II

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   Frenkie se preparaba para un nuevo día. Esta sería la última vez que saldría a predicar la palabra de Dios allí. Estaba pensando en ir a Berlin proximamente, ya que su estadía en Barcelona no fue muy agradable. Era difícil hacer que lo escuchen.
  A pesar de todo esto, el chico siempre buscaba el lado bueno de las cosas. En España había conocido a una monja proveniente del mismo país que él, Paises Bajos. Su nombre era Mikky Kiemeney. La gente decía que podían ser familiares tranquilamente, los rasgos de la chica eran iguales a los suyos.
  En muy poco tiempo se hicieron grandes amigos. La chica era su consejera, era quien lo escuchaba y acompañaba. Sabía todos sus secretos y los guardaba con total confidencialidad. Estaba al tanto de todo, incluso del gran anhelo del chico; tener una familia.








  Mikky rezaba por Frenkie cada que salía a hablar de su religión, tenía miedo, terror a que algún día encuentre a alguien que lo lleve al pecado. El chico era iluso, sería un blanco fácil para cualquiera.
Ella sentía que Frenkie tenía algo especial. Lamentaba no poder salir de la parroquia para protegerlo.

-Hermano Frenkie. Te lo suplico. No vale la pena seguir intentando esto. Quédate aquí con nosotros en la parroquia.-

-Es que no lo entiendes. Que me perdone el Padre por ser desobediente, pero siento que valdrá la pena. Además, ya sabes que dentro de poco me iré a Alemania a seguir cumpliendo con la misión de Dios. Por favor, hermana Mikky. Un día más.- Tras escuchar eso, la chica solo se dignó a asentir.

-Está bien. Cuídate, y que el Espíritu Santo te acompañe.-





















Estaba agotado. Caminó durante horas, sin embargo nadie lo había escuchado lo suficiente. Ya se había decidido, se iría al país germano, quizá ahí si tendrían tiempo para oír sagrados versos de su religión.
Se detuvo en lo que sería su última casa por recorrer. Decidido, toca y espera una respuesta. Habían abierto la puerta. Un hombre muy alto y robusto se encontraba en el umbral, no lo iba a negar, le parecía lindo. Qué más da, si de todas formas le cerraría la puerta en la cara como los demás.

-Buen día, buen hombre. He venido a hablarle un poco sobre el reino de Dios y la fe. ¿Le importaría?-

El otro hombre estaba cosiderablemente perdido. Él era agnóstico, pero sin dudas escucharía todo lo que le diga el rubio, jamás había visto a una persona de semejante belleza. -Buen día. Adelánte, cuénteme, niño.-

  El joven creyente se había alegrado tanto, al fin alguien lo escucharía. Su corazón saltaba de la alegria. Con dedicación le habló un poco acerca de su religión.

-Si le gusta, puede visitar la iglesia. Aquí le dejo la dirección y los horarios.-

-¿Y no puedes venir tú aquí? No puedo ir en esas horas.- El hombre estaba mintiendo. No quería entrar a la iglesia, él no creía en eso. Sólo quería ver al rubio.

-Está bien, estaré aquí mañana a la misma hora. Ah, y mucho gusto. Soy Frenkie de Jong.-

-Marc Ter Stegen, el gusto es mío.-

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Voy a tratar de actualizar más seguido




















Religious |ᵐᵃʳᶜᶠʳᵉⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora