Me había prometido no buscar a Pedro. Tenía miedo de hacerlo porque no quería que pensara que estaba allí por él.
No había sido por él, diría que fue por mí en un noventa por ciento y el resto había pensado en la ínfima posibilidad de encontrarlo. Pero esperé.
Esperé a dejar de extrañar tanto a las niñas y a acostumbrarme un poco a la ciudad, había viajado después de año nuevo para instalarme, y pasar de los días fríos a los treinta grados de Santiago de Chile, había sido impactante, pero comenzaba a gustarme no tener que salir todo el tiempo con suéteres y abrigos, aunque me habían dicho que en invierno hacía tanto frío como calor en verano.
El trabajo estaba yendo bien, retomar por fin lo que me hacía sentir segura me había hecho muy bien. Observar el universo era para lo que yo estaba hecha, y hacerlo desde aquí era mucho más gratificante que en casa.
La paga, al menos por ahora, no era demasiada, pero papá me había transferido unos fondos que mamá había dejado para mí antes de irse y aquello era más que suficiente. Estar aquí, en la misma ciudad donde ella creció, era reconfortante, sobre todo después de que papá me dejara leer la última carta que le había escrito a Pedro.
Ella jamás se la envió, se arrepintió en el último minuto, quién sabe por qué y falleció una semana después, pero ahora yo la tenía y papá me había dicho que podía entregársela o no.
Habíamos tenido una extensa charla sobre eso, donde papá había dicho que sentía que las cosas habían sido injustas para mamá de muchas formas, porque no tuvo muchas opciones. Mamá nunca hablaba de sus padres y las cosas de las que me enteré en esa conversación fueron bastante tristes, pero pensar que después de todo eso ella fue feliz con nosotros me hizo sentir mejor. Mamá no estaba arrepentida en lo absoluto de cómo habían sido las cosas, incluso considerando lo que alguna vez pudo haber sentido por Pedro.
Supongo que algunas historias, simplemente no pasan. Así es el mundo.
Pero ahora, yo podía hacer que ocurriera la mía.
Cuando me detengo junto a la puerta de la dirección que papá me dio hace algunas semanas atrás, sentí una presión en el estómago que casi me obligó a retirarme.
La casa de los padres de Pedro estaba en un barrio acomodado de la ciudad, a veinte minutos de mi departamento en autobús, aunque había tenido que caminar al menos diez, la calle era tranquila y las casas parecían bien cuidadas. Pero esta en particular parecía que alguien había arreglado el jardín recientemente y el olor a pintura me hizo pensar que acaban de pintar su fachada.
Me quedo unos segundos tratando de controlarme antes de tocar el timbre y cuando lo hago, siento los pies de alguien casi arrastrándose hacia mí. No eran sus pasos, o al menos no como los recordaba yo, caminando por el pasillo antes de colarse a mi habitación en la madrugada.
La persona que abre la puerta no es Pedro, es un hombre mayor que arruga los ojos en cuanto el sol da con su rostro, pestañea un par de veces para aclararse la vista y se queda mirándome, esperando a que diga algo, pero parece sorprendido cuando me ve.
–Hola... ¿Pedro Pascal vive aquí?
–No. –el señor me mira de pies a cabeza con extrañeza. –No vive aquí, pero está de visita.
–¿Entonces está aquí?
–Por dios... eres igual a ella. –dice. Supongo que por mamá, retrocedo unos pasos intimidada bajo su mirada escudriñadora, después sonríe y me hace pasar.
–¿Usted es su padre? –le pregunto mientras me guía hacia el patio trasero.
–No, soy su hermano menor. –bromea. Me rio con nerviosismo detrás de él, unos pasos más para encontrar a Pedro y perdería la cabeza, ¿qué se supone que iba a decirle? Ni siquiera fui capaz de responder sus mensajes en primer lugar, tal vez debí haberle avisado que estaría aquí.
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Y O U [Pedro Pascal] TERMINADO
Fanfiction-¿Te vas a subir a la camioneta conmigo? -Absolutamente no.