Huracan Cristina

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Pov Felipe

Hacía treinta días, dos horas, cuarenta minutos y dieciocho segundos que Letizia se había marchado de Palacio y mi vida había vuelto a ser miserable.

Ni siquiera la presencia de mis hijas durante los primeros quince días lograba sacarme del letargo que tenía. La echaba de menos, echaba de menos verla en cada rincón, llegar a Palacio y verla en el suelo del despacho descalza, tumbada en la alfombra mirando sus notas, apuntando más y con miles de bolitas de papel a su alrededor.

Extrañaba horriblemente dormir con ella, mirar sus ojos verdes al despertar y esa sonrisa que me volvía loco de amor. Sentir su piel y que nuestros cuerpos fueran uno solo, recordar todo aquello día tras día se convertía en una tortura.

Y ahora estaba aquí en mi despacho, dando vueltas en mi silla, queriendo buscarla por todos los rincones de la casa y con la última frase que me dijo resonando en mi cabeza pero también con el mensaje que me envió.

Le escribía mil y un mensajes y después los borraba porque no era capaz, ella seguramente ya estaba nuevamente acoplada a su vida en Nueva York con el imbecil de Jaime. Suspire profundamente y deje caer mi cabeza contra el escritorio, dejando deslizar las lagrimas por mis ojos sin control y me daba realmente igual hacerlo, es decir llorar, lo que antes nunca me permitía.

Levante la mirada cuando escuche azotar la puerta del despacho y vi a mi hermana, mi confidente, con los brazos en jarra en su cintura, mirándome y negando

F: Cris... - mi voz tembló y trataba de no llorar porque sabia que ella estaba enfadada.-
C: Ni Cris, ni perro chico, levanta el culo gordo de esa silla, te afeitas que pareces un vagabundo y la vas a ir a buscar a Nueva York y más te vale aparecer con ella de nuevo aquí que sino pateare tu culo hasta Suiza
F: Crees que no quiero hacer eso, no es tan sencillo
C: ohhh por dios Felipe!!, si que lo es, eres el jodido Rey pero del drama
F: No puedo, no puedo encerrarla de nuevo en una jaula de cristal, que deje al lado sus sueños, el estar escribiendo su libro para volver a ser Reina

Sentí la mirada escrutadora de mi hermana y después como se acercaba a mi cogiéndome del mentón y limpiando mis lagrimas como cuando éramos pequeños

C: Felipe eres el Rey, si quieres que tu mujer trabaje, que lo haga, tienes plena potestad para decidir, si quieres que ella elija a que actos acudir, lo habláis entre ambos, no tiene porque sentirse en una jaula, si abres la Monarquía
F: No es tan sencillo
C: ¿No?, te recuerdo que me despojaste de mi titulo de infanta y de Duquesa de Palma en un plis plas
F: Vas a recordármelo toda la vida¿?
C: Hasta que me muera- le acaricio las mejillas- deja de ser tan hermético, Leonor será una Reina 3.0 y tu debes empezar a allanar ese terreno, que mejor que con Letizia nuevamente de tu mano, ella sabe ganarse al pueblo, con sus salidas de protocolo y su cercanía, ya es hora, de que los Borbones salgan de su zona de confort
F: ¿Qué dirá la gente?
C: ¿Qué gente Felipe?, los cuatro adeptos que quedan a nuestro padre... que les den. No dejes pasar tu felicidad nuevamente, no seas como yo, ni como Elena, deja de anteponer la corona, el País, todo a tus sentimientos. Ve a Nueva York y trae a mi cuñada de vuelta.

Me levante asintiendo por las palabras dichas por mi hermana, la abrace fuertemente- eres mi hermana favorita-, sentí como ella se echaba a reír y me daba una colleja- ya lo sé, deja de perder el tiempo y ve.

Y le hice caso, me afeite porque parecía un vagabundo, repasando mi barba hasta dejarla bien recortada, me bañe y me vestí de forma casual, prepare una pequeña maleta y me fui en un vuelo privado para no coger el avión real.

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