Yo Y Mis Opciones

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El lugar que he escogido esta vez para quedar con Álvaro es una cafetería junto a casa de mis padres en la avenida de la Palmera

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El lugar que he escogido esta vez para quedar con Álvaro es una cafetería junto a casa de mis padres en la avenida de la Palmera. No quiero ausentarme demasiado, Lexi está en clase de karate y lo recojo para irnos a casa. Obviamente ha sido por mi propia comodidad y porque, tras la cena en el bar de tapas que él escogió, he creído oportuno que la cita se dé en mi propio hábitat urbano. Sí, conozco las salidas traseras de la cafetería, y sí, conozco también las calles que dan directas a la mía. Y todo por si Álvaro me diera una sorpresa y resultase ser un tío odioso, ya vengo precavida después de tantas citas a ciegas.

     Por lo pronto, y para dejarme con la boca cerrada, Álvaro ha llegado antes que yo y eso que yo lo hago con cinco minutos de menos. 

     Me detengo en observarlo un rato. Es guapo, y seguramente sea de esos hombres que por más edad que tengan siempre parecerán jóvenes.  Hoy no ha rasurado del todo su cara, pero tiene el vello tan claro que es inapreciable, lo que no es impedimento para ver su mandíbula, me encanta cómo le tiembla al apretar los dientes.

     —Va a ser que sí que eres puntual de verdad —le digo sonriendo al llegar a él, mientras me quito el abrigo  ¡Puñetera sonrisa que me echa,  todavía está más guapo en las distancias cortas!

    Álvaro se levanta al verme, con esa sonrisa jugosa en la boca, y es que el sofá de nuestro reservado no le permite hacer mucho más si no se desliza por él para salir a saludarme.  Yo accedo por el otro extremo de la mesa redonda para poder darle dos besos. Considero que podemos llegar a ese grado de intimidad en nuestra segunda cita.

     ¡Y vaya dos besos que me da! 

     El perfume que lleva, el contacto extremo de su cara y el calor que deja el roce en la mía, que estaba fría de haber llegado de la calle, lo convierten en el mejor de los saludos.

     —No quería que nada me detuviera esta vez —responde cuando vuelve a tomar asiento.

     —Cuidado que puedo considerarlo un halago y creerme irresistible. 

     —Lo es —dice riendo—, tenía ganas de verte.

     —Lo siento, las guardias de fin de semana son las peores. —No es excusa, es mi realidad.

     Me he acostumbrado a hacerlas en los fines de semana que no tengo a Lexi en casa, y supongo que si lo nuestro funciona, y voy a dejar a Álvaro entrar en mi vida, necesitaré replantearme esos horarios para que podamos disponer también de esos días.

     Ambos nos sonreímos y yo puedo apreciar timidez en él, lo veo hasta incómodo. Con todo lo que habla me resulta extraño. 

     —¿Te ocurre algo?

     —No, está todo bien, no te preocupes —se apresura a decir. Y eso mismo hace que me salten las alarmas.

     Pero ¿qué mierda de cita vamos a tener si este hombre parece que se ha tragado hoy un palo y le afecta hasta en su postura tensa?

CAFÉ A CIEGAS, con doble de azúcar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora