trece.

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Salimos de la habitación siguiendo a Alex. Alex es un chico moreno, con acento cordobés muy simpático. En el ascensor nos cuenta que vino a Madrid para trabajar en el hospital en plena cuarentena y se enamoró de la ciudad y de una chica, con la que lleva saliendo dos años.

Las puertas del ascensor se abren y nos encontramos una habitación con paredes de cristal totalmente decorada con dibujos y posters. Hay unos trece niños sentados, que cuando nos ven, se levantan dando saltos. Alex nos abre la puerta y nos indica unas sillas que hay preparadas para nosotros que rechazamos para sentarnos en el suelo con los pequeños.

Hay una pequeña que me roba el corazón en el primer segundo que abre la boca. Empieza a hablar en euskera. Tiene una voz muy dulce.

-¿Podrías cantar un poco de Illargia? Es mi canción favorita. Llevo mucho tiempo aquí y echo de menos mi ciudad...

-Claro que sí, cariño. ¿Cómo te llamas? ¿Cuántos añitos tienes?

-Leire. Diez añitos, pero en dos meses y cuatro días cumplo once.

-Entonces eres super mayor, eh- Juanjo le coge las manos con delicadeza mientras la mira a los ojos con una ternura que solo él podría desprender-. ¿Sabes qué? Dentro de poco, Martin va a dar un concierto en Bilbao, y yo no tengo con quién ir y encima me sobra una entrada. ¿Te gustaría venir conmigo?

Vale, definitivamente hoy me dan tres infartos. Leire se tira encima de Juanjo con cuidado para no darle en la muñeca. Nunca había visto a Juanjo interactuar con niños, pero creo que a partir de hoy se ha convertido en mi cosa favorita. Juega con todos y cada uno de ellos. Pinta, dibuja, cuenta varios cuentos y chistes... Hasta ha hecho figuras de plastilina.

No hemos cantado mucho. A decir verdad, Juanjo ha cantado más que yo, porque tengo la nariz taponada y muchas letras o palabras suenan fatal. Nos hacemos una foto que imprimen al momento. Nos dan una copia a cada uno y ellos cuelgan la foto en la habitación.

Llegamos a la habitación y al rato viene Alex. Ha terminado su turno y ya lleva unos vaqueros y un jersey.

-Oye, chicos. Están aquí los padres de Leire. Quieren daros las gracias, ¿les digo que pasen?

Ferrán y Amaia nos agradecen el trato a su hija. Nos cuentan que Leire lleva tres meses ingresada, pero que ni su hija ni ellos han tirado la toalla y siempre sacan la fuerza para seguir adelante.

-Juanjo, lo del concierto... ¿Es verdad?

-Por supuesto. Leire va a venir conmigo a ese concierto y a todos los que quiera. Creo que hemos intentado disimular un poco el hecho de que se nos ha caído la baba con vuestra hija, pero no ha dado resultado.

-Si necesitáis cualquier cosa, en cualquier momento, podéis llamarnos. Os dejo nuestro número de teléfono e intentamos ponernos en contacto y hacer lo que sea lo más rápido posible- le tiendo una tarjeta que he hecho mientras Juanjo hablaba.

Cuando desaparecen por la puerta, Alex sigue apoyado en el marco de la puerta. Le hago una seña para que entre y se siente para hablar un poco.

-No quiero molestar, de verdad. A parte, creo que debería irme, que estoy reventado. He hecho un turno de 24 horas y parece que me ha pasado un camión por encima.

-Pues Alex, ha sido todo un placer conocerte y que nos dieras esta mañana tan bonita. ¿Sigues teniendo mi número? - Alex asiente y es cuando me doy cuenta de las ojeras que tiene- Pues háblame y cuando salgamos de aquí, y estemos recuperados, nos tomamos una cerveza o muchas cervezas.

Son las seis de la tarde cuando los chicos aparecen con dulces y chuches. No he abierto nada aún y ya estoy salivando. Les contamos toda la experiencia de esta mañana mientras les enseñamos fotos y videos. Nos dicen que se han encontrado con el doctor que nos atendió ayer y les han dicho que mañana nos darán el alta si la analítica sale bien. Dos días en un hospital y parece que llevamos dos semanas entre estas paredes.

A los diez minutos aparecen nuestras familias con dos cajas y tres bolsas.

-Al parecer, algunos fans se han enterado del accidente y nos estaban esperando en la puerta del hospital con regalos. Me los llevaré después y los dejaré en el coche. ¿Cómo estáis hoy?

Aunque la visita era para Juanjo y para mí, son nuestros amigos y nuestra familia los que hablan entre ellos. El maño y yo hemos pasado a segundo plano mientras que Álvaro cuenta su fracasada cita de Tinder. Al parecer, quedaron en un bar pequeño de tapas, para no gastar mucho dinero, y el chico, que se llamaba Raúl, se lio a pedir comida para siete personas, y después puso la excusa de que no llevaba dinero encima y que el dueño le había dicho que no podía pagar con tarjeta.

-Digo, y encima después me dice que por qué no íbamos al Starbucks. Una polla. No se podía conformar el tío con un café de una máquina expendedora. No, del Starbucks, que parece que hacen los cafés con oro, cojones.

Dos días después estamos en casa, por fin. Juanjo sigue teniendo sus cosas en su piso, y hemos acordado que la semana que viene cuando le quiten la escayola, iríamos a por su ropa por lo menos, y ya después cuando esté totalmente recuperado, iríamos a por las cosas de su habitación. Se quiere traer varios cuadros, una silla de escritorio, el piano y sus dos guitarras. Mientras, el maño se viste con mi ropa, y a decir verdad, casi me gusta más que con la suya.

-Te quedan mejor los pantalones anchos y las camisetas de tirantas que los pitillos esos que me llevas algunas veces y los polos con esos cuellos.

-A mí me queda mejor todo lo que tenga que ver contigo. 

Aguasal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora