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Me quedare si tú me lo pides.

Palabras que me dijo, aquel día en que tuvimos que separarnos. Solo tenía que pedírselo, y él se quedaría a mi lado. Pero eso era algo que no podía permitirme. Ya había perdido uno de sus sueños, y no podía arrebatarle el otro. ¿Qué clase de novio seria si lo hubiese hecho? Pese a lo difícil que fue, le pedí que se fuera y le prometí, que algún día, iría tras él, lo encontraría y volveríamos a estar juntos.

Esa noche, hicimos el amor como nunca antes lo habíamos hecho. Era nuestra última noche juntos y queríamos que nunca la olvidáramos. Al día siguiente, Edwin se marchó. El último recuerdo que tengo de él, es de cuando se despidió, antes de abordar el avión que nos separaría. Estaba ahí parado, junto a la puerta, con lagrimas en los ojos y una dulce sonrisa.

Algún día te alcanzaré, te lo prometo. Mientras tanto, seguiré tocando tu música, esperando el día en que nos volvamos a ver.

Palabras que le dije la noche anterior, al tenerlo entre mis brazos.

Por desgracia, la vida en ocasiones puede dar giros muy bruscos y difíciles de soportar. El avión parecía estar bien, todo estaba en orden, pero no era así. Un fallo, uno muy pequeño, solo eso bastó. A los pocos momentos que despegó, el avión… se estrelló. 

Pocos sobrevivieron. Edwin, mi amado Edwin… no.

Me sentí morir cuando me dieron la noticia. Su cuerpo fue traído de vuelta a nuestra ciudad. Sus padres sobrevivieron y quisieron que fuera sepultado aquí. Asistí a su funeral, pero apenas vi el féretro, salí corriendo de ahí, sintiendo mi corazón hacerse pedazos. No quería verlo, no quería que mi último recuerdo de él fuera el de un cuerpo frio en una caja. Durante su misa fúnebre fui yo quien toco el órgano, golpeando las teclas con violencia, en protesta. Toqué y grité tan fuerte como pude, quería que todos me escucharan, quería que dios y los ángeles escucharan mi dolor y mi desacuerdo por haberse llevado a mi amado.

Quería, que Edwin, donde fuese que estuviera, me escuchara.

Toqué por horas, aun cuando se llevaron su cuerpo. Nadie sabía que Edwin y yo nos amábamos, pero sabían que nos queríamos mucho. Todos conocían mi dolor, sabían lo mucho que sufría y por ese motivo nadie me detuvo pese al escándalo que estaba haciendo.

Toqué hasta que las teclas se rompieron, descargando todo el dolor que sentía por la pérdida de aquello que mas amaba en el mundo.

Recuerdos de aquellas épocas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora