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Lewis cayó, doblándose como una cinta en el viento. Max ni siquiera esperó para ver si había dado su último aliento, comenzó a buscar en su cuerpo las llaves de las cadenas, era del tipo de persona que las llevaba encima, y Max tenía razón. La llave estaba en el bolsillo de su túnica. Envainó su espada, sin molestarse en limpiar la sangre de la hoja. Luego se apresuró a volver a donde estaba Sergio y cuidadosamente abrió las cadenas, quitándolas de sus muñecas y tobillos.

Cuando se apartó para dejar de lado las cadenas, miró al padre de Sergio a los ojos.

—No tengo intención de romper nuestro tratado. Solo quiero volver a mi fortaleza con Sergio.

Él abrió los brazos hacia Sergio, pero Antonio vaciló. Su agarre se apretó alrededor del precioso paquete en sus brazos, y miraba a Max, con una expresión suplicante.

—Nuestra fortaleza está más cerca. Vayamos allí, para estar seguros de que todo está bien con Sergio. No me niegues esto, te lo ruego. Su madre querrá saber todo lo que me has dicho y querrá sostener a su niño en sus brazos, saber que está a salvo y feliz.

Max miró a sus hermanos y luego al jefe de Pérez. No era fácil lo que le estaba pidiendo, que dejara el pasado a un lado, que entrara en la tierra de Pérez como... invitado. Y permanecer allí como... familia.

Volvió a mirar a sus hermanos y dejó que su mirada se detuviera, tratando de decidir en su mente. Daniel y Liam intercambiaron miradas y giraron sus cabezas ligeramente, observando las expresiones en los rostros de los hermanos y el padre de Sergio, quien aún sostenía a Sergio fuertemente contra su pecho.

—No es gran cosa lo que piden, —dijo Daniel en voz baja. —Una madre querría saber que su pequeño doncel está bien después de tanto calvario.

El corazón de Max se alivió y esa sensación pasó a su pecho. Por Sergio, podía dejar de lado años de odio y el deseo ardiente de venganza, pero no podía esperar que su familia sintiera lo mismo.

—Deberíamos apresurarnos, Max, —dijo Liam. —tú esposo debe despertarse entre aquellos que lo aman y no aquí, donde ha sufrido abusos.

Max volvió su mirada hacia Antonio. —Si es tu deseo, les agradeceremos la hospitalidad y el cuidado que puedan brindarle a mi esposo.

Antonio dió los tres pasos que lo separaban de Max y gentilmente colocó a Sergio en sus brazos.

—Montemos y permitamos que Hamilton entierre a sus muertos. Podemos resolver el asunto con los Hamilton y llevar a cabo una investigación completa, una vez que estemos seguros de que Sergio se recuperará de su terrible experiencia.

Max bajó su rostro hacia la cabeza de su esposo y cerró los ojos brevemente con la dulce maravilla de tenerlo de vuelta, vivo. Luego hizo un gesto de asentimiento con la cabeza a Antonio y se volvió para ir hacia donde los hombres tenían a su caballo.

Tan pronto como se acercaron a la fortaleza Pérez, Marilú Pérez corrió a saludar a su Marido con una expresión frenética. Se detuvo en seco cuando vio la presencia de los soldados de Verstappen. Sus ojos se agrandaron, mientras miraba con perplejidad la impresionante demostración de poder. Luego su mirada se posó en Max y se llevó la mano a la boca cuando vio que Sergio estaba frente a él. Corrió, con las faldas volando, tan rápido como sus pies podían llevarla hasta que estuvo directamente, debajo de Max. Éste tuvo que mantener su caballo en su lugar, para que no la pisoteara.

—¡Maldición, Marilú! —rugió Antonio. —¡Te dije que permanecieras dentro del torreón, sin importar lo que ocurriera!

—¿Qué le ha pasado a Sergio? —preguntó Marilú, su angustia era evidente a través de sus palabras ahogadas, ignorando por completo la ira de su marido, miró implorante a Max.

Clan Verstappen 1° [CHESTAPPEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora