Moura se precipitó hacia Taýr, dejando escapar risas suaves entre lágrimas que le inundaban los ojos. La chica, con un abrazo conmovedor, se aferró con fuerza al cuello de su madre, como si quisiera asegurarse de que era real. La emoción impregnaba el aire mientras Erguth, al verlas, se alegró en silencio.
Después de algunas horas, llegaron al campamento principal y se otorgaron algunos días para que Taýr pudiera recuperarse. Al cabo de unos días, todos estaban listos para continuar desde muy temprano. Extinguieron el fuego y ocultaron todos los vestigios de su breve parada en esa área.
La mañana estaba soleada, no había viento, y el cielo era de un azul perfecto. Se alejaron del sendero cercano y entraron en el bosque. Ahí dentro, el aire olía a hierba fresca. Los rayos del sol no llegaban a tocar la tierra, quedaban atrapados entre las copas de los árboles.
El terreno cubierto de ramas descendía hasta un riachuelo, el cual cruzaron con cuidado, seleccionando piedras estratégicas para pisar. Al llegar al otro lado, observaron un pastizal en el límite del bosque tupido y oscuro. Justo cuando estaban a punto de entrar al pastizal, oyeron un ruido cercano, proveniente del interior del bosque: un gruñido. Se quedaron quietos, atentos al sonido, mientras zumbaban los insectos a su alrededor.
Varios metros después de la línea de árboles, observan a unas criaturas de ojos oscuros y algo repulsivo goteando de sus fauces. Una de ellas dirige su enorme cabeza hacia ellos, olfateando el aire y mostrando su gigantesca dentadura. Una rugió nuevamente con un sonido ronco y amenazador, propio de reptiles. La bestia sacudió la lengua con un movimiento rápido, y aquella monstruosa cabeza los observó a todos.
En el ambiente se percibía una irritante sensación, como si el aire estuviera cargado de electricidad. Casi se podía oír la intensa vibración del sonido, la transmisión de energía que azotaba; fue entonces cuando Jared intuyó que Taýr tenía algo que ver con esa sensación.
Las criaturas comenzaron a avanzar hacia ellos, desapareciendo al entrar en la alta hierba. No había manera de escapar, ya que darles la espalda significaba una muerte segura. Los líderes intentaban dar órdenes coherentes para lograr una mayor efectividad en la defensa, pero aquellos que se habían unido no habían contemplado encontrarse con bestias tan pronto.
Muchos huyeron despavoridos tratando de alejarse lo más posible de las criaturas. Uno de ellos se precipitó hacia Taýr, un joven tembloroso con la mirada perdida, completamente desconcertado por la aparición que dejaba tras de sí.
Taýr no soportaba verlos correr con terror en sus ojos, en especial cuando sentía la culpa de sus temores. Solo esperaba poder eliminar esas criaturas. Soltó un suspiro mientras se transformaba en un torbellino. A todos les costaba mantener el equilibrio; algunos caían al suelo, otros se mantenían de pie apoyándose entre ellos.
A Erguth le dolían los músculos de las piernas por intentar sujetarse con tanta fuerza para no caer. Observó a unos pasos de él a Moura, con Jared intentando ayudarla a levantarse.
Las criaturas se elevaron a quince o veinte metros del suelo, pataleando y rugiendo, justo cuando un vertiginoso rayo con un resplandor salía desde los dedos de Taýr en espiral, atravesando los cuerpos de cada una de las criaturas. Se escuchó un espantoso crujido y todas cayeron al suelo, desapareciendo de inmediato en volutas de humo negro.
Cuando el torbellino desaparecio, todos recuperaron finalmente el aliento. Observaron en silencio cómo Taýr aparecía en medio de una luz azul que se disipaba poco a poco. Después de agradecer a la hechicera por haberles salvado la vida, todos se acercaron a Stroud.
— Nos dirigiremos al este —dijo con voz fuerte.
Pronto, siguieron por el irregular camino, bajo ellos se desplegaba una alfombra de copas de árboles. Bhuzz examinó el horizonte, buscando la cumbre a lo lejos.
Incluso observó la cordillera con la esperanza de que estuviera más cerca. Sin embargo, continuaron hasta que anocheció y la cordillera se curvó detrás de ellos, desapareciendo en la distancia. Por debajo, las junglas parecían infinitas, interrumpidas solo por franjas de pasto y tierra muerta.
Lo más acertado parecía elegir el campamento era un claro donde tendrían más visión en caso de que hubiese depredadores cerca. No era raro que los cazadores también tendieran emboscadas entre la maleza.
Con la llegada del amanecer, avanzaron a un ritmo constante por tierras con un suelo tan compacto como los serpenteantes caminos que se extendían por las montañas. Las tierras áridas frente a ellos mostraban un paisaje desolador, sin bosques a la vista, solo ocasionalmente interrumpido por retorcidos árboles con ramas secas y arbustos dispersos.
—Estas tierras son tan vastas como desoladas —murmuró Bhuzz, observando el árido panorama.
Cada encuentro con un arroyo les brindaba un breve respiro para abastecerse y calmar la sed. Sin embargo, predominaba la desolación en las llanuras circundantes, donde los vientos constantes, a veces llevaban consigo olores intensos y otras veces aullaban como el lamento de almas condenadas.
Finalmente, al avanzar considerablemente, pudieron divisar en el horizonte gris una hilera lejana de montañas, una línea blanquecina que ofrecía el consuelo de que la aridez de esas tierras tenía fin. Aunque sabían que podrían viajar semanas sin llegar a esos picos, la visión distante les otorgaba un objetivo tangible.
Stroud, mientras examinaba las ramas retorcidas de los árboles cercanos, añadió: —Las montañas al norte pueden ser nuestro destino, pero aún queda un largo camino por recorrer.
Al caer la noche, montaron el campamento tras superar una arboleda de árboles retorcidos, similares a los que habían encontrado en su viaje. Estos proporcionaron cierto refugio frente al viento cortante, que, a pesar de todo, moldeaba de manera fantástica las llamas de la hoguera encendida.
Uno del grupo que se encuentran cerca de la fogata, frunció el ceño mientras observaba el oscuro paisaje. —Este lugar me inquieta. No parece natural, como si estuviera marcado por una maldición.
Otro, mirando hacia el horizonte, añadió: —Estoy de acuerdo. Me pregunto si hay algo más.
Stroud, examinando las sombras que se alargaban bajo la luz de la hoguera, concluyó: —Sea lo que sea, mantengamos la guardia alta y concluyó, afilando su espada. —Nuestra misión no tolera demoras, partiremos mañana muy temprano.
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Taỳr: La princesa hechicera
FantasyTaỳr, la princesa hechicera, emprende un arriesgado viaje que pondrá a prueba su coraje para superar obstáculos tanto físicos como mágicos para liberar la tierra de la opresión. Con cada victoria, la fama de Taỳr crece, inspirando a otros a unirse a...