11 Problemas

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Charlotte

Estaba entre la inconsciencia y la realidad. Sentía que flotaba y caía al mismo tiempo hacia el vacío, la negrura me llenaba al tiempo que la luz me jalaba hacia ella. Todo mi cuerpo vibraba por el calor que me invadía y fui consciente de donde estaba, de lo que me rodeaba y lo que estaba haciendo.

Cuando sus dedos apresaban mis pezones (ahora duros como piedras), una corriente eléctrica recorrió mi columna entera haciendo que la levantara de la suavidad del colchón. Me invadían los nervios, pero sabía que si se lo pedía se detendría. No era capaz de hacerme daño.

Pero no lo haría, realmente estaba dispuesta a tener sexo con Luka.

Los besos que esparció por todo mi cuello, mis hombros, mi mentón, mi rostro entero hasta llegar a mis pechos, fue un deleite y sentí la humedad entre mis muslos empaparme. Es algo que jamás sentí con Jared.

Era el momento, creo yo.

-Milenka -susurró mientras mordisqueaba mi seno izquierdo-, Eres perfecta...

Volvió a prenderse y entonces sentí sus dedos acariciar por encima de mis bragas. Abrí grande los ojos y sentí como el ritmo de mi corazón crecía todavía más, de un tirón las rasgó y no sé a dónde las lanzó. El dedo indicé comenzó a pasear recorriendo mis pliegues resbalando fácilmente hasta que tocó mi hinchado botón, logrando que me estremeciera todavía más.

Gemí, ya no pude evitarlo más, sus dedos comenzaron a invadirme poco a poco hasta que sentí que introdujo un dedo. El pulgar comenzó a frotar mi clítoris ya hinchado y deseoso de atención al tiempo que ya eran dos dedos los que entraban y salían de mí con suavidad.

Si esto era el cielo, quería quedarme ahí.

-Luka -salió de mis labios más como un gemido-. Siento...

-Déjalo fluir -la sonrisa maliciosa que se dibujó en su rostro me hizo saber lo que venía a continuación.

Se sentó y comenzó a moverse hacia abajo, abrió mis muslos con sus manos y sus labios aprisionaron mi clítoris con tal veracidad que entonces el calor comenzó a formarse en mi vientre bajo. Los dedos volvieron a lo suyo, entrando y saliendo, hasta que no pude más y exploté. Escuché cómo su lengua se movía y bebía de mí.

Había tenido un gran orgasmo con algo tan simple, pero no se detuvo, siguió con la intromisión de sus dedos y su habilidosa lengua dándome atención, mientras los estragos del orgasmo estaban latentes en mi cuerpo.

-Basta -chillé-, ya no puedo.

- ¿Estás lista para recibirme? -Lo miré algo inquieta, sus dedos no dolieron, pero ahora que lo veía bajarse el pantalón del pijama al tiempo que limpiaba un poco su boca con la mano era digno de un Dios-. No voy a detenerme ahora, pequeña.

-No estoy pidiendo que lo hagas -sabía que estaba nerviosa, pero era algo que deseaba-. ¿Tienes... condones?

Sonrió de lado y lo vi acercarse a la mesita de noche, sacó una caja y tomó un paquetito plateado.

Observé con total atención la escena.

Su pene era de buena proporción, pero tampoco me partiría en dos, eso me mantenía tranquila. Se me secó la garganta y abrí grande los ojos al ver que abrió la envoltura y colocó el látex en la dura longitud.

-Mírame -susurró-, no voy a hacerte ningún daño, mi pequeña.

Asentí y lamí mis labios concentrándome en sus oscuros orbes.

Sus dedos esparcieron mis fluidos y entonces sentí la punta entrar. Mis manos se aferraron a su camisa, pero pronto la levanté desde la cintura, atreviéndome a palpar con mis dedos sus duros abdominales hasta que la tela se atoró en sus hombros, me ayudó y la sacó fuera de sí para proseguir.

Barrera de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora