09. Ayuda a una borracha

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Cayden

Miro a Jessica con total furia en la cara, cuando recibí esa llamada no creí que lo importante era esto.

Jessica y yo tuvimos algo hace algunos años, pero a diferencia de ella yo sí me enamoré de ella, de como era y de lo que teníamos o podríamos tener. Ella solo vió la oportunidad para tener dinero, fama y atención.

—¿Vas a hablar o te vas a quedar como estúpida?.

Camina hacia mí y cuando estira su mano para tocarme me alejo dos pasos lejos de ella.

—¿No puedo tocarte?. —sus ojos se cristalizan.

Antes hubiera cedido por completo al verla así, pero ahora ya no más, tengo a alguien que de verdad vale la pena y no lo voy a echar a perder antes de siquiera comenzar de forma oficial.

—No. —se sorprende cuando esa única palabra sale de mi boca.

Me froto la cara con ambas mano y veo la hora en mi reloj digital. Las ocho.

—O hablas ahora o solo me voy, no tengo tiempo para estos juegos.

—Lo nuestro no es un juego, Cayden.

¿Lo nuestro? Ya no existe nada nuestro, Jessica.

—¿Ya no hay ningún apodo lindo?.

Resoplo.

—Nunca te puse ningún apodo, no seas ridícula. —le señalo la puerta de mi casa. —Y ahora, lárgate.

—Cayd...

—¡Que te vayas!. —ahora le grito al perder la paciencia que he tenido.

—Te vas a arrepentir, Cayden.

Le sonrío falsamente.

—Claro, como tú digas.

Se limpia la cara por donde habían estado sus lágrimas y gira en sus talones para irse azotando la puerta de la entrada.

Ruedo los ojos por eso último.

Camino hasta salir por la puerta trasera de casa y salir al jardín donde veo a mi madre cortando un poco sus plantas.

—¿Ya se fué la loca?.

Rio por el apodo que le tiene desde que una vez se metió aquí en nuestra casa para hacer una cena romántica, esperándome desnuda y la persona que abrió la puerta no fuí yo. Fue mi madre.

—Ya se fué. Sigue creyendo que hay algo todavía.

Bufa.

—A veces a las mujeres les gusta sufrir tanto, pero solo se ven ridículas. Las detesto a todas, menos a mi futura nuera.

Enarco una ceja por su último comentario.

—Por cierto, ¿cuando la vas a invitar a cenar?. Podemos traer a Blake.

Pienso en esa propuesta, el como mis dos chicas se pueden conocer mejor y compartir el amor por la música.

—¿Blake no tiene clases?.

—Como si tu tío no le cumpliera todo lo que ese pequeño demonio pide, nos tiene a todos en la palma de su pequeña mano.

Asiento.

—Es demasiado inteligente, no dudo que haga sufrir a varios cuando ya sea mayor.

Hago una mueca de asco.

—No, olvídalo, nadie se le tiene que acercar, mucho menos humanos del género masculino.

Ella ríe y se quita los guantes que llevaba puestos.

Una melodía perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora