Prólogo.

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Las imágenes son borrosas. Ciertamente confundibles. Vagos zumbidos resuenan en sus oidos. Bajos e incomprensibles. Se siente tan consiente de su cuerpo que le causa inseguridad remota. Cada parte de si le molesta. Su ropa. Su piel. Sus heridas. Siente las manos por su cuerpo y se siente invadido. No sabe que hacer. No sabe que decir. No sabe si abrir los ojos.

El miedo que siente es tan fuerte que siente que su olor se vuelve más espeso. Quiere llorar pero su garganta arde. El peli-negro no sabe que hacer. No sabe si debe moverse. Se siente más estumecido en un sueño profundo. Casi como un limbo. Todo a su alrededor es difuso. No sabe dónde está. Ni como está allí.

Solo siente dolor.

Entonces sus ojos se abren lentamente. Nota que está en el suelo. Su rostro contra el suelo lleno de sangre. No tiene intenciones de correr o tratar de moverse. Sabe que eso le provocará un dolor más profundo del que posee.

Una mano toca su mejilla. No nota los pasos del ser hasta que lo tocan. Estaba tan cansado que cuando parpadeo hubo suficiente tiempo para que alguien llegará y le tocará la cara.

Trata de procesar lo que sucede. Unos ojos rojos le miran. Se siente sin aliento. Quiere huir. Siente que debería. Pero atrás de ellos hay una guerra nunca antes vista entre clanes vecinos. Mueve un dedo apenas y sabe que no podrá hacer más.

El hombre le carga. No pone resistencia. No puede. Sería en vano. Su nariz llega como cosa rara a su cuello. Puede olor un aroma peculiar y cómodo en el. Siente su cuerpo seder aún más y se permite cerrar los ojos.

—Oh pobre angelito del cielo. ¿Quien deja que angeles como tu participen en estas guerras?

Su voz profunda le rompió un nervio que le hizo temblar. Aquella descarga le provocó un dolor insoportable en todo su cuerpo. Sacándole casi unas lágrimas cristalinas.

—Vas a estar bien. Es una promesa.

Sus ojos no lo soportaron más. Cayó totalmente inconsciente en los brazos ajenos. Podía oír la voz ajena de su padre llamarlo. Las espadas golpeando y su Katana que habría quedado en alguna parte.

¡Megumi!

Megumi.

Megumi...

Megumi...

¡Megumi, tienes que despertar!

El Omega despertó totalmente aturdido, había escuchado una voz. No sabía exactamente de quién. Pero la había escuchado claramente. Su mente está borrada. No recuerda nada. No recuerda a nadie y aquello le pone nervioso.

A pesar de no recordar nada. Abraza un pequeño collar que lleva en su cuello, apretó el dije como una especie de reflejó. Miro hacia sus lados. Su corazón comenzó a latir de forma totalmente desenfrenada. Sentía el mío correr por sus venas. Sus manos temblaron y miro un espejo.

¿Qué?

Toco el reflejo. Sus mejillas. Su cuello. Sentía miedo. Confundido toca atrás de su cuello y siente unos hilos que lo cosen. Tiembla. Ligero dolor. Un similar ocurre en su pecho. Levanta su camisa. Ve la misma cicatriz en su pecho. En donde se esconde su corazón.

En silencio, medita lo que siente. Su corazón late con regularidad. Esta tan metido en sus pensamientos que no nota cuando alguien entra a la habitación.

—Has despertado.

Megumi se asusta. el olor a alfa lo altera. Tomo la sábana y cubrió sus piernas descubiertas por reflejo. Por otro lado el alfa sonrío de lado al mirar la belleza de aquel ser que apenas despertaba.

Born again [Sukufushi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora