Seis de febrero del 2016.
La escuela estaba igual que el año anterior, solo sus paredes recién pintadas de blanco hacían el lugar un poco más luminoso qué antes.
Mismas personas, mismos profesores.
Otro año sin amigos.
El día fue como lo habitual, presentaciones de profesores aunque ya los conociéramos todos siempre había alguien nuevo por el pueblo, por último lo que trabajaríamos durante todo el año.
Las horas fueron lentas y tortuosas para al fin poder ir a casa, la escuela no me quedaba a más de cinco cuadras de vuelta a casa pero que aún así volvía más rápido porque tenía mi bicicleta.
Dos chicas pasaron por mi costado riendo a carcajadas y sus murmullos se escucharon "Era la única que no hablaba con nadie, todos los años parece invisible" la chica a su lado la golpeó con su hombro para que se callara, sabía que fue porque me vieron.
Casi no me había afectado así que tomé la bicicleta y con un bocanada de aire que tomé me subí en ella y me fui.
Llegando pude divisar algunas personas del pueblo husmeando un camión de mudanzas, eran los Lonar.
Anduve despacio hasta llegar a casa mientras presenciaba con un poco de curiosidad, no mucha gente de New York solía llegar a vivir aquí, de la enorme ciudad de allá comparado con esto era un lujo.
Pude reconocer el primer rostro que salió del camión quien llevaba dos cajas, Malcom parecía lucir bastante fuerte por su físico y lo que cargaba, luego salió una mujer de tacones rojos y vestido que no se apegaba tanto a sus curvas, tenía bordados del mismo color, me sorprendió ver lo joven que lucía ella, su cabello rubio no pasaba sus hombros y cargaba una maleta rosa.
Algunas risas se escucharon detrás de ella y dos chicos corrían a los empujones, cada uno con una maleta diferente, uno de ellos quizá tenía cinco años y el otro era un adolescente, el niño peli negro y ojos celestes tan claros como el cielo, el otro joven era de cabello castaño y ojos verdes.
Parpade sin entender y deduje que no era su hijo de sangre aunque Games digo que tenían cuatro hijos.
Y como si lo hubiera dicho en voz alta en ves de pensarlo salieron los otros dos chicos.
Un metro ochenta, cabello rubio y semblante serio, piel blanquecina y se notaba lo tonificado que se encontraba, él no cargaba ninguna caja ni maleta, detrás de él había un chico que se parecía mucho más a su padre de físico, su cabello era obscuro y sus ojos a la diferencia de sus hermanos que eran azules los suyos eran un gris claro o quizá azules, no logré deducirlo porque mi tía me había tomado por sorpresa.
— Los Lonar, eh. - Sonrió de una forma pícara y entendí lo que significaba.
— No, no voy a socializar con ellos, tía Lisy. - Dije sin apartar la vista de los Lonar quienes entraban a mi vieja casa.
Su, ya no es mi casa.
Ella suspiró.
Había hablado con mi psicóloga y si bien había sido algo motivador toda motivación y postividad se me había ido por la borda a penas lograba cruzar el salón de clases, así que no, no había intentado hablar con nadie.
Mi tía era una mujer muy fuerte, sincera y que me había criado como su hija, no tenía marido, decía que eso era un desperdicio de tiempo para ella, pero la verdad es que solo no había encontrado el amor, ella me quería a su manera también como una hija.
— Tía... - Pero las palabras se quedaron atascadas en mi garganta cuando ella me tomó de la muñeca y me hizo seguirla.
— Basta de autodiagnosticarte señorita, si puedes socializar.
Y en menos de un segundo nos encontrábamos frente a los Lonar.
— Bienvenidos a Nairobi, somos sus vecinas, Lisy y mi sobrina Hillary Macom.
Por suerte sus hijos no se encontraban afuera, solo Malcom y su esposa de vestido rojo y cabello bonito.
Me gustaría ser como ella.
Y ahí estaba mi conciencia, sabía que yo no era perfecta pero tampoco tenía baja autoestima, solo ella parecía segura de si misma y eso me agradaba.
La mujer de ojos iguales de azules sonrió en nuestra dirección. — Nataly, mucho gusto.
Malcom no se presentó, pues ya nos conocía, por alguna razón quise estirar mi mano hacia Nataly pero cuando estuve a punto de hacerlo escuche que llamaba a sus hijos para saludar y quise salir corriendo, no era buena hablando y no quería.
— Ellas son nuestras vecinas, Lisy y su sobrina Hillary Macom. - Sonrió entusiasmada. — Ellos son nuestros tesoros, Lucas recién va a entrar a la primaria. - el niño se escondió detrás de su madre mientras me miraba serio, asumi entonces que tenía seis años. — Will, el del medio está con sus proyectos de la preparatoria, tiene dieciseis años. - El chico me sonrió amable pero no dijo nada.
Y los otros dos chicos estaban junto al marco de la puerta, trague saliva, no sabía cual de los dos estaba más serio.
Y otra vez mis manos comenzaban a sudar, pero no por ellos, si no porque mi tía se había alejado para hablar con él señor Lenor y yo estaba ahí frente a Nataly mientras me presentaba a sus hijos y de socializar no se me daba nada ni mucho menos hablar, mi trastorno de ansiedad tampoco me ayudaba en este momento ni en ninguno.
— Christopher, es el mayor, tiene veintiuno pero se rehusa a volver a la facultad. - Dijo su madre aquello último algo agotada.
Su hijo se encogió de hombros. — Ya te dije, lo tomo como unas vacaciones. - Su voz era demasiado gruesa, su cabello rubio perfectamente peinado hacia atrás lucía algo formal, su vestimenta de igual manera y un caro reloj sobre su muñeca izquierda.
Nataly rodó sus ojos. — Christian, los dos son "Chris" así que decidimos no apodar a ninguno de los dos así. - Sonreí un poco al pensar en eso, mi incomodidad y ansiedad, olvidándome de esas sensaciones. — Christian ira a la escuela donde tu vas del pueblo, es simpático.
¿Simpático? En ese momento fue cuando vi que me observaba de arriba abajo, como me analizaba y no supe entender su expresión, sus cejas fruncidas y lo siguiente que hizo fue entrar a la casa dándonos la espalda a todos.
Nataly se aclaró la garganta. — Ya veras que si.
Pero yo en ningún momento hablé, jamás dije nada, Nataly me había caído bien porque a pesar de todo ella había podido deducir qué no podía hablar en ese momento, o quizá notó el sudor recorrer mi frente, mis manos abrir y cerraste para calmar esa ansiedad.
— Gracias por venir, nos veremos pronto.
Di una sonrisa de boca cerrada y escuché como mi tía me llamaba a lo lejos.
Luego de unos segundos tomé un poco de aire para poder decir algo pero en su lugar levanté mi mano despidiéndome.
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Nairobi
Novela JuvenilY en medio de un caos mental él decidió llegar para entrar en su cabeza y descubrir todo lo que le pasaba.