Oficinas del Centro Nacional de Inteligencia.
Madrid.
5 de mayo, 2021.Andrés González, director del Cuerpo Nacional de Inteligencia, caminaba con paso decidido, y algo rápido, por los pasillos de suelo de linóleo gris, brillantes bajo la luz de los paneles LED del techo que la distribuían como si fuese luz natural, engañando de mala manera a los cinco sentidos de los que trabajaban en aquellas oficinas. A su lado, Agoney le seguía al mismo paso pero quedándose algo más rezagado, dejando que Andrés le guiase allí donde fuese que quería llevarle. Al otro lado iba un tercer hombre con los cincuenta y cinco recién cumplidos y una nariz aguileña tan pronunciada que volvía ridículas sus pequeñas y cuadradas gafas de vista. Se había presentado como Gabriel Alvarado, secretario de estado, que también le seguía al mismo ritmo sin pronunciar palabra.
Dejaron atrás varios pasillos tan idénticos entre sí que parecían estar en mitad de un laberinto de cemento y pintura blanca, hasta que llegaron a un ascensor que tan solo se activaba con una clave. Agoney observó con curiosidad cómo Andrés introducía la contraseña con fluidez en el panel táctil, no sabía cuántos rincones escondidos podría tener un edificio como el del CNI, pero le gustó ver el nivel de seguridad del que disponían. Especialmente para un sitio que alojaba a un equipo como el de la Élite Secreta, del que ya había oído hablar ligeramente antes, aunque por culpa de haber aterrizado hacía tan poco tiempo de otra misión en Colombia, no le había dado lugar a estudiarlos a fondo. Sabía más bien poco y eso no le agradaba tanto, si se adentraba en un territorio desconocido, quería saber con antelación a qué y a quiénes se enfrentaba, pero en esta ocasión no tenía el privilegio de la antelación.
Cuando el sistema dio el visto bueno a la clave, las puertas se abrieron con sigilo y entraron en fila, en el mismo orden que habían llevado hasta ese momento. En un doble espejo que creando una ilusión de infinidad que convertirá aquel cubículo en un ascensor mucho más grande de lo que en realidad era. Andrés metió una llave en el panel interior y la volteó, entonces se encendió un piloto verde junto a la ranura de la llave y pulsó el botón del semisótano.
Cuando las puertas se abrieron dando a un pasillo idéntico a los que habían dejado atrás, Agoney llegó a pensar que no se habían movido del sitio, pero se notaba que allí no había la misma cantidad de gente que en las plantas superiores dado que se escuchaba muchísimo más silencioso y donde la única puerta que había estaba al final del corredor. Era un grueso armatoste de acero blanco y se abría con otra clave. Andrés introdujo esta segunda con la misma sutileza que la anterior y se oyó un leve click que le indicó que era la correcta y que la puerta acababa de abrirse. Con ambas manos empujó la larga barra horizontal de aluminio que servía de tirador y pasó primero, sujetando la puerta para que sus dos acompañantes pasaran también.
Siguieron a Andrés al interior de esa nueva zona y caminaron por el pasillo hasta que se toparon con una puerta de cristal con protecciones translúcidas que marcaba el final. Dentro había una amplia sala de reuniones donde reinaba un ambiente de concentración y silencio. Tan solo se oían murmullos, el traqueteo de los papeles viajando de un lado a otro y el sonido de una impresora expediendo algún documento, mezclado con cientos de tecleos de ordenador. Agoney también escuchó el desagradable chirrido de un rotulador danzando sobre alguna pizarra plástica, acompañando una voz que aún no detectaba con claridad lo que explicaba. Cuando Andrés abrió la puerta e hizo sonar la fricción suave de las bisagras, el murmullo cesó de golpe entre los componentes de la mesa, que se giraron para ver quién interrumpía su reunión.
Andrés fue el primero en entrar a la sala murmurando un "buenas tardes". Tras él entró Gabriel Alvarado, quien hizo una leve reverencia con la cabeza a los integrantes de aquella sala a modo de saludo. Agoney entró el último y lo hizo en riguroso silencio mientras escrutaba al milímetro la sala, sin saludar ni mirarles directamente. No lo hizo porque no quisiera, sino porque prefería aprovechar ese primer contacto visual para hacer el primer reconocimiento a todo lo que veía en su momento más casual y auténtico, sin que nadie hubiese preparado ni modificado nada para su visita. Así, al menos, sentía en su interior que compensaba el hecho de no haber podido saber más sobre la Élite antes de su llegada.
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Élite Secreta: Misión Somalia
FanfictionLa Élite Secreta es un selecto grupo de los mejores y más cualificados agentes del CNI, que trabajan codo con codo para combatir a los criminales más peligrosos y los casos más difíciles. Para ello, a veces necesitan de la colaboración de otras enti...