capítulo 3

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Partí rumbo a una nueva ciudad con un inmenso vacío en mi corazón, dejando atrás toda mi vida, mis amigos y en especial a mi mejor amigo. Las lágrimas fluían sin control, y la sensación de no querer irme se apoderaba de mí. Sabía que no volvería a verlos en mucho tiempo, y esa certeza me sumía en una tristeza profunda.

Los recuerdos de los buenos momentos compartidos con ellos me embargaban, intensificando mi dolor y el anhelo de revivir esas experiencias. No quería dejarlos, no quería empezar de nuevo. Deseaba con todas mis fuerzas mantener mi vida anterior, seguir siendo feliz junto a ellos. Pero la realidad era implacable; debía construir una nueva vida en este nuevo lugar.

Los días pasaban y la tristeza se apoderaba de mí, sumergiéndome  en una profunda depresión. Sin amigos en este lugar desconocido, me refugiaba en la soledad, sin ganas de relacionarme con nadie, limitándome a llorar y pasar los días acostada.

A pesar de todo, empecé a asistir a mi nuevo colegio, pero la tristeza persistía. Mi mente seguía obsesionada con mi mejor amigo; ansiaba saber cómo estaba, cómo le iba. Extrañaba reír con él, jugar juntos y compartir travesuras. Sin embargo, la distancia nos separaba y el dolor de aceptar que ya no lo vería más me atormentaba.

Algunos niños notaron mi estado y se acercaron para ayudarme. Poco a poco comenzamos a entablar amistad, brindándome su apoyo cuando más lo necesitaba. Aunque seguía afligida por la ausencia de mi amigo, su compañía me ayudó a superar poco a poco ese dolor.

Con el tiempo, continué con mi vida y fui forjando nuevas amistades. Mis nuevos amigos me ayudaron a no aferrarme al pasado y a enfocarme en construir un nuevo capítulo en mi vida."

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