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 El muchacho caminaba desesperado frente a su computadora, yendo de un lado a otro con frenesí

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 El muchacho caminaba desesperado frente a su computadora, yendo de un lado a otro con frenesí.

 Negaba con la cabeza y se tomaba del cuello, ejerciendo presión justamente en la zona en que dos hendiduras rosadas, aún frescas y dolorosas, latían sobre su piel.

 Su historial de búsqueda era un desastre. Estaba desesperado pero comenzó a cuestionarse si debía ser más cuidadoso, quizás el gobierno podía descubrirlo a través de su historial tan extraño y sospechoso.

 No quería ir a prisión, todavía era muy joven, solo tenía diecisiete años. No tenía la fuerza suficiente para ganarle en vencidas a su padre, mucho menos para enfrentarse contra un enorme convicto para ganarse un poco de café. Dios, ni siquiera le gustaba el café.

 Esto no podía ser real, no era cierto. No estaba pasando. No estaba pasándole a él.

 ¿Por qué él? ¿Por qué a Kowie Paxton?

 No era nadie. No era la clase de persona a quién suele sucederle estás cosas, no es el estereotipo de protagonista interesante o valiente para una historia como esta. No era primero en su clase, no era interesante, no era agraciado...bueno, aunque la tía Lollue le había dicho que estaba más alto que el verano pasado, y más parecido a su padre. Eso no podía ser bueno...

 ¡Como sea! ¡Él no podía ser un vampiro!

 No él.

Solo quería ir a clases e intercambiar tarjetas de Pokémon con su amigo Emmett.

 Dios mío, la escuela. Llegaría tardísimo porque no sabe si puede o no salir al sol ahora que tiene esta condición... Es culturalmente sabido lo que le sucede a los vampiros que se atreven a enfrentarse a la cálida luz del día (Adelanto: Nada bonito). Y él no deseaba morir aún, tenía un examen muy importante dentro de una hora.

 —Demonios. Demonios. Jesús...

 Rebuscó entre sus cajones de ropa, repletos de basura, envoltorios de dulces, sus tarjetas más valiosas de Charizard, hasta que finalmente los halló.

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