Diciembre del 2003.
En Kenia un pueblo llamado Nairobi se encontraba, algo no tan reciente pero que aún así no se econtraba tan poblado ya que no era tan reconocido.
Las casas solo estaban separadas por un poco de césped para luego ver por la ventana y encontrarte con la del vecino, tenía un hermoso parque, un colegio al que asistian todos los jóvenes del pueblo y algunas otras tiendas cercanas.
Yo estaba sentada junto a mi padre frente a la lápida de mamá, no entendía porque papá lloraba o mejor dicho, no entendía porque yo no lo hacía, no entendía nada, papá me solía decir que yo sentía las cosas de una manera un poco diferentes y que era alguien especial, que descubririamos juntos como poder descifrarme.
Tenía solo cinco años, me arrodillé frente a la lápida y sonreí firmemente. — Mamá nos va a cuidar muy bien desde el cielo.
Mi padre no dijo absolutamente nada, en su lugar me tomó del hombro para que me levantará y abrió un paraguas, yo solía decir que el cielo estaba triste cuando el gris del cielo asechaba con lluvias, y cuando eran tormentas decía que estaba enojado.
Nuestro dios se encontraba triste hoy, se llevó todo, las sonrisas de mamá y con ello el arcoiris lleno de colores que emanaba en casa, los desayunos qué solía prepararme y cuando me regañaba por jugar con tierra fuera mientras corría hacia el baño encuciando todo el suelo con la oscura tierra.
Todo se había ido.
Esa misma tarde vi sentada desde el último escalon como mi papá discutía con alguien por teléfono, él me vio y suspiró, se acerco a mi y con un semblante triste me dijo: — Ve a descansar, mañana empiezas la escuela.
Y mientras mi padre me acariciaba mi oscuro cabello entre llantos al lado de mi cama lo oí decir algo que no entendí bien el porque de sus palabras.
Seguido de un beso cálido en mi frente. — Eres fuerte Hillary, recuerdalo, te voy a cuidar aunque este muy lejos.
Lo entendí más tarde en mi fiesta de dieciocho años, quizá no del todo.
Febrero del 2016.
Otra carta.
"Feliz cumpleaños, para mi querida Hillary"
Abrí la caja qué tenia debajo de mi cama ya un poco vieja, con desinterés la tire hacia dentro de la misma y patee la caja hacia abajo.
Esa había sido la última noche con él, ese cálido beso en mi frente y sus palabras de que sería fuerte y no, no lo fui para nada, mi tía Lisy tomó mi custodia y yo no lo entendía pero tampoco lloraba, mi semblante serio no expresaba más que eso nada y no sabía que era peor, si sentir o no poder hacerlo.
Aún recuerdo sus palabras "esta puede ser tu habitación ahora y si sientes miedo puedes tocar mi puerta"
Yo no entendia, ¿No era a mi quién era a la que debía temerle? A mi misma.
Yo era un monstruo y lo sabía por no hacer nada cuando lo asesinaron en frente de mis ojos.
— Hillary.
Llamó mi tía dejando arrecostar su cuerpo contra el marco de la puerta y la miré intranquila.
Ella me sonrió tierno como solía hacerlo siempre y eso me hacia sentir algo de calidez.
— Ya se fueron, no hay mucho que ordenar aunque los pequeños gemelos son desastrosos.
Hablaba de mis pequeños primos de cuatro años, toda la familia por parte de papá menos él estaba aquí, también una cercana prima de mamá pero era alguien de pocas palabras, todos habían venido desde Venecia para verme a esepcion de Lina, la prima de mamá quien era del pueblo de Nairobi.
Ella tenia dieciocho años y ya había acabado la preparatoria así que asumí que dentro de poco se iría a los Estados Unidos, los jóvenes de aquí solían a veces elegir ese rumbo cuando buscaban algo más grande.
— ¿Lina?
Mi tía me miró algo triste. — No quiere tener contacto contigo, como siempre.
