Epílogo

486 68 24
                                    


Dos meses después.

Beomgyu respiró profundamente y dejó que la brisa que soplaba aquella tarde inundara sus pulmones. Apoyó los brazos en el balcón y sus ojos se posaron en la sortija que llevaba en el dedo anular de su mano izquierda.

Se había convertido en el señor Kim tres días atrás y todavía le parecía estar viviendo un sueño, después de haber estado inmerso en una pesadilla que había durado más de cuatro años. Aquellos dos meses habían pasado demasiado rápido y, en ese momento, apenas podía detenerse a pensar en todo lo que había sucedido.

Yeonjun había pasado casi dos semanas en el hospital recuperándose de la herida en su abdomen. Todavía se le helaba la sangre cada vez que recordaba los momentos que habían pasado en aquel edificio abandonado.

Por fortuna, la policía y los paramédicos habían llegado rápido al lugar. Sonrió al recordar las reprimendas que había recibido Yeonjun de su compañera sobre no haberle avisado de nada y haberse enfrentado a aquella situación él solo, arriesgando su propia vida. Yeonjun había sabido calmarla con un apretón de manos y una de sus mejores sonrisas encantadoras.

Ese día, en el mismo momento en que Soobin Franklin Massey caía el vacío, la pesadilla de Beomgyu terminaba. Al menos la amenaza latente de la que había sido víctima había llegado a su fin. Después de aquella experiencia se despertaba por las noches bañado en un sudor frío.

Estiraba la mano y, entonces, se daba cuenta de que Yeonjun no estaba con él porque estaba internado en el hospital. Siguió sus consejos y los de su hermano y volvió a las sesiones de terapia. Aquellas dos horas semanales, poco a poco, le fueron devolviendo la paz y el sosiego que su vida necesitaba. La terapia y Yeonjun habían sido su motor para seguir adelante.

Cerró los ojos y pensó que, si algo malo le hubiese sucedido a él, él no lo habría soportado. Yeonjun había puesto su vida en peligro para salvarlo. Sin detenerse a pensar en las consecuencias, había permitido que Soobin lo hiciera partícipe de su juego. Le agradeció lo que había hecho por él y fue a diario al hospital. Se quedaba durante todo el día y regresaba por las noches a casa, completamente agotado, para acostarse a dormir junto a Boris y el pequeño Otelo II.

Lo amaba y le debía la vida.

Abrió los ojos cuando percibió su presencia. Se quedó allí, quieto. Le gustaba que él lo observara antes de acercarse.

Yeonjun se recostó contra la puertaventana y se metió las manos en los bolsillos.

Una brisa ligera echaba el cabello de Beomgyu hacia atrás, y él pensó, una vez más, que era la persona más hermosa que había conocido en su vida. El hombre que había comenzado a amar, casi sin darse cuenta, desde el primer encuentro: tan asustado y vulnerable. Su necesidad de protegerlo poco a poco se había ido convirtiendo en algo más profundo, más grande. Tan profundo y tan grande como el amor que sentía por él.

No le había importado poner en vilo su propia vida por salvar la de él. Después de todo, si algo le hubiera sucedido a Beomgyu, si lo hubiese perdido en manos de aquel loco, el dolor habría sido insoportable y la vida ya no habría sido jamás la misma.

Beomgyu había estado junto a él mientras se recuperaba de su herida, y sus cuidados y su devoción eran la mejor recompensa por tanta angustia.

Su último día en el hospital sería inolvidable para ambos. Acostado en aquella cama y con el rostro todavía algo pálido le había pedido oficialmente que se convirtiera en su esposo. Había contado con la complicidad de Taehyun que se había encargado de traerle un anillo a escondidas. Se estremeció al recordar la emoción en el rostro de Beomgyu cuando le dio la pequeña cajita de terciopelo negro. Ni siquiera había habido necesidad de palabras, se habían mirado y eso había bastado. Él lo había abrazado y, segundos después, la habitación del hospital se había llenado de gente. Estaban todos. Taehyun y Kai que, para alegría de Beomgyu, parecían estar más cerca que nunca. Se habían unido al festejo Jennie y Christopher, que se habían escapado un par de horas de la editorial para felicitarlos, y también habían llegado Yeji y Jimin, con una botella de champán y algunas copas.

Serial Killer 《Yeongyu》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora