Prólogo

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Ahí estaba de nuevo aquel joven, vagando de noche por su fría y solitaria casa. En esa época del año empezaba a hacer mucho más frío de lo usual, por lo que caminaba por aquella casa con una manta sobre la espalda, con el propósito de cubrirse del frío.

El joven adulto Steven, de unos 23 años. Últimamente se encontraba en constante depresión. A pesar de tener una vida estable y estar casado con la persona que amaba. Teniendo lo que se necesitará para ser ciertamente afortunado, se sentía como un desafortunado por alguna razón. Sentía una especie de vacío en el.

La puerta principal de la casa, se abrió y entro apurada una mujer dirigiéndose a la cocina con cierta prisa, llevaba consigo unos documentos de su trabajo, que luego prosiguió a ponerlos sobre la mesa central.

-Hey, ¿como te fue amor? -pregunto la mujer mientras le daba un beso rápido en los labios.

-Bien creo -respondió el joven desanimado -¿Y a ti cómo te fue?

-Excelente -dijo en tono seco, mientras miraba los documentos que poseía.

-¿Amor?

-¿Si?

-Te quiero contar de algo... Puede que suene tonto, no lo sé... Pero últimamente me he sentido un poco...

El sonido de un celular se hizo presente y el joven callo al tan solo oírlo.

-Discúlpame Steven, después me dices. Tengo que contestar -dijo mientras agarraba su celular y se lo ponía en la oreja.

-Seguro -hablo desanimado.

Steven fue a la sala para sentarse en uno de los sillones de la casa y se dedicó a esperar a su esposa que aún estaba al teléfono. Era probable que tardaría su debido tiempo en concluir la llamada. Por lo que decidió siquiera ponerse cómodo en lo que la esperaba.

Pasaron minutos y minutos, fácil se podría decir que ya iba para la hora. Y Steven, al ya no escuchar la voz de su esposa por un tiempo. Se levantó del sillón con el pensamiento que ya podía hablar con su esposa. Se dirigió a la cocina donde Connie yacía, solo para sorprenderse de ver qué ya no estaba ahí. Camino hasta su cuarto y desde la puerta de este, la vio profundamente dormida con el teléfono en mano.

-Connie... -murmuró Steven.

Camino en silencio hasta donde se encontraba acostada su esposa, aún tenía las zapatillas, por lo que prosiguió a quitárselas suavemente. Al terminar con eso la arropó con las sabanas que estaban alrededor de ella y finalizó dándole un pequeño beso en la frente. Steven entendía que su esposa estaba cansada, por lo que solo la dejo dormir.

El mismo si pudiera dormiria con ella, pero últimamente se encontraba con esos pensamientos pesimistas y ese cierto malestar emocional inexplicable. Todo esto le provocaba que sus ganas de dormir se esfumaran por completo.

Llevaba días sin poder dormir bien gracias al vacío que sentía. ¿Pero de dónde provenía esto? Ciertamente ni el lo sabía muy bien. Para el simplemente ya nada era lo mismo. Lo que antes le emocionaba, ahora no le emocionaba y el profundo amor que antes sentía por Connie, ahora ya no era tan profundo. Se sentía triste y culpable al pensar en ello. Necesitaba sentir de nuevo urgentemente. Tener alguna otra emoción que no fuera melancolía.

A veces en aquellas noches frías y solitarias, comenzaba a sentir una gran necesidad de llorar. La mayoría del tiempo no cedía, pero a veces no podía simplemente aguantarlo como lo era el día de hoy. En silencio sacó unas cuantas lagrimas que luego limpio rápidamente. Suspiro varias veces y se controló después de unos minutos.

Las noches eran largas para Steven, hacia de todo para poder siquiera conciliar el sueño. Leía, veía la televisión, e incluso escuchaba música en sus audífonos para poder dormirse. El silencio absoluto no le servía de nada, ya que dejaba que se sintiera solo aún cuando compartía cama con su esposa.

Últimamente abandono esta idea de tan siquiera dormir y salía a la fría ciudad, se vestía para poder protegerse del frío y llevaba consigo un suéter de aspecto creativo que Connie le había regalado. Se subía al auto de su esposa, y exploraba la ciudad. Últimamente se detenía en un bar cuya temática era la música jazz.

El bar parecía que se mantenía casi las 24 horas abierto. Nunca llegaba a encontrarlo cerrado, y ya lo había visitado varias veces justamente por eso. Al estar en este no se sentía tan solo como en su casa, puesto a que veía como otras personas hablaban y de fondo se escuchaba música relajante. Siempre pedía una cerveza, la cual apenas le daba siquiera un pequeño trago y luego no darle ningun otro.

Al hacer aquello se sentaba en una pequeña mesa apartada de todo. Donde podía tener una visita general del lugar y ver a los otros tipos que hablaban y ciertamente se veían felices. Se sentía bien mirando a personas felices, podía calmarse un poco estando ahí. Pero pesar de que su melancolía bajara, no dejaba de tenerla y no dejaba de pensar en cosas deprimentes.

Todo esto ya era de diario, hasta comenzaba a parecer rutina para el pobre joven hombre que hace unos cuantos días visitó este bar queriendo romper con la rutina.

Al pasar el tiempo sintió esa sensación como si alguien se dirigiera a el. Volteo para ver de quién se trataba y vio a una mujer ciertamente atractiva y peculiar, con una expresión un tanto sería dirigiéndose a el. Llevaba consigo dos cervezas.

Cuando la mujer vio que Steven se percató de ella, está fue aún sería con el, solo para terminar al frente de su mesa y luego sentandose en ella sin siquiera pedir permiso de poder sentarse. Ella puso las dos cervezas en la mesa y una de ellas la acercó a Steven.

Steven no se mostró tan sorprendido y después de unos segundos volvió a su tristeza, la mujer de algún modo se veía con la misma expresión que Steven. Tenían miradas tristes o como si les faltara algo.

Los dos se quedaron en silencio por largo tiempo. Se daban miradas curiosas una que otra vez y solo una vez sus miradas se encontraron, y en ese momento aquellas dos caras tristes, producieron una leve expresión de tranquilidad.

Sentido de lo Correcto - (Lapiven)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora