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capítulo trece. (el espectáculo de dudley dursley) ▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂
PIEL HUMEDA DEL SUDOR RODEABA SU CUERPO TEMBLOROSO, LA CONTRADICCIÓN ENTRE LOS DOS SIEMPRE MUY intrigante para la chica llena de terror. Su cabello pegado a su cabeza mientras los restos de su pesadilla todavía estaban ahí, sus manos temblando mientras se estiraba para cerrar la ventana abierta.
Ascella Black se deslizó de regreso a su cama, su cuerpo envuelto en sábana de sedas, como una oruga envuelta en su capullo. Se limpió unas cuantas lágrimas, la pesadilla todavía reproduciéndose en repetición en su mente como un disco roto.
Varios destellos pasaron al mismo tiempo: una chica con una expresión de horror en su rostro lúgubre, una sorpresa de luz verde esmeralda penetrando su pecho, sus ojos volviéndose blancos y su cuerpo cayendo al suelo.
La risa maniática despertó a Ascella, su respiración acelerada mientras se levantaba de la cama, la garra plateada de la luna emitiendo un brillo perlado en su figura temblorosa. El silencio era ensordecedor para ella, cada sonido magnificado para sonar en los oídos de Ascella.
Una mano vendada voló hacia su boca para ahogar sus sollozos, miedo envolviendo su cuerpo mientras se preguntaba qué le pasaba. No había una explicación lógica en su mente sobre que estaba mal con ella. La única razón en la que podía pensar era en que estaba perdiendo lenta pero seguro su mente, sucumbiendo a la maldición Black.
Las manos de Ascella Black eran un problema repentino e inesperado con el que era forzada a vivir. En Hogwarts, el brillo de sus manos ya era un problema, pero ahora, estaban dispersos con costras amargas y quemaduras, las dolorosas heridas casi tan agonizantes que no podía levantar su varita.
Al principio, la heredera Black había usado su varita para curarse las quemaduras, pero la cantidad de ellas habían causado que las envolviera en vendajes, porque cada día despertaba con una nueva ampolla en sus manos. Había creado miles de excusas cuando su madre, Seraphina Laurent, le preguntó, no estando completamente segura de que decir, porque ella tampoco sabía.
Meses habían pasado desde que Ascella terminó su tercer año en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, y asumió que la vida sería mucho mas fácil para ella, ya que ya no habían amenazas venenosas infiltrándose en su vida.
Sin embargo, la misma Ascella era una amenaza. La oscuridad acechando e inevitable se estaba lentamente acercando, eventualmente encerraría su alma en una jaula fuertemente asegurada para los locos. Solo había poco tiempo antes de eso para detenerlo.
Y el tiempo se estaba acabando.
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ASCELLA SONRIÓ CUANDO SERAPHINA DESLIZÓ UN PLATO DE SUAVES PANQUEQUES ESPONJOSOS FRENTE A ELLA, CUBIERTOS en jarabe de sacarina.
━━¿Tienes tus cosas empacadas para cuando vayas donde los Weasley? ━━preguntó Seraphina. Ascella asintió con la boca llena de panqueques, anticipación recorriendo sus venas al pensar en el Mundial de Quidditch. Era un evento que muchos magos y brujas viajaban de todo el mundo para una experiencia inolvidable y que solo ocurría una vez en la vida.