Me reí irónicamente. — Claro, como papá, la única diferencia que ella se aparece pero parece ser un fantasma en esta casa.
— No digas eso. - Me habló más bajo. — Mañana empiezas la escuela otra vez y me prometiste que hablarías con tu psicóloga y harías nuevos amigos.
— Dije que lo intentaría. - Le corregí.
No podía socializar o eso parecía cuando alguien se me acercaba o yo lo intentaba, mis manos sudaban por alguna razón, tenía miedo a ese rechazo que alguna vez tuve.
— Descansa Hilly.
Apagué la luz cuando ella se retiró de la habitación y miré por la ventana, esa casa que tanto me recordaba a mi infancia aún me dolía pero también tenía sus buenos y grandes recuerdos.
Desperté de un golpe.
Un martillo, no, una cierra, después un motor.
Me levanté de un solo estirón de mi cama y mire por la ventana, mis ojos se abrieron horrorizada y me fui escaleras abajo, como si mi tía supiera lo que estaba pasando salió corriendo detrás de mi gritando mi nombre.
No podía ser.
No podían deshacerse de esa casa, no, no y definitivamente no.
Cuando llegué el portón estaba abierto así que entre corriendo, ese césped que mamá adoraba tanto cuidar ahora estaba de un verde oscuro y maltratado.
— ¡Qué se supone que hacen! - Me interpuse entre dos hombres que estaban allí y abrí mi boca para decir algo más pero comencé a hiperventilar.
Otro ataque de ansiedad común en mi.
Pero que cada día se sentía peor si no tomaba esas pastillas.
Los dos hombres se miraron entre ellos sin entender, uno de ellos iba de traje bien vestido y corbata roja, un señor bien conservado y el otro lo reconocí al instante, era el dueño del vecindario y quien se encargaba de re vender las casas.
Espera, ¿Qué?
Mis manos comenzaron a sudar y escuché el grito de mi tía seguido de sus pasos y que me tomará de ambas mejillas.
— ¿Tomaste la medicación? ¿Estás mareada? - Su preocupación efectiva en su rostro pero que me hizo quedar como una loca en el momento frente a dos personas.
Solo asentí con mi cabeza sin dejar de mover mis manos y miré al suelo avergonzada.
Mi tía fue entonces que se dio cuenta de que no estábamos del todo solas y sonrió disculpándose.
— Lizy Macom. - Saludo el alcalde.
— Games. - Devolvió el saludo. —Lo siento, ya sabes que Dina... - Ella vio apretar mis puños a cada costado de mis manos así que no continuó, todos sabían esa historia de la casa y mi madre.
Games asintió despreocupado. — Esta casa necesita que alguien la vuelva a llenar de felicidad y justo a tiempo, los Lonar llegan de New York está tarde y quieren un cambio radical, serán sus nuevos vecinos.
Lo observe curiosa. — ¿Y qué hacían con eso? - Señalé el martillo.
Games me sonrió. — La puerta esta vieja así que traerán una.
Me sentí idiota por un momento pero no sabia que más decir, esa casa estaba llena de recuerdos pero tenían derecho a mudarse allí, quizá alguien podría creer nuevos recuerdos.
El otro hombre estiró la mano hacia mi y fue entonces cuando me fije en sus ojos grises pero profundos. — Malcom Lonar.
Mis manos aún sudaban y mi cabeza pensaba un millon de cosas así que no estire mi mano en saludo.
— Somos Hillary y Lizy Macom. - Mi tía saludó por mi.
Ellos continuaron hablando de cuantos integrantes se mudaban aquí ya que Malcom era padre de cuatro chicos pero no seguí escuchando, caí en cuenta de que hoy era mi primer día de clases así que fui a alistarme.
No te pongas nerviosa, solo es un año más...
ESTÁS LEYENDO
Nairobi
Teen FictionY en medio de un caos mental él decidió llegar para entrar en su cabeza y descubrir todo lo que le pasaba.