01. Remember those walls I built?

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Topkapi, 1531

En los callejones del pueblo, los murmullos se tejían entre los habitantes como finas hebras de seda, cada rumor más intrincado que el anterior. Las voces resonaban con la anticipación del próximo nacimiento en el palacio, pues cada nuevo hijo del sultán aumentaba la competencia por el trono y dificultaba el reclamo de Mustafá para ascender como sultán legítimo.En medio de esta intriga política, la Haseki poseía la suficiente influencia para desencadenar una guerra con un simple gesto, y contaba con un séquito de príncipes engendrados por el sultán para consolidar su poder. En el tejido de alianzas y rivalidades dentro del harem, la Haseki manejaba con maestría las cuerdas del poder, dispuesta a sacrificar todo lo necesario para asegurar el futuro de su descendencia y su posición en la corte otomana.

Con el cuerpo exhausto y los pensamientos tumultuosos, Hurrem se recostaba sobre las suaves sábanas de su lecho, envuelta en una mezcla de ansiedad y fatiga. Aguardaba con impaciencia la llegada de otro bebé, sintiendo en lo más profundo de su ser que este sería el último que daría a luz.

Cada vez que el dolor del parto se apoderaba de ella, Hurrem revivía una mezcla de emociones encontradas: el asombro ante la milagrosa creación de la vida, pero también la sensación abrumadora de vulnerabilidad y fragilidad que la invadía en esos momentos. A pesar de su posición de poder en la corte otomana, siempre se sentía como una novata en el arte del parto, enfrentándose al dolor y a la incertidumbre con la valentía de quien se aventura en territorio desconocido.

—Mi sultana, ¿Hay algo más que pueda hacer por usted?—Una joven Hande que a penas tenía 18 años se acercó a la pelirroja preocupada por su bienestar.—La veo muy cansada...

—Estoy bien, no te preocupes.—Le sonrió con dificultad.—Es un alivio tenerte aquí, Hande. He atravesado innumerables desafíos y dolores en este palacio a lo largo de los años. Sin embargo, te aseguro que ninguna batalla ha sido tan ardua como la de expulsar un hijo de tu cuerpo.

Ambas se miraron con una sonrisa.

—Me parece hermoso el nacimiento, anhelo algún día poder tener hijos con el hombre que usted elija para mi cuando me vaya del harem... He aprendido mucho sirviéndole a los príncipes, Bayaceto y Selim serán unos fuertes guerreros algún dia. Al igual que el bebé que viene en camino.

La mirada de Hurrem parecía perdida, su semblante se oscureció al ser invadido por un pensamiento poco grato, una idea que se aferraba sin tregua en su mente. Los años transcurridos quizás habían traído claridad a sus pensamientos, revelando sus verdaderas motivaciones y llevándola a cuestionar los deseos y acciones de su juventud como esposa del sultán.

En ese momento crucial, mientras el dolor y la incertidumbre la envolvían, Hurrem sabía que no podía permitirse flaquear. Siempre había sido astuta, siempre había guardado un as bajo la manga, y esta situación no sería la excepción. Con determinación, ya tenia un plan en mente que involucraría a la joven que por años había educado forjando una amistad.

"En el harem, la llamaban "serpiente", una criatura astuta y manipuladora que tejía sus intrigas con habilidad. Pero fuera de los muros del palacio, en los rincones oscuros del pueblo, el apodo que resonaba era aún más ominoso: "bruja". Para los habitantes del pueblo, Hurrem era una figura inmoral y repugnante, una mujer que no había vacilado en hechizar a su majestad, manteniéndolo prisionero bajo su influencia y obligándolo a someterse a sus deseos.Los murmullos se intensificaron cuando se supo que Hurrem había consultado a una vidente en más de una ocasión, una mujer de oscuros presagios que había predicho su destino y su trágico final. Con cada paso que daba, Hurrem sentía la sombra de la muerte acechando, arrastrando consigo el destino fatal de sus hijos. Consciente de la urgencia de la situación, sabía que debía actuar con rapidez para cambiar el curso de su destino y el de su descendencia."

—¿Sabes lo que ha dicho esa mujer sobre mis príncipes?—Murmuró todavía recordando el momento en el que su mundo se vino abajo.

Hande al instante supo de lo que hablaba pues ella misma la había acompañado meses atrás custodiando la puerta junto a Sumbul Aga.

—Todos morirán, Mustafá les cortará la cabeza uno a uno.—Levantó su mirada a la pelirroja más joven.—Primero Mehmed, luego Selim... Y a Bayaceto... Lo humillará antes de arrebatarle la vida cruelmente.

La muchacha se mantuvo seria pero al instante rio nerviosa, quizás se trataba de una de las tantas bromas de la sultana, ¿Desde cuando sus chistes eran tan crueles?

—Eso es imposible mi sultana, mientras usted viva nadie se atrevería a tocar a los príncipes. Pídamelo e iré personalmente a cortar el cuello de Mustafá.

Aunque las palabras de la muchacha resonaban en el aire con un peso ominoso, Hurrem no mostró ni el más mínimo indicio de perturbación. Su confianza en la lealtad de la joven era inquebrantable, pero el dolor en su corazón era tan intenso que parecía abrasarla desde dentro. Sin embargo, con la firmeza de alguien que carga con un fardo insoportable, se preparó para lo que estaba por decir, sabiendo que cada palabra pronunciada sería como un golpe que la dejaría marcada para siempre.

—La noche del jueves irás a los aposentos del Sultán.—Pronunció con dolor en cada palabra sintiendo su garganta contraerse a punto de perder la cordura.—Te daré un té medicinal para que no quedes embarazada... Tu misión ahora es convertirte en la favorita de su majestad, tienes que encantarlo y hacer que no tenga ojos para nadie más... Incluyéndome.

Hande sintió un nudo en el estómago al escuchar aquellas palabras, una sensación de repugnancia que amenazaba con hacerla vomitar. No solo se horrorizaba por el hecho de que nunca había tenido acercamientos con hombres que no estuvieran castrados, sino también por la incredulidad que le causaban las palabras que acababa de escuchar. ¿Era aquello una de las tantas pruebas crueles que la sultana le había impuesto, una manera retorcida de poner a prueba su lealtad y su resistencia? ¿Qué pasaba por la cabeza de la sultana?




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—¿Qué es lo que ve? —preguntó Hurrem con un tono cargado de ansiedad a la anciana sabia a quien acudía en busca de respuestas sobre su destino incierto.

La anciana, con sus arrugas marcadas por el paso del tiempo y sus ojos claros cargados de presagios sombríos, se inclinó hacia adelante antes de pronunciar sus palabras con solemnidad.

—Mi sultana, lo que vislumbro es una oscuridad que se cierne sobre usted y su progenie —su voz resonaba con un eco de advertencia—. La tragedia se acerca con pasos firmes, como un lobo acechando en la penumbra. Su descendencia será víctima de la crueldad de sus enemigos. Sus hijos sufrirán un destino cruel y desgarrador, mientras que su hija será arrancada de su hogar y condenada al destierro, lejos de la seguridad y el confort del palacio.

Las palabras de la anciana resonaron en la habitación, envolviendo a Hurrem en una aura de desesperación y angustia mientras intentaba procesar el sombrío futuro que le aguardaba a ella y a su amada familia.

—¿Cómo es posible? ¿Qué puedo hacer para evitarlo? —preguntó Hurrem con voz alterada, sintiendo un torrente de desesperación que amenazaba con desbordarse en su interior. Necesitaba respuestas, una guía que la condujera fuera de la oscuridad que se cernía sobre su familia.

La anciana, con la mirada fija en un horizonte invisible, parecía sumida en un trance profundo antes de responder con solemnidad.

—Usted partirá del mundo terrenal, encontrará la verdad... —sus palabras resonaron en la estancia con una carga de fatalidad—. Usted no tiene salvación... Pero sus hijos, ellos tienen la oportunidad de cambiar su destino.

La declaración de la anciana cayó como una losa sobre Hurrem, pero la esperanza se encendió en su corazón al escuchar las últimas palabras de la vidente.

—¿Está dispuesta a perder el amor a cambio de la salvación de su descendencia? —continuó la anciana, sus palabras flotando en el aire cargadas de un misterio indescifrable—. Veo a una mujer, más joven, más bella, más débil. Ella es la respuesta que el destino ha dispuesto para alterar el curso de los acontecimientos.

Halo | El SultánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora