Sintiendo

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Cuando llegó al salón agitado por correr, su único pensamiento era ver a Mateo, le traía un regalo, el regalo de cumpleaños, se supone que debía darselo en su cumpleaños, pero como apenas y hablo por lo nervioso que se hallaba se le olvido entrega...

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Cuando llegó al salón agitado por correr, su único pensamiento era ver a Mateo, le traía un regalo, el regalo de cumpleaños, se supone que debía darselo en su cumpleaños, pero como apenas y hablo por lo nervioso que se hallaba se le olvido entregarselo.

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—Hijo— Tomás siguió viendo la tele como si su papá no estuviera en medio para ver, tras escuchar un suspiro cansado dejo de mirar el estómago de su padre a ver su cara.

—Escucha, lo siento, no pensé que te enojaras por eso... Teníamos que irnos, creeme.— Tomás se paró llendo para su habitación, no queriendo escuchar a su padre.

Un sonido de metales juntandose llamo la atención del niño, volteando a ver qué su padre guardaba sus llaves del auto y le mostraba la pulcera.

—No le entregaste su regalo...— Tomás lo miro desconfiado, su padre en el futuro se reiria de lo situación, su hijo mirándolo como desconocido.

Este solo se acercó lentamente y agarro la pulcera café, era puramente cafe con tejidos, le recordaba al short que Mateo llevaba muy seguido.

Su padre sonrió, pensando que se había arreglado todo.

—Sigo enojado— y como en contra de sus palabras abrazo a su padre, sacándole una risa.

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Seguia enojado pero ya estaba perdonado, solo esperaría a que lo llevará con su Mateo de nuevo y todos felices y contentos.

Auch— Tomás salto asustado, pobre niña, ya iban varias veces que la empujaba por llegar tarde.

Es culpa de mi padre.

—Perdon— la niña lo miró divertida, pensado cosas incorrectas del momento.

—Esta bien...— fue ignorada pues Tomás siguió corriendo (si, aunque ya estaba dentro del salón), hacia Mateo.

—Mat...— sus ojos fijos, ambos mirándose apenas Tomás puso un pie ahí.

—Tomi— rieron. —Tenemos que hacer una actividad, mira— le muestra su libreta.— Navil, tu y yo somos equipo, tenemos que poner los nombres de nosotros, aquí y como tu eres tu vas a poner el mio y el de Navil.

Su sonrisa final embobo a Tomás, asintiendo sin escuchar.

Miro la libreta.

—¿Esa es tu letra?— Mateo con sus habituales mejillas rosas asintió, Tomás estaba agarrando el gusto a sus mejillas, queria ser el responsable de su mejillas rojas.

—Esta muy bonita— Mateo rió, nervioso, escuchó a su amigo hablarle y fue con el a dos pasos.

—Por eso debes venir a mi casa— riéndose Mateo negó, saquear la cosina de esa señora le daba miedo.

—Si, si, andale matelo, quiero mis galletas— y lo abrazo, esas mejillas se ponían aún más rojas, Tomás mirándolos frunció sus cejas.

—¡Ah!— Mateo se asustó cuando sintió que algo le jalaba lejos de su amigo, oliendo el aroma reconoció quien era. Lo que no vió fue a Navill respirando pesado tirándole una libreta a Tomás.

—¡Maestra!, ¡Se va a morir!

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Tomás observo el espejo que la doctora Bianca le entregó, le gustaba la curita, era del rayo McQueen.

—Estas bien, niño, pero en caso que te duela mucho debes decírselo a tus padres, ¿Okey?

Asintió tocandose su curita.

—¿Ya puedo ir con Mateo?— Bianca sonrió, le encantaba mirar como ellos estaban formando una amistad.

—Ve...

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—¡Vete!, ¡Y no vuelvas!, ya es la quinta vez en la semana, ¡Y apenas es martes!— el niño chilla, Bianca se enoja más, sus arrugas eran gracias a ese niño que le encanta trepar árboles, siempre se caía y terminaba con heridas, nada graves, pero la pobre doctora se estresaba por informar.

—Pero Bianca— alarga la a.— No quiero volver, te lo juro, solo me caigo sin darme cuenta.— sus labios se abultan, ella suspira.

—Solo ve con tu toommintas — le da una paleta y Mateo la agarra sonriente.— Es tommitas—caminando hacia la puerta.

—¡Te veo mañana bian!— se escucha un golpe en la puerta apenas la cierra, la risa favorita de Tomás no se hace esperar.

—Este niño me hace anciana— llora internamente, cuando conoció a Mateo tenía 26, ahora tiene 28 pero ya se siente de 49, es muy triste para ella.

.-.-.-.-.

Mateo camina por la escuela hacia su salón pensando que debería decirle a su madre que haga una fiesta. ¿Para que? ¡Ni el sabe!, pero le encanta las fiestas por la comida y música. En especial cuando baila con tommitas.

—¡Matt!— su amigo Navill se emociona al verlo llegar.

—Hola nal— voltea mirando a Tomás escribiendo.

—Tommitas— abraza su cuello y Tomás salta, su respiración se siente rara y toma aire.

—Ho-hola Mati...

—Cumplo años, así que tendremos una fiesta— Navill se acerca a ambos, y los abraza por el cuello.

—Niños, siéntense por favor, hagan lo que les pedí, ¿Si?— el maestro los mira nervioso, es nuevo.

Los niños asienten y se sientan.

—¿Vas a venir mati?— este sonríe diciendo si, voltea a ver a Tomás y sonríe a un más.

—¿También va a ir tommitas?— Navill lo mira un poco molesto, aún no le agrada ese Tomás.

Mientras tanto Tomás que ya estaba mirando a Mateo desde antes, pasa de tener un semblante nervioso a una sonrisa radiante.

Si, si, también quiero ir

—Bueno pero que me lleve un regalo— declara el niño con los ojos cerrados y vuelve a su tarea.

—Bueno pero que me lleve un regalo— declara el niño con los ojos cerrados y vuelve a su tarea

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Sus Labios Y Los MiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora