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El tiempo estaba pasando rápido y tal cómo estábamos en verano, ahora estamos en invierno, el día de navidad había llegado. La nieve caía fuera de la casa de Fran mientrás veíamos "Solo en casa" en el sofá, él y yo habíamos progresado desde entonces, nuestros padres saben lo de nosotros y para celebrarlo hicieron una barbacoa, además de que habíamos adoptado un perrito entre los dos, es como nuestro hijo pequeño.

Recuerdo el regalo que le he comprado a Fran y sonrío, apoyando mi cabeza en su hombro, él me rodea con su brazo, acercándome más a su cuerpo. No sé en que momento me quedo durmiendo junto a él.

Al día siguiente, cuando me despierto el olor delicioso de comida me hace levantar del sofá, caminando hacía la cocina para saber de qué se trata ese olor. Hasta que me encuentro con unos platos de tortitas en la mesa de la cocina y Fran echando unos zumos de naranja en unos vasos.

—Feliz navidad, amor. —murmuro, acercándome a él.

—Feliz navidad, amor. —responde, dejando un casto beso en mis labios— ¿Te parece si después de almorzar vamos a casa de mis padres? Acaban de llamar, quieren darnos los regalos ya. —asiento con la cabeza, una pequeña sonrisa en mis labios que parece hacer reír a Fran— Deja de mirarme así, Kai.

—¿Así cómo? —pregunto, mi sonrisa crece por lo dicho.

—Embobada. —contesta— Tus ojos brillan como estrellas, ¿si quiera has escuchado lo que he dicho? —cuestiona, haciéndome reir.

—¿Has dicho algo así cómo que nos demos ya los regalos? —digo, sabiendo que no ha dicho eso, él se carcajea— ¡Es que quiero dártelo ya!

—Nunca aguantas hasta la hora debida. —sonrío.

—Bueno, yo te lo doy ya... Espérame aquí.

Cuando vuelvo a la cocina Fran está sentado, esperándome, me siento frente a él, con las manos en la espalda.

—Una vez me dijiste que te encantaría tener una moto Vespa... —saco mi mano derecha de la espalda, haciéndole ver la llave de la mencionada.

—¿Estás de broma? —sonrío, negando con la cabeza, Fran agarra la llave antes de mirarla por unos segundos.

—Hay otra cosa. —le hago saber, sus ojos vuelven a los míos, brillando.

—¿Tu quieres matarme, cierto? —me río, sus labios se posan sobre los míos, dejando un beso suave.

—Sé lo mucho que te gustan las estrellas, —hablo, cuando se separa de mí— de hecho, siempre desde que somos pequeños íbamos a la terraza de la casa de tus padres porque ahí era el mejor sitio para verlas, así que... Te he comprado una estrella. —suelto, sacando mi mano izquierda de mi espalda, entregándole un papel en la que pone el nombre de su estrella.

—Esto es una maravilla. —suelta, su sonrisa en sus labios me hacen sonreír.

Cuando Fran me vuelve a mirar no me deja hablar, simplemente une sus labios con los míos, dándome un beso lleno de cariño.

—Te amo. —suelta, ahora es él el que se levanta— Voy a por tu regalo. —asiento con la cabeza y lo veo desaparecer de la cocina.

Vuelve segundos después con las manos detrás en la espalda, sonrío observando como se acerca a mí, se sienta frente a mí y sin decir nada me enseña lo que lleva en las manos. Unos billetes de avión. Paso mi mirada por el papel y después a él, que me sonríe de oreja a oreja, vuelvo la vista a los billetes y los agarro para saber cual es el destino.

—¿Es broma? —digo, emocionandome— ¿Roma? ¿Mañana? —leo el billete, miro a Fran esperando respuestas.

—Mañana por la mañana sale el vuelo, después tenemos otro viaje a Paris.

Sin aguantarme más corto nuestra distancia, besando sus labios como si la vida me fuera en ello, él me sigue el beso con gusto. Siempre le he dicho a Fran que si pudiera viajar a algún lado con mi pareja sería Roma o Paris y gracias a él, por fin va a suceder.

Mary's Song  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora