CAPÍTULO 4

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La tensión tiñe la mañana cuando la chica, absorta en su rutina, avista un grupo de cazadores en el horizonte. Consciente de que es demasiado tarde para regresar a casa o alertar a su madre, se ve rodeada por ellos antes de que aterricen.

La soldado se acerca al grupo de aeromotos que rodea a su hija, ocultando su inquietud tras una mirada imperturbable. Taỳr reconoce la determinación y protección únicas que emanan de su madre. Mientras evalúa la situación con seriedad, la soldado interroga a los intrusos sobre la prohibición de portar armas.

— ¿Qué sucede? —inquiere con una seriedad que denota su experiencia en situaciones tensas.

— Está prohibido portar armas de cualquier tipo — responde uno de ellos, con una mirada desafiante posada en Taỳr mientras desciende del vehículo.

— ¿Quién es ella? —cuestiona, señalando a la chica.

—. . . Es mi hija —declara la soldado con firmeza, protegiendo a Taỳr con determinación.

Dos de los intrusos avanzan con la intención de llevarse a Taỳr, pero ella responde valientemente mordiendo con fuerza el antebrazo de uno de ellos. Desde su posición oculta, la madre despliega sus espadas con destreza, entregando una a su hija. Conscientes del riesgo, ambas mujeres se preparan para la confrontación, confiando en sus instintos y habilidades.

La espada de Taỳr se mueve con gracia, anticipando cada movimiento antes de ejecutarlo. Al enfrentarse a uno de los atacantes, este logra detenerla con una serie de estocadas que la obligan a retroceder. Aunque es su primera vez en la lucha, una oleada de terror la envuelve. La soldado, experta en el combate, hace girar su espada con rapidez, decapitando a su atacante. Sin embargo, al enfrentarse al líder de los cazadores, los movimientos de la soldado parecen menos eficientes. Él se desplaza ágil, manteniendo el equilibrio al retroceder y atacar.

Entre cada movimiento, la soldado siente la presión de la responsabilidad sobre sus hombros. Cada decisión pesa en su mente, consciente de que no solo está luchando por su propia vida, sino también por la de Taỳr. Aunque su experiencia le brinda confianza, la astucia del líder de los cazadores la hace reflexionar sobre la imprevisibilidad de la batalla y la importancia de proteger a su hija a toda costa.

— ¡Me decepcionas! Eres débil. . . —provoca con desdén, tratando de minar la autoestima y seguridad de la madre, incitándola a avanzar con ira.

La respuesta del líder es rápida; su espada se alza justo a tiempo para desviar los ataques de la soldado, quien se esfuerza por contener su expresión de frustración.

— ¡Vamos! —incita con una malévola sonrisa.

— ¡Ataca de nuevo, pero parece que te falta la garra que tenías antes! ¿Acaso tu única valentía se desvaneció junto con tu antiguo hogar? —añade con sarcasmo, buscando socavar aún más la confianza de la soldado.

La soldado, con determinación, ajusta su postura y cambia la espada de mano para obtener una mejor posición. Con cautela, se lanza en un nuevo asalto contra el líder, moviendo su espada con agilidad para mantenerlo a raya. Mientras libra la batalla física, su mente trabaja a toda velocidad, evaluando cada movimiento y buscando una oportunidad para contraatacar.

— ¡Debo mantener la calma! —piensa la soldado, luchando por controlar la frustración ante la agresividad del líder. "No puedo permitir que sus provocaciones afecten mi concentración."

A pesar de sus esfuerzos, la velocidad de los ataques del líder hace que la mayoría de los bloqueos de la soldado solo golpeen el aire. En un descuido, la espada del líder se clava con fuerza en el hombro izquierdo de la soldado, retirándose rápidamente.

— ¡Maldición! —exclama internamente, sintiendo el agudo dolor pero resistiéndose a mostrar debilidad frente a su enemigo.

Mientras tanto, el cazador se abalanza hacia Taỳr, sujetándola por la garganta y lanzándole amenazas con un tono repugnante. Desesperada, ella araña el rostro del cazador, quien se detiene como si hubiera chocado contra una barrera invisible cuando Taỳr recoge la espada de su madre con un hábil movimiento.

"¡Bien hecho, Taỳr!" —celebra la soldado en su mente.

El cazador, sorprendido por la manifestación de magia, murmura mientras camina alrededor de la joven, que se encuentra en posición defensiva.

— ¡Vaya, vaya!. . . —se burla, revelando su asombro.

— ¿Quién hubiera imaginado que una zarrapastrosa campesina sería la elegida? —informa con desdén que la ha encontrado.

En la mente de Taỳr, la sorpresa se mezcla con sus miedos internos. La revelación de su habilidad mágica la inquieta, y su deseo de proteger a su madre se intensifica con la incertidumbre sobre lo que significa ser "la elegida".

A pesar de su admiración por la destreza de Taỳr al manejar las dos espadas, el cazador se da cuenta de que cada ataque es habilidosamente bloqueado. Con cada intento de contener los ataques de la chica, el cazador se esfuerza cada vez más. En un fugaz momento de distracción, practicado innumerables veces, Taỳr desvía la trayectoria de su oponente, hundiendo su espada en el pecho del cazador. Este retrocede un paso antes de caer al suelo.

"¡Lo hice!", exclama Taỳr en su mente, superando sus propios temores y demostrándose a sí misma que es capaz de enfrentar los desafíos que se le presentan.

Sorprendida, Taỳr se detiene, sin saber cómo reaccionar. El cuerpo del cazador yace inmóvil a sus pies, y el peso de la realidad la envuelve. Siente que sus rodillas tiemblan con una mezcla de adrenalina, miedo y asombro.

"¿Qué he hecho?", se pregunta Taỳr con sus ojos reflejando el cúmulo de emociones encontradas.

Por suerte, el último de los cazadores, al presenciar la escena, huye con miedo en una de las aeromotos. Y Taỳr, todavía temblando, corre hacia su madre. Al llegar a su lado, las lágrimas brotan mientras rememora los intensos momentos.

— Tranquila, ¡estoy orgullosa de ti! —la consuela su madre, tocando su mejilla. Ambas se abrazan, dejando que la mezcla de emociones fluya después de superar la amenaza juntas.

"Has demostrado valor, mi valiente Taỳr", piensa la madre con orgullo, reconociendo la difícil situación que su hija ha enfrentado. En el fuerte abrazo, encuentran consuelo y fortaleza para seguir adelante.

Taỳr: La princesa hechiceraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora