Pesadillas

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Veinte de febrero del 2016.

Han pasado días de aquella tarde en casa de los Lonar, mi tía quería que me acercara menos a ellos, que no sabía con que cosas lidiaban y porque se mudaban tanto.

Mi curiosidad entonces aumentó.

Hoy era otro fin de semana.

Eran las ocho p.m del día domingo, yo estaba sola porque mi tía tenía que hacer guardia en el hospital donde trabajaba y se había ido hace menos de una hora, le había dicho que yo estaría bien y no se preocupara tanto por mi, aun así insistió en que me llamaría por teléfono cada una hora para saber como iba todo.

Y no podía dormir, estaba sola y mis pesadillas parecían incrementarse aún más.

Abri mis ojos, todo era fuego al rededor del bosque, solo éramos él y yo teniendo una pelea de niños.

— Puedes quedarte tú solo aquí si eso deseas. - Decía mi pequeña yo de dos coletas largas enfadada.

— Bien, voy a vivir con eso, no voy a hacer amiga de una niña peleadora.

Liam se dio la vuelta pero el fuego parecía cada vez más intenso al rededor, aquello no era parte de mi recuerdo si no de una pesadilla.

— Espera, ¿dónde vas? - La pequeña yo de cinco años preguntó.

— Buscar a la persona que se fue corriendo para jugar, tú no quieres.

No, no, no.

No vayas por favor, se puede evitar.

Yo cerré mis ojos y cuando los abrí no podía moverme, más fuego había al rededor lo que me hacía toser demasiado, ya no podía verlo y escuchaba gritos desgarradores.

Me caí de la cama sintiendo que el aire en mis pulmones me hacían falta y me levante apresurada para abrir la ventana de mi habitación con el corazón desbordandome por la boca, sentía angustia, demasiada.

Miro el reloj en mi pared mientras me agarro a ambos lados de la ventana dejando pasar la brisa.

2:30 a.m

Miro de vuelta a la ventana sintiendo un enorme vacío en mi pecho y mi mirada cae sobre el chico que se encuentra con una laptop fuera de su casa en el patio de adelante.

¿Pero qué hace?

Mi corazón aun late apresurado.

Mis manos sudán.

Nuestras miradas se encuentran a la distancia y no puedo moverme.

Él baja la mirada y apaga su laptop sobre sus piernas.

Silencio, ni siquiera el ruido del viento.

— No deberías de espiar a los demás, menos en la madrugada.

Lo miro confundida. — No te espiaba, no podía dormir, Christopher.

Él sonríe de lado. — No cambiaste nada.

Entonces caigo en cuenta de que ellos han vivido cinco años aquí, pero, ¿hace cuanto había sido eso?

— Ah, ¿no? - Oculto algo de intriga en mi pregunta, de saber que diría.

Él niega con su cabeza. — Igual de curiosa... - él se calla así mismo. — Buenas noches, Hillary. - Dice levantándose del césped para entrar en la casa.

Y no entendía bien a que se refería.

Cerré la ventana y volví a acostarme, tomé mi celular.

Un número desconocido me había enviado un mensaje de texto.

" No es tu culpa, no sientas culpabilidad. "

Y no entiendo nada, ni quien había tomado mi número ni a que se refería, quizá se había equivocado aunque la hora en la que me escribía era algo tarde. Y raro.

Creo que no estuve mucho despierta porque cuando los abrí ya la luz del sol se colaba por mi ventana, pero no lo suficiente.

Escuela.

Lo primero que vi fue que la alarma no me había despertado, me levanté de prisa para vestirme.

Estos días me había llevado bastante bien con Emma y el de la familia del medio de los Lonar siempre me saludaba en los pasillos, me caía bien aunque entendía qué lo hacía por cortesía ya que éramos vecinos.

Dejo mi bicicleta y me apresuro a entrar, el timbre aún no ha sonado así que busco a Emma, la encuentro en la sala de profesores, ella sale con un montón de hojas y me entrega la mitad de las mismas.

Confusa la veo y ella me habla. — Acompañame al salón de al lado, es para examen.

— Si, hola también. - La miró sonriendo pero ella se mantiene sería. — ¿Qué pasa? - Ella se sonroja y creo que entiendo. — ¿Hablaron?

— Hablamos todo el día ayer, hasta me pasó su número y hoy no entiendo que pasa, me ha estado ignorando los mensajes y en la entrada del colegio su hermano se lo llevó a la clase. - Su rostro evidentemente triste.

— Me llevo bien con Will, puedo hablar con él si quieres. - Su brillo vuelve a sus ojos y me sonríe, lo que tomo como un si.

Entramos al salón de al lado y mi rostro cae en sorpresa cuando veo a Christian sonreír, está hablando con una chica animadamente y jamás lo había visto de esa manera.

Y tenía una sonrisa hermosa.

Por alguna razón bajo mi mirada y me dedico a repartir las hojas a cada compañero.

Cuando paso por una mesa alguien me toma de mi blusa impidiendome caminar.

Sin voltearme reconozco su voz. — Se te olvidó aquí. - Su voz es fría.

Me volteo para ver a Christian. — No tengo más hojas, como ves. - Me sentí mal por un momento ya que la primera vez él me había tratado bien, pero luego todo arrepentimiento se esfumó.

El arquea ambas cejas. — Antes de mi compañera estoy yo, la hoja tendría que a ver sido para mi.

La rubia sentada a su lado con quien charlaba animadamente hace un rato lo miró confusa. — Está bien, hey, están entregando más.

Christian me mira de arriba a bajo y luego analiza mi rostro, como tratando de descifrar algo, pero luego mira a su compañera a su lado y le quita la hoja.

Infantil.

No lo hubiera imaginado.

Salgo del salón esperando a Emma afuera pero veo a Will caminar por el pasillo tranquilamente y sin dudar lo tomo del brazo suavemente.

Él me mira confuso y yo lo suelto apenada.

¿Qué se supone que hago?

— Hola. - le sonrió algo incomoda. — ¿qué... Hacías?

Si bien yo no me sentía cómoda hablando con nadie con Will estos días ya hemos hablado un montón, e incluso en la cafetería no paraba de hablar lo mucho que le atraía los kdramas y eso es algo que sin duda yo amaba.

Él me mira y sonríe. — ¿Está Emma aquí? ¿Eres su amiga? - Yo asiento. — Quiero invitarla a salir.. La he estado evitando y la verdad no se como hacerlo. - Yo abro mis ojos en sorpresa pero no digo nada. — Dale esto por mi, ¿si?

Yo asiento viendo un sobre plateado. — Estará en sus manos, no te preocupes Will.

— William. - Me corrige antes de sonreír y y caminar a su salón.

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