue-

- Nos vemos -agitó la mano el de barbijo y se metió a su casa-

Tomó una ducha, se guardó el examen ya terminado en su mochila, para imprimir más copias mañana en el colegio y se fue a dormir. Durmió como tronco toda la noche, hasta Kaburamaru se escondió en una prenda de Iguro para no escucharlo roncar del sueño que este último tenía.