c a p í t u l o 6

990 77 11
                                    

11 de marzo, 2000

Querida Ana,

Perdón por no haber escrito en tantas semanas, he estado trabajando en una obra. La paga es poca, pero lo disfruto tanto, ojalá estuvieras aquí para verme. El público aplaude y nos lanzan flores, es increíble.

Ana, pienso mucho en ti últimamente y te extraño. Me gustaría poder visitarte, te prometo que juntaré el dinero para hacerlo de aquí a fin de año. Me gustaría mucho verte y conocer a Agnes en persona. ¿Cómo está Jim? Apuesto a que tan terco como siempre.

La carta, que escrita a mano, tiene algunos borrones con tinta blanca y la caligrafía de Pedro parece apurada en los siguientes párrafos.

No sé que estoy diciendo, lo siento. Pienso mucho en ti últimamente porque te quiero, te extraño, estoy triste sin ti. Eras mi persona y te fuiste.

Sé que hemos hablado de esto un montón de veces, pero a veces me siento abandonado aquí, creí que creceríamos y seríamos viejos juntos. Que sería el tío favorito de tus hijos, no me importaba si no correspondías lo que siento por ti, no me importaba si jamás era capaz de decírtelo.

Pero ahora lo estoy haciendo, las cosas son difíciles aquí y siento que si estuvieras tú, probablemente me harías reír y la vida sería mejor..

¿Recuerdas el verano antes de irte? Estuve a punto de decirte que no lo hicieras, de que no te fueras con él.

Fui un cobarde. Pero supongo que no querías quedarte, porque me hubieras mirado con esos ojos de duda, esa señal que hacías cuando querías que te sacara de un aprieto. Lo hubieras hecho y yo hubiera corrido a rescatarte.

Por favor contesta mis llamadas. Sé que te gusta que nos escribamos, pero quiero escucharte, incluso si es para decirme que estoy loco.

Te quiere mucho, Pedro P.

Para cuando lo noto, ya estoy de pie afuera de su habitación. Mis manos tiemblan y no estoy segura de tocar la puerta. La carta en mi mano se arrugó un poco por la tensión y siento un nudo en la garganta. No porque sienta pena por él, si no porque desde que mamá murió no me había permitido extrañarla, ni pensar en ella lo suficiente.

Desde el minuto uno en que supe que había partido, mis prioridades fueron papá y mis hermanas. No hubo espacio para llorar. Ver a papá destrozado y débil me hizo ponerme alerta, vivo alerta siempre.

Levanto una mano dudosa, pero la puerta se abre antes y él me mira sorprendido desde el otro lado del umbral. Sus ojos oscuros dan con los míos al borde de las lágrimas y después nota el papel en mi mano y aprieta los labios haciéndose a un lado para que entre.

–¿La leíste? –dice con voz queda cuando cierra la puerta detrás de él. Lleva una camiseta blanca y pantalones a cuadros de pijama, igual que yo. –¿Cuál...? –se la extiendo antes de que termine la frase y sólo bastan unos segundos para que la reconozca.

–¿Es verdad lo que decías? –le pregunto intentando que mi voz no se quiebre. No logro entender por qué me afecta tanto algo que ocurrió cuando a penas era una niña. –¿Mamá respondió?

Pedro suspiró y se sentó en la cama, apoyando los codos en sus rodillas y cubriéndose el rostro por unos instantes con las manos. ¿Está avergonzado? Junta sus manos y entrelaza sus dedos antes de hablar. Yo lo observo desde arriba, ansiosa por saber el resto.

–Hablamos por teléfono después de que la recibió. Ella... estaba furiosa conmigo.

–¿Por qué?

–Porque no se lo dije antes. Porque no le pedí que se quedara en Chile.

–¿Por qué no lo hiciste?

Y O U [Pedro Pascal] TERMINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora