Un chico de castaños cabellos y hermosos ojos de un color entre verde y amarillo. Tan parecidos a los de un felino. Sentado tan tranquilo en ese banquillo, sonriendo ligeramente mientras deslizaba sus finas manos tan delicadamente sobre todo el teclado, presionando con suavidad cada tecla para crear esa hermosa música para los ángeles. Su nombre era Edwin.
Edwin era un chico muy alegre y apasionado. Hijo de una de las familias mejor acomodadas en la ciudad. Edwin tenía un talento nato para tocar instrumentos musicales, y desde muy pequeño sus padres explotaron ese talento para que, en el futuro, él se volviera un músico famoso y respetado. Edwin sabia tocar muchos instrumentos, pero su favorito siempre fue el órgano, motivo que lo llevo a tocar durante las misas.
Sus padres tenían buena relación con el cura y este, a cambio de donaciones, le permitía a Edwin tocar el órgano. Cada día, aun cuando la iglesia estaba vacía, él tocaba exquisitas piezas en el imponente instrumento. Piezas escuchadas por todo aquel que quisiera entrar a la iglesia. Edwin tenía unos pocos admiradores que disfrutaban escuchar su música, pero ninguno tan grande como yo. Pasaba horas enteras en la iglesia, disque ayudando con lo que pudiera, solo para escucharlo tocar.
Desde que nos conocimos, ambos sentimos un interés el uno al otro. No tardamos nada en hacernos amigos. Teníamos gustos tan parecidos, nos entendíamos muy bien… demasiado bien.
Cada día era un deleite, al estar ahí, sentado a su lado mientras él tocaba cada tecla con sus finos dedos. Su música me envolvía cada vez más, haciéndome sentir cosas increíbles al estar ahí, a su lado. Su música podía ser escuchada por cualquiera, pero yo sabía que todas esas piezas eran interpretadas solo para mí. Con el paso de los días, ambos nos dimos cuenta de que empezábamos a sentir cosas que no sentíamos con otras personas. Edwin y yo, empezábamos a sentir algo que iba más allá de una amistad.
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Recuerdos de aquellas épocas.
RomanceRecordando aquellos bellos momentos todos los días, sentado junto a una silla vacía. Recordando la tranquila e imponente música del órgano de una iglesia, causante de que dos almas se encontrarán y compartieran su vida. Recordando el amor... y la tr...