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Era natural que Ruediger tuviera muchas cosas que preguntar y decir. Desde que subimos al carruaje, había estado obligado a hacer voto de silencio. Cuando intentó hablar con Luca, el niño no le prestó atención, y cuando intentó hablar conmigo, Luca interrumpió y terminó la conversación.

Entendí por qué había cierta calma en el comentario de Ruediger de que Luca le recordaba a su hermano mayor.

—Disculpe la pregunta, pero ¿realmente es usted la madre biológica de Luca?

—¡No! En serio, no —dije defensivamente.

Su mirada permaneció un poco inescrutable, como si todavía estuviera confundido.

—Piénselo. Sólo tengo veintisiete años. Luca tiene diez. Eso significaría que quedé embarazada a los dieciséis. ¿Su hermano realmente haría algo tan depravado?

—Era más que capaz de eso. Siempre decía que la edad era sólo un número e incluso fue atrapado en una aventura secreta con una mujer mayor que mi madre.

Bien, seguro. Fui ingenua al esperar sentido común y moral de un casanova escandaloso de la alta sociedad. Entonces, ¿cómo podría demostrarle mi inocencia a Ruediger?

—Podríamos regresar e ir a preguntar a todos en el pueblo. Todos dirán que soy la tía de Luca. La vieja partera que ayudó a darlo a luz todavía está viva.

Por supuesto, me preocupaba que también mencionaran todos los abusos que Judith hizo pasar a Luca, pero era la única opción que se me ocurrió.

Al ver mi incomodidad, Ruediger, con su característico semblante serio, respondió con calma: —No pasa nada. Me doy cuenta de que no eres su madre. Estoy seguro.

—¿En serio? —le dije.

—Sí. No se preocupe. También se lo dejaré claro a mi familia —dijo.

El color volvió a mi rostro ante las benévolas palabras tranquilizadoras de Ruediger. Pero tampoco sería bueno que pensara que Luca era un mentiroso. Temiendo que se llevara una mala impresión, añadí con voz preocupada:

—Luca no suele mentir. Es sólo que, bueno...

—Sí, ya lo sé. Debe de haber pensado que llamarle madre era la única forma de que se quedaras con él. Está claro que no quiere separarse de usted.

—Gracias por comprender —dije. 

Sólo entonces pude relajarme de verdad. ¿Es esto ser madre? ¿Tener que preocuparte no sólo por tu reputación, sino también por la de tu hijo? ¿Tenía idea este niño tan listo de lo que me estaba haciendo pasar? Dejé escapar un pequeño suspiro mientras miraba su cara en mi regazo. Le pellizqué ligeramente la mejilla.

—Mmm —gruñó en sueños.

Viéndole dormir como un angelito, no podía seguir enojada. Estiré los dedos y le acaricié la mejilla con el dorso de la mano.

Los ojos de Ruediger se posaron en mi mano un rato antes de hablar.

—Ya veo por qué Luca le tiene cariño.

—¿Qué? —Parpadeé.

—Es obvio que lo ha criado como si fuera suyo.

—Bueno, no exactamente —dije. Sentí una punzada de conciencia ante el cumplido. Incluso si se descontaban todas las formas en que Judith le había hecho daño a Luca, mi único mes de bondad no era mucho. No era suficiente para atribuirme el mérito de haberlo criado. Oír que se referían a él como si fuera mi propio hijo me avergonzaba.

Al verme retorcerme mientras permanecía sentado sin saber qué responder, Ruediger pareció suponer que sólo estaba siendo humilde. De repente, hizo una proclamación decidida:

Haré un esfuerzo para cambiar el géneroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora