𝐈. 𝐅elipe 𝐎taño

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hoja en blanco ; monchy y alexandra

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𝐅𝐄𝐋𝐈𝐏𝐄 𝐎𝐓𝐀𝐍̃𝐎

«Eso es mucho, el mundo es mucho... Vos sos mi mundo»

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PODÍA SER QUE su estómago se revolvía por el largo viaje. Aunque también podía ser, quizá, por el tener que regresar a aquel pueblito argentino olvidado incluso por Dios.
Sus palmas comenzaron a sudar inmediatamente reconoció el paisaje por la opaca ventana del tren, que era el único transporte que pasaba por aquel pequeño lugar.

Los cálidos recibimientos de la gente que lo había rodeado desde sus inicios y que se alegraba infinitamente de verlo después de tanto tiempo se encargaron de arreglar un poco la grieta que se había creado después de todos esos años sin ver a la gente de su pueblo.

—Creímos que ya te habías olvidado de nosotros, maldito forro —dijo uno de sus amigos de la infancia, sacudiendo su cabello.

—No, no, solo hubo... Mucho trabajo —murmuró sonriendo al verse rodeado de la gente que tanto había querido durante toda su vida.
Había una pregunta que se atascaba en su garganta, y que quería decir, pero se quedaba enredada entre sus cuerdas bucales.

Las caras conocidas y maduras del pueblo que había sido su infancia, hicieron que el estómago se le revolviera aún más.
Mientras tanto, sus ojos no paraban de buscar el rostro amigable de cierta chica, a la expectativa de un emotivo reencuentro.

Sin embargo eso no sucedió, y a pesar de que moría de ganas de volver a verla, se resignó a ir a dormir sin noticias de aquel amor infantil que había significado tanto a pesar de ser tan inocente.
Sus ojos se cerraron sin parar de recordar.

—¡Elena! —gritó el pequeño niño, saltando las rocas que se interponían en su rumbo.

La niña se dio la vuelta aún de la mano de su madre. —Hola, Pipe

—Hijo, ¿Qué hacés aquí solo? ¿Y tu madre? —preguntó la madre de la niña.

—Está en la casa —respondió señalando a su casa con la mano descubierta, la otra se escondía temblorosa en su espalda. —Yo... Solo... Eh...

—¿Te sentís bien, Pipe? —preguntó la niña al ver el pronunciado sonrojo del niño.
Él asintió velozmente, intentando obligar a su voz a salir un poco más coherente.

—Sí, yo... De hecho solo venía a entregarte esto —murmuró levemente, extendiendo su mano temblorosa que sostenía una pequeña flor algo marchita y aplastada. El pequeño niño hizo una mueca de disgusto.

𝐎ne 𝐒hots 𝐋𝐒𝐃𝐋𝐍 𝐂ast ; ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora