Despertar

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Hospital de campaña.
Somalia.
11 de febrero, 2014.
0452.

Agoney comenzó a abrir los ojos muy lentamente. Al principio tan solo veía borroso y no era capaz de distinguir nada más que figuras y bultos difusos que no le decían nada de cuál era el entorno en el que se encontraba. No sentía nada de su cuerpo, ni las piernas, ni las manos, ni nada. Parecía estar en una nube o en un sueño, en un plano paralelo que lo había hecho desprenderse de su yo físico y lo había convertido en una bola etérea, pero poco a poco, vinieron a su mente los flashes de todo lo vivido y pudo recordar el fuego, las explosiones y, sobre todo, el dolor y la angustia. Con cada escena que volvía a su cabeza parecía acercarse de nuevo a su cuerpo y tomar más conciencia de él. Por un segundo, se preparó para despertar de nuevo en medio del caos, sin embargo, allí donde ahora estaba solo había silencio.

Parpadeó numerosas veces hasta que consiguió limpiar su visión y fue cuando pudo distinguir que estaba en el interior de una carpa y que a su alrededor había numerosas camillas, todas ocupadas y separadas por biombos de tela. Se miró a sí mismo y se vio en una de ellas, tapado con una sábana blanca, una vía cogida en el brazo y algo en su cara que le molestaba. Subió una de las manos hasta palpar aquel objeto y descubrió que tenía puesta una máscara de oxígeno. Miró a ambos lados y se encontró a Ricky, apoyado sobre una de sus manos y dormido en una silla junto a él, con algunos rasguños en la cara y un brazo vendado.

Hizo el intento de hablarle, pero dio un paso atrás ya que el teniente parecía estar lo bastante bien como para no ser el ocupante de ninguna de las numerosas camillas, así que consideró que tenía otra misión que hacer. Volvió a subir una mano a su cara y no dudó en deshacerse del soporte de oxígeno que le ayudaba a respirar mejor tras tanto humo inhalado, pero esa inocente liberación le produjo una tos que sintió como un cuchillo atravesando su abdomen, así que destapó la sábana para poder ver de una vez por todas qué demonios era aquello que parecía estar a punto de partirle por la mitad con cada mínimo gesto que hacía. Sin embargo, tan solo encontró todo su tronco cubierto por completo de vendas y gasas limpias.

Poco a poco, bajó un pie de la camilla y luego el otro con la intención de sentarse, pero aquello fue tal esfuerzo y tal suplicio, que su vista se le nubló y el estómago le traicionó con una peligrosa arcada. Trató de respirar lo más hondo que su magullado cuerpo le permitía para recomponerse y, cuando consideró que había recuperado cierta estabilidad, se agarró al palo del que colgaba la bolsa de suero y medicación y comenzó a andar con pasos erráticos e inestables.

Iba encorvado y confiando todo su peso en el fino palo metálico con cuatro ruedas como si se tratara de la muleta más segura y estable del mundo. Caminó entre las camillas, mirando a sus ocupantes y sin parecer tener un rumbo fijo. Con cada paso que daba, su respiración se volvía más trabajosa y toda la tienda médica empezó a darle vueltas, pero se negaba a dejar de aferrarse al gotero que llevaba a su lado, dispuesto a continuar andando.

- ¡Eh! ¿Dónde se supone que va? –dijo una voz a sus espaldas.

Agoney giró con lentitud y torpeza y se encontró con una mujer con uniforme militar cubierto por una bata blanca que le miraba con una expresión que danzaba entre la sorpresa y el horror.

- Tengo... tengo que... –balbuceó e intentó darle la espalda para continuar andando.

- ¿Cómo ha podido ponerse en pie? Por Dios, vuelva a su cama —dijo ella, agarrándole con cuidado y tratando de reconducirle— soy la médica Lara Suárez, deje que le ayude.

- No... tengo que... irme.

- Usted es Agoney Hernández ¿Verdad? —él asintió— bien, sargento primero, el único sitio al que puedo permitirle que vaya es de vuelta a su camilla. No puede estar levantado. Ha sufrido un fuerte traumatismo y tiene mucha inhalación de humo, está en un estado muy delicado aún, por favor, descanse y recupérese.

Élite Secreta: Misión Somalia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora